JOHANN
Mil plumas se tintaron de oscuridad,
Y sus pensamientos corruptos mancharon sus actos,
El castigo fue grande por traición a la divinidad,
Todos se desplomaron al reino de los necios.
P. F. CANYUL
Después de 5 000 mil años de amistad me habían traicionado, Luzbel y Belial estaban dispuestos a encerrarme por la eternidad en la mazmorra de los susurros.
Habíamos estado juntos desde antes de caer, traicionamos a nuestra deidad quien era la autoridad máxima.
Seguimos los consejos de un soñador quien deseaba renunciar al paraíso y vivir en libertad sin tantas reglas absurdas. Así era como él las llamaba, todo había empezado con los humanos que empezaron a poblar la tierra.
Su codicia era palpable ya que envidiaba a todo ser que tuviera la atención de nuestra deidad, Luzbel era uno de los arcángeles más hermosos, la mano derecha de la deidad.
Después de convencernos de hacer una rebelión y fracasar de manera miserable caímos de los cielos, nuestros ejércitos que fueron ángeles de menor nivel se fueron transformando en criaturas inmundas, para que los ángeles que los vieran se dieran cuenta del castigo por la traición cometida.
Luzbel quien disfrutaba de su apariencia enloqueció al ver como sus hermosos ojos azules cambiaban a rojo y las alas blancas con motas doradas se manchaban de negro, la caída nos afectó a todos ya que cambiamos y el peso del pecado envió nuestras almas a un espiral lleno de tormento, teníamos emociones dentro de nosotros que jamás habíamos experimentado.
Decidimos hacer nuestro propio reino, un reino que representará todo lo contrario al reino de la deidad.
Luzbel y Belial deseaban un ejército para volver a levantarse contra la deidad y los arcángeles que nos habían desterrado. Pero aquellos planes estaban siendo frustrados por los ángeles que cada vez se acercaban más a los humanos, de esta manera los llevaban por el camino de bien y recolectaban sus almas al morir.
Belial enseñaba a sus demonios a corromper a los humanos llenándolos de pecados y resentimientos contra los demás, solo quería convertirlos en illiums, demonios del infierno que mandarían al mundo humano para comerse los espíritus que pudieran y llevarlos al infierno, contaminando a todo aquel que estuviera su alcance.
Belial se disponía a llegar al trono del inframundo y yo accedí a ayudarlo, todo era una trampa para encerrarme y quedarse con todos mis illiums que eran mis fieles demonios.
Una guerra había comenzado y los humanos eran el blanco, estás almas tan frágiles se encontraban en medio de una guerra entre el cielo y el infierno.
Había logrado escapar al mundo de los humanos, estaba débil herido mil años en esa mazmorra había conseguido debilitarme y estuve a punto de caer en la locura.
Abandone todo lo que amaba por un amigo, viviría por la eternidad sin mi hermosa Hécate ese fue mi castigo, pensé que ella estaría a mi lado ya que podía jurar que nos amábamos.
Fui un tonto ya que ella lucho contra nosotros en vez de unirse, sus palabras fueron “jamás traicionare a nuestra deidad” vi en sus ojos la decepción y el dolor que le causaba mi traición, me corto profundamente el corazón, sentí vergüenza aun así no había marcha atrás yo acababa de matar a mis propios compañeros. mi alma ya estaba manchada.
Hécate era uno de los arcángeles con alas doradas al igual que luzbel y Belial, en total eran 7 arcángeles y ellos eran los únicos que tenían las alas de ese color ya que eso representaba su rango eran soldados de la divinidad y mantenían el equilibrio en el cielo.
Yo era un simple ángel guardián cuando la conocí, pero unos meses después mis alas empezaron a mostrar esos tintes dorados pronto sería un soldado de la deidad, me encargaba de velar los sueños de los humanos, todavía recordaba el día en el que conocí a mi hermosa Hécate.
Nosotros no conocíamos el sentimiento llamado amor ya que habíamos sido entrenados para ser neutrales, pero ella llenaba mi pecho de un anhelo por tenerla, y sentía que ella pensaba igual a mí, eso que sentíamos al estar juntos debía ser amor, era mi bella dama de ojos azules y cabello dorado como el sol, tan blanca como la luna y con una figura tan esbelta que parecía que un soplo de viento la derribaría, pero ella no era nada frágil era una guerrera.
Ahora me había convertido en un ángel caído, el cambio no fue grande en mí ya que la deidad me castigo de otra manera, sufriría por la eternidad arrepentimiento, la vergüenza y la desdicha de haber perdido a mi amor acompañado de un dolor en mi pecho como si una daga permaneciera ahí, ella jamás debería contestar a mis llamados y viviría sin poder verla jamás.
Deambulé por el mundo humano durante semanas.
Estaba tentado a empezar a matar a todos los que pudiera y llevarme sus almas, pero eso provocaría que los arcángeles me encontraran, quería estar alejado de ellos así que tome la decisión de transforme en un pequeño cachorro, pude observar que muchos humanos sentían lastima por estos animales y los llevaban consigo, de esta manera podría recuperarme y corromper unas almas pasando desapercibido.
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Editado: 20.11.2021