IX
Ese inicio de semana fue vertiginoso. Por un lado, la noticia del asesinato de la abogada esparcida por los medios como un poderoso virus, y la salud de Carlitos que empeoraba. El Dragoneante Duque de nuevo tuvo que hacer abrir apresuradamente su celda al verlo convulsionando, y diciendo cosas ininteligibles. Corrió con toda la capacidad de sus fuerzas hasta la enfermería, y esta vez por fortuna encontró a Gloria que recién llegaba. Sin dilatar el tiempo lo revisó y le encontró una extraña hemorragia que nunca le había visto antes, y además una altísima fiebre que lo hacía convulsionar. Lo estabilizó brindándole algunas medicinas, y mientras esperaba a que recuperara la conciencia, cruzo unas cuantas palabras con su protector Duque. Después de analizar las características de esta nueva herida, llegaron a la conclusión de que alguien había abierto la pesada puerta de acero de su celda, y le había propinado una certera y mortal puñalada. Gloria rompió en llanto, y el dragoneante la abrazó para consolarla, y fue en ese instante en que ella le dijo que podía salvarlo antes de que lo mataran en la cárcel. Duque permaneció bastante confundido con lo que ella le dijo, y solo se limitó a tratar de interpretar sus extrañas palabras, las cuales quedaron resonando en su mente, -debía desenterrarlo unas seis horas después de haberlo enterrado-. Tan insólitas le parecieron, que prefirió guardar silencio. Se quedó cavilando, sin poder entender claramente la intención, y mientras Carlitos mostraba alguna mejoría, decidió hacer una ronda por los pabellones.
Dos horas después Gloria lo recibió con lágrimas en los ojos, y le entregó la infausta noticia: Carlitos había muerto. Su inmediata reacción fue de total estupor, y con rapidez fue a informarle al director Lozano, quien evitando dar alguna explicación, pues creía que todo había sido producto del atentado de la mañana, que él mismo había maquinado; ordenó con diligencia su inmediato entierro.
Una carroza fúnebre salió de la penitenciaria, igual que con la ambulancia, sin emblemas y de apariencia bastante discreta, para que no fuera reconocida en medio del tráfico. Esta vez no hubo caravana, solo dos vehículos ocupados por guardias, acompañaban el acto solemne. Para cuando llegaron al campo de reposo, las puertas del cementerio estaban abiertas, todo en absoluta calma, sin curiosos, ni la parafernalia que conllevan los sepelios de los grandes capos. En realidad, el director deseaba evitar que curiosos, o bandas rivales se hicieran presentes, pues el resultado podría ser catastrófico. Unas cuantas palabras del sacristán de turno, y se procedió a sepultarlo. Todo fue tan rápido que no parecía que se estuviera enterrando a alguien. Finalmente, la ceremonia concluyó quedando todo en silencio.
Mientras en la enfermería Gloria contaba las horas, pues el sedante que le había inyectado a Carlitos para relajar todas sus actividades musculares tenia corta duración, el cual podría actuar alrededor de unas 8 horas. Por eso su corazón había dejado de latir, y ya no mostraba señales de vida; clínicamente estaba muerto. Con el nerviosismo a flor de piel, esperaba que el Dragoneante le avisara de que ya lo había desenterrado para ir en su encuentro.
Entrada la noche Duque aun no comprendía sus palabras, y para cuando finalmente interpretó lo que le dijo Gloria, salió disparado para el cementerio, pero lamentablemente ya habían pasado más de ocho horas. Cuando se acercó a la tumba, casi se desmaya, el lugar había sido profanado, y ya no se encontraba el cuerpo en el lugar. Aturdido con todo lo vivido, lo buscó profusamente por todo el campo santo, pero no había señal, Carlitos se había esfumado. Cansado de su infructuosa búsqueda renuncio a seguir buscándolo, y decidió buscar a Gloria para informarle. Cuando le avisó, ella quedo envuelta en un torbellino de dudas. En un comienzo se ilusionó, pero luego entró en una crisis tan profunda. que prefirió dejarla sola, quizá no era oportuno permanecer más tiempo allí.
Gloria compungida y devastada, en un súbito arrebato, cerró todas las puertas y ventanas, abrió las llaves del gas de la cocina, y colocó su música clásica favorita. Entonces se sentó en un cómodo sofá que tenía en su sala y se dedicó a disfrutar de los escasos, pero intensos recuerdos que le trajeron los momentos que compartió con Carlitos.
De esa forma la sorprendió el día ya sin vida. Su lucha denodada por encontrar el verdadero amor de nuevo se vio frustrada, solo la ilusión de tener una vida ideal con él por fuera de la prisión le había brindado la energía necesaria para continuar en medio de su riesgosa actividad, pero ya ese aliciente no existía. Todo aquello generó la tormenta que acabó con su existencia.
Mientras el paradero de Carlitos llegó a ser todo un misterio. Nadie hizo eco de la desaparición de su cuerpo, pues todos sabían que detrás de aquella inverosímil noticia, se podría producir una ola de violencia sin precedentes, así que el silencio fue lo único que se escuchó después acerca de él.