Hace un año…
En noviembre del 2016, Yerin regresó a la tierra como un espíritu junto con un guardián; un peluche con un alma dentro el cual estaba de servicio.
En el lugar donde estaban hacía frío y estaba desierto, aunque a ellos no les molestaba ninguna de las dos cosas. Estaban sentados en un banco de una parada de autobús.
—Escucha Yerin—habló el osito de peluche. —Dentro de nada volverás a la eternidad, no sé porque te empeñas en verlas, todavía no estas lista para decirle lo que sientes.
—Oye, ¿no se supone que mi asignatura pendiente era decirle a Eunha lo que siento? ¿Ahora resulta que no estoy lista? —Yerin lo tenía encima de su falda.
—¿Realmente te ves preparada para afrontar tus sentimientos? —En un acto de rabia, alejó al peluche, dejándolo caer en el banco. —Ya puedes hacer tus rabietas que no te va a funcionar.
Unas luces aparecieron del cielo como la nieve que cae en pleno noviembre, no eran frías, al contrario, eran cálidas, era como tocar estrellas que caían del cielo para llevarla a la eternidad.
<<Tendrá que ser otro año>> pensó melancólica mientras veía como pasaba el tren a lo lejos. En ese instante Eunha llevaba flores amarillas para su lapida, pasaba por el puente que cruzaba el tren en ese momento.
Después de ese año, al siguiente, por fin pudo decirle la verdad sobre sus sentimientos y pudo descansar en paz, aunque volvió a la eternidad. Era un espacio de colores pastel y con un gran edificio rosa claro, con barandillas azul cielo. Dos chicas salieron de ahí.
—¿Yerin? —se extrañó una de ellas, tenía el cabello corto por encima de los hombros con dos moños, uno a cada lado. —Creía que ya no volverías.
—Esa era la idea, pero aquí estoy—Yerin había cambiado su aspecto y su ropa, ya no tenía el cabello castaño como antes, ahora lo tenía rubio, y ahora su ropa era de invierno, con unos lazos azules, bordados al final de las mangas largas y rosas.
—No tardaras en irte—dijo el oso de peluche andando por el pequeño porche. —Como sabéis, las personas que están aquí es porque tiene una tarea pendiente en la tierra—Yerin lo oía, pero estaba inmersa en lo que había pasado hoy, y el oso siguió hablando. —Al haber hablado con Eunha sobre tus sentimientos, te has liberado.
—¿A dónde vamos cuando hemos cumplido con nuestra asignatura pendiente? —preguntó Cao Lu curiosa. Se tocaba sus moños mientras preguntaba.
—Ahora mismo estáis en la eternidad, dicho de otra forma, el puente entre lo vivo y lo muerto. Cuando por fin cumpláis con vuestra asignatura, las luces os llevaran al otro lado, al mundo espiritual.
—¿Y cuánto tiempo más tendré que esperar?
—¿Y a nosotras cuando nos toca? —saltó la otra chica que estaba con ellas, tenía el cabello rojizo y rizado, con una pequeña trenza a un lado. El oso se giró para verla.
—¿Sabéis vuestra asignatura pendiente? —la chica negó con la cabeza. —Cuando la sepáis y la cumpláis, podréis salir de aquí, por el momento no podréis.
—Parece una cárcel esto—comentó Cao Lu. Pasó un buen rato desde que el oso de peluche se fue hacia la nada.
Todo era blanco excepto el edificio de dos plantas, no había nada más a la vista.
—¡Me aburro! —Yerin se puso su camiseta de lana por encima, recogiendo sus piernas y haciéndose una bola de color pastel.
Cao Lu miraba a la cámara que Kisum, la otra chica tenía en las manos, por lo menos tenían algo con lo que entretenerse, Cao hacia movimientos con las manos como si llevara dos pistolas, mientras que Yerin se levantó y se movía lentamente cogida de uno de los postes que sujetaban el porche; hacia movimientos suaves de derecha e izquierda, evidenciando que se aburría.
—¿Quieres un zumo Yerin? —preguntó Cao Lu.
—Quiero salir de aquí.
—Eso lo queremos todas—contestó Kisum rodando los ojos. Cao Lu frunció el ceño en respuesta. Y al verla enfadada rectificó. —Pero no te preocupes, seguro que las luces no tardaran en venir—dijo mientras acariciaba el brazo de Yerin para animarla.
Yerin intentaba sonreír, pero su sonrisa era una línea muy fina que apenas se diferenciaba de unos labios preocupados y melancólicos.
—¿Sabes Yerin? —Cao Lu se sentó a su lado. Delante de la puerta del edificio. —No sé si te lo he contado, pero mi mejor amiga me dijo una vez—le apartó el cabello rubio y prosiguió. —La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia es la debilidad del fuerte.
Yerin y Kisum alzaron una ceja sin entender nada, Cao Lu lo había dicho de una manera armoniosa y poética, parecía estar recordando su vida antes de llegar aquí.
—Veo que no sabéis a lo que me refiero.
—Lo dirás por ella, yo sí que lo he pillado—respondió Kisum ofendiéndose.
—Lo que quería decir es que—agarró las manos de Yerin y la miró a los ojos. —Debes ser paciente Yerin, nosotras tres ya no existimos en el mundo terrenal, pero quien sabe lo que nos deparara al otro lado.
Yerin agachó la cabeza mientras reflexionaba, había estado tan energética por poder contarle a Eunha lo que sentía que, al verse otra vez aquí atrapada, su cabeza le dio vueltas, pero ya no volverá a ser así, seguirá siendo como antes, alegre y optimista. Un rayo de luz para quienes le rodeaban.
Kisum estaba de pie a su lado y la miraba de reojo.
—Tienes razón—se levantó sobresaltándolas. —Ya lo he hecho, ya se lo he dicho, no tengo ninguna prisa por irme—sonrió. —Además, estáis vosotras aquí.
—Esta es la Yerin que conocemos—Cao Lu se levantó y sonrió a la vez que Kisum, aunque ella sonrió descansada, como si se hubiera quitado un peso de encima.
—Voy a por un helado—Ya volvía a ser la misma, subió unos pocos escalones que conectaban con la terraza. —¿De qué lo queréis vosotras?