En blanco, así se sentía.
El sargento se le quedó viendo con expresión confusa durante un par minutos mientras lo llamaba sin obtener respuesta alguna. Alex seguía viendo fijamente la fotografía casi sin pestañar, teniendo pensamientos a mil por hora; no entendía o no quería entender que era lo que los relacionaba. El sargento harto de la situación se colocó de pie y rodeó el escritorio hasta estar frente a frente, agitó su mano frente a los ojos de Alex pero seguía sin reaccionar, no fue hasta que le propinó un golpe en el brazo que lo hizo espabilarse.
–– ¿Estás bien? Te quedaste como ido, incluso estás algo pálido –– le cuestionó cuando por fin reaccionó.
––Lo lamento sargento, yo… –– se calló pensando en una excusa, pero al final no se le ocurrió nada creíble –– estoy bien no se preocupe, venía a hablar con usted.
–– ¿Sobre qué? –– le preguntó mientras volvía a su lugar. Alex se sentó en la silla que tenía al lado mientras repasaba nuevamente la fotografía.
––Sobre todo el asunto de ayer. Lamento mucho si tuvo alguna repercusión sobre usted o alguno de mis compañeros, es lo último que querría.
––Tonterías, no tienes nada de que disculparte –– lo interrumpió alzando la mano, casi parecía ofendido –– lo que dije es verdad, ninguno de nosotros dudó de ti en ningún momento. No somos el sargento Jones, qué para serte sincero, no era precisamente el primero en querer ayudarte.
––Nunca he sido de su entero agrado. Desde que llegué a la estación en Vancouver fue así, muy pocos compartíamos su manera de trabajar los casos, algunos se resolvían rápidos y otros no se investigaban lo suficiente y pasaban de ellos. Su forma de ser, de dirigir la estación no era del todo honesta. Muchos fueron suspendidos, trasladados e incluso despedidos injustamente y cuando el resto vio que esas eran las consecuencias de ir en contra de las reglas que el imponía, su mejor opción fue callar –– soltó un pesado suspiro, nunca antes había hablado de ese tema con alguien.
––Pero tú no, ¿cierto?
––Cierto –– dijo sonriendo mientras bajaba la cabeza negando, cuando lo volvió a subir el sargento distinguió molestia en su mirada ––, yo era el único que trabajaba como en la academia y mi antiguo sargento me habían enseñado. Si veía que un caso era de mucho interés seguía trabajando en el aun cuando Jones me decía que lo archivara, fue así durante un par de meses.
–– ¿Y nunca fuiste con un superior o con el comisionado? –– preguntó confuso el sargento, se supone que eso es lo primero que debía haber hecho.
––Intenté un par de veces antes de lograrlo, pero no fue como lo cree. Jones sabía cuándo tenía cita con alguien en las oficinas centrales y siempre me colocaba trabas para que no llegara, salvo un día –– dijo riendo amargamente ––, fue unas semanas antes del caso del sr. Jhonsson y la Srta. Evans. No recuerdo muy bien donde estaba el sargento Jones, solo recuerdo que ese día tenía que ir junto con quien era mi compañero a patrullar por el centro de la ciudad justo donde están las oficinas centrales, vi eso como mi oportunidad para poder hablar de lo que sucedía en la estación. Indicamos por el radio que estaríamos fuera de servicio por unos treinta minutos, por obvias razones mi compañero no estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo pero no tomé su opinión en cuenta, estacioné frente al edificio y me encaminé decidido.
>>Recuerdo que ese día estaban muy ocupados, habían muchas personas, tantos policías como civiles. Creía que no iba a poder reunirme con alguien, estaba resignado a irme hasta que me topé con un capitán y el jefe de asuntos internos, era justo lo que necesitaba, me acerqué a ellos implorando porque me escucharan les dije que no les iba a tomar más de cinco minutos por lo que accedieron y nos dirigimos a la oficina de uno de ellos. Cuando la puerta se cerró solté cada una de las cosas que sucedían en la estación bajo el mando del sargento Jones, ellos escucharon en silencio sin interrumpirme en ningún momento. Cuando terminé todo mi discurso intercambiaron miradas antes de soltar las palabras más pesadas que alguna vez escuché en toda mi carrera, –– cerró los ojos mientras inhalaba profundamente para poder continuar con su relato –– el jefe de asuntos internos se acercó y me pasó un brazo por encima del hombro mientras el capitán se detenía frente a mí. Me dijeron que si aspiraba a ascender y no ser el simple novato toda mi vida tenía que dejar de ser un chismoso, ahí lo entendí, ellos estaban al tanto de lo corrupto que podía llegar a ser el sargento Jones porque ellos también lo eran. Me explicaron que como yo habían idos otros tantos con el mismo chisme, fueron los mismos que habían sido suspendidos y trasladados; los que despidieron fueron los que en sus palabras quisieron hacer el asunto más grande, quedé de piedra cuando dijeron lo último, eso no era lo que pensaba obtener cuando pisé el edificio.
––Pero no te despidieron.
––No, si me despedía en mi expediente aparecerían infracciones muy graves, a tal punto que en ningún otro estado podría volver trabajar, así que el capitán me dio una solución menos “agresiva”. Su solución fue ascenderme.
–– ¿Así fue como te ascendieron? –– Alex asintió lentamente –– pero, ¿por qué aceptaste? –– eso era lo que no terminaba de entender.
––No es como cree –– que le cuestionara eso le molestó –– tenía todas las de perder, quién sabe lo que hubieran colocado en mi expediente con tal de que su decisiones corruptas no se supieran. Fue un ultimátum no una opción, me ascenderían pero me tendría bajo su ojo, podía resolver los casos que quisiese pero a la mínima orden de Jones por dejarlo tenía que hacerlo, su respuesta lógica para no despedirme es que era bueno en mi trabajo y no podían perderme. Un minuto fue lo que me dieron para pensarlo, cuando no respondí el jefe de asuntos internos quién seguía con su brazo encima de mis hombros los sujetó con más fuerza de la necesaria mientras el capitán me daba un puñetazo en las costillas, quedé sin aire procesando todo, si no aceptaba sería peor para mí.