La maldita historia de Rapunzel

Capítulo 9

 

Alex y Sky se encontraban en el asiento trasero del coche de la familia Winne, alejándose de aquel bar a una velocidad impresionante. 

En cuanto los hombres de seguridad salieron del bar, Alex le aseguró a Sky que volverían, y ella deseaba desaparecer de allí. No quería volver a su casa bajo ningún término, así que se le ocurrió una idea. Buscó a su mejor amiga entre la gente, arrastrando a Alex por el brazo. Le explicó a Clara la situación y ella, ebria como estaba, no dudó en sonreír con malicia. Le aconsejó que saliera por la puerta trasera del bar, donde estaba esperándola el chofer de su familia, y desapareciera. 

El chofer, Christian, conocía perfectamente a Sky y, como todo el que la conocía, le tenía un gran aprecio. Ella sabía ganarse el cariño de la gente por su simpleza y autenticidad. No dudó en llevarlos a donde la señorita le pidiera. Ni siquiera dudó cuando ella mencionó el aeropuerto. 

-Estás loca -garantizó Alex, pálido. No podía creer lo que estaba haciendo, ni que fuera con ella. 

El alcohol había desaparecido de su sistema. Ante tal persecusión ni siquiera podía recordar su nombre. Estaba aterrorizado.  

¡Se había escapado de la mismísima mafia Stacy! ¡en un simple coche! 

-¿Cuánto crees que tardarán en presentarse en el aeropuerto? -señaló, tratando de no perder lo nervios-. ¡Será el primer lugar al que irán! 

Sky se rió. 

Era la primera vez que hacía una locura como esa. Escaparse de la seguridad de su madre era, realmente, una completa locura. Ella iba a volverse loca, y se tendría que enfrentar a su furia tarde o temprano. Pero, en aquel momento, no le interesaba. 

Miró a Alex con una sonrisa, advirtiendo que él estaba a punto de tener un ataque de nervios a toda regla. Le divertía saber que estaba asustado haciendo aquello, porque no parecía de los que se acobardaban con facilidad. Además, él no tenía idea sobre la influencia de su madre. 

-Sky, piensa en otro maldito lugar -le ordenó, manteniendo la calma-. El aeropuerto no es una opción. 

Ella lo pensó. 

-De acuerdo. ¡Chris, cambio de planes! -exclamó, para que el chofer pudiera oírla-. Llévanos al pantano.

-A sus órdenes, señorita -respondió él, sonriéndole por el espejo retrovisor.

Ella le devolvió el gesto y volvió a fijar su atención en Alex, que la observaba con el ceño fruncido.

-¿Qué demonios es "el pantano"? -preguntó, desconfiado. 

-Es un lugar en el que no nos encontrarán -le aseguró. 

Él se limitó a aceptar su respuesta, aunque no podía dejar de pensar que aquello era un completo error. Karol Stacy tenía contactos en todo Nueva York. No tardaría en encontrarlos. Sky no estaba pensando con la cabeza, pero no podía culparla. Se había dado cuenta de que estaba comportándose extraño, y que se debía al control obsesivo que Karol pretendía tener sobre ella. Alex estaba al tanto de todo. 

La miró. Con su mirada fija en las calles de Nueva York, Sky ni siquiera se dio cuenta de que él la estaba observando con tanta atención que podría plasmar cada una de las líneas de rostro si tuviera papel y lapiz. No se le escaparía ni un sólo detalle. Alex jamás se había sentido tan atraído por alguien, y maldijo una y otra vez su puntería. ¿No podría haber sido otra? 

Se pasó una mano por el rostro con la esperanza de aclarar sus ideas. Debía decirle a Sky la verdad, pero no tenía la menor idea de cómo hacerlo. ¿Cómo reaccionaría ella? 

El coche se detuvo y él se obligó a volver al presente. Miró por la ventana y no vio más que árboles, oscuridad y soledad. 

Automáticamente su alerta se disparó. 

No pensaba quedarse a solas con Sky en un bosque, apartados de la ciudad. Ni loco.

Estaba por decírselo, cuando ella salió del coche con una sonrisa en los labios. 

Él la imitó y se quedó maravillado ante la vista. Se encontró con un lago enorme frente a sus ojos, justo al lado de una pequeña cabaña. El lugar era alucinante, no podía negarlo, pero eso sólo complicaba más las cosas. Era el sitio perfecto para una pareja de enamorados.

-Clara y yo visitamos este lugar varias veces durante estos años -comentó ella, rodeando el coche y acercándose a la ventanilla del conductor-. Puedes irte, Chris. Te debo una -le sonrió. 

-No hay de qué, señorita -le aseguró él, y dio marcha atrás el coche para, luego, desaparecer por el oscuro camino. 

Alex respiró profundo en cuando ella lo miró. Tenía un brillo especial en sus ojos azules, iluminados por la luz de la luna. Sky percibió la inquietud de Alex y lo observó con curiosidad. 

-¿Estás bien? -preguntó. 

Él suspiró.

-No -admitió, incapaz de mentirle-. No estoy bien, Sky. 

Caminó hacia la cabaña con ella siguiéndolo, y se sentó en uno de los escalones de la entrada. Allí, se pasó la mano por el cabello y calculó muy bien sus próximas palabras. 

-Tengo un problema -anunció, sin mirarla.

-¿Quieres contármelo? -se ofreció ella, sentándose a su lado sin quitarle los ojos de encima. 

Alex sonrió con ironía. Maldita fuera su suerte. 

-De hecho, debo hacerlo -le aseguró, mirándola-. Pero no es fácil. 

Sky sospechó que, quizá, lo que Alex quería decirle tenía que ver con el beso que se habían dado. Para su sorpresa, eso no la incomodó. Se sentía cómoda en su compañía, como si lo conociera de toda la vida. Era extraño. 

-Dímelo -susurró. 

Él respiró hondo y soltó el aire con lentitud, armándose de valor para despedirse, finalmente, de ella. Decírselo implicaba eso: despedirse. Sabía que, después de eso, no habría vuelta atrás. Sky no volvería a verlo como lo veía en aquel momento, sino como lo que era: su hermanastro. 

-En el bar, me dijiste que sabías la historia de mi hermana perdida -le recordó sin mirarla, con los ojos cerrados y el corazón latiéndole con fuerza-. Pues, resulta que la he encontrado -soltó. 



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En el texto hay: romance, drama, humor

Editado: 26.01.2022

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