Karol se sirvió la quinta copa de vino de la noche con la mirada fija en la puerta. Mientras el líquido amargo pasaba por su garganta, se dijo que debía mantener el control. Aún existía la posibilidad de que se tratase de una aventura pasajera. Aún podía esperar que Alex Wilson no estuviese enterado de nada, y simplemente quisiera revivir el momento de pasión que tuvieron juntos.
Seguramente se trataba de eso.
Jason apareció y se acercó a ella.
-Los han encontrado, señora -informó, con un tono cálido-. Al parecer, han discutido y ella está volviendo ahora mismo.
Karol sonrió y lo miró.
-Creí... -pronunció, con la mirada perdida-. Por un momento llegué a creer que la había perdido para siempre.
Jason no dijo nada. Se limitó a asentir y, luego, a retirarse, dejándola a solas con sus pensamientos.
Alex había conseguido romperle el corazón, y Sky ya no tendría ningún interés en él. Finalmente, la suerte estaba de su lado y nada la separaría de su hija. Nada.
Esperó con paciencia y esperanza el regreso de Sky. Cuando ella cruzó la puerta, custodiada por tres de sus hombres, Karol respiró con alivio. La observó con ternura, advirtiendo la expresión de dolor que tenía su hija.
Sky, por su parte, tuvo que hacer un esfuerzo enorme. Evitó mirarla, con la esperanza de que no descubriera el odio que emanaban sus ojos. En cambio, intentó mostrarse simplemente decepcionada y molesta.
-Hija... -pronunció Karol, acercándose a ella-. Lo siento mucho. Sé que te duele, pero con el tiempo comprenderás que él no era para ti -dijo, en un intento por consolarla.
-Ya lo comprendí -respondió ella, forzando una sonrisa-. Fue un simple error. Iré a acostarme, mamá. Buenas noches.
-Descansa, querida.
Sky pasó por su lado y percibió el alivio que sentía esa mujer. Se obligó a mantener su boca cerrada, por mucho que le costase. ¿Cómo diablos se atrevía a consolarla? ¿cómo podía fingir con tanta facilidad?
Subió las escaleras y se encerró en su habitación, comenzando a sacarse cada una de sus prendas y arrojándolas con fuerza contra el suelo. De alguna manera debía canalizar el fuego que estaba incendiando su alma. Se sentía estúpida. Ingenua. ¿Por qué no se dio cuenta? ¿cómo era posible que jamás le hubiera dado importancia a las señales?
Caminó hacia el baño y abrió la ducha.
Deseaba salir de allí. Alex le había pedido que confiase en él, pero estaba segura de que no comprendía los sentimientos que la atormentaban.
Él no lo comprendía.
Se metió abajo del agua y permaneció allí, tratando de relajar sus músculos. Estaba totalmente tensa. El cuerpo le dolía, y su expresión no podía suavizarse por mucho que tratara.
No tenía miedo. Cada uno de sus movimientos estaba siendo dirigido por la furia que la dominaba, y la cobardía se había esfumado de su interior.
Cuando terminó, se envolvió en una toalla y se observó en el espejo. Su mirada, actitud y postura habían cambiado. Ya no era la misma, y le dolía. El sufrimiento por sentirse una idiota era demasiado fuerte como para ignorarlo.
Salió del baño y se recostó en la cama. Con la mirada fija en el techo, recordó cada una de las palabras de Alex. Su voz, su seguridad y el dolor que intentaba ocultar. No se había detenido a pensar en las palabras que él había pronunciado antes de decirle la verdad, en lo mucho que le había costado mirarla.
Se había enamorado de ella.
Sky cerró los ojos con fuerza y reprimió un sollozo.
No pudo evitar volver a pensar en ese beso y, al hacerlo, tuvo que tragar saliva. Ya no podría volver a sentir aquello. Tendría que olvidarse de Alex y todo lo que le provocaba su simple recuerdo, porque no estaba bien. Lo que pasó entre ellos había sido un error sin intención que no debía volver a repetirse. Si su plan daba resultado, ella misma se ocuparía de mantenerse lejos suyo. Por su propio bien.
No le tomó mucho tiempo quedarse completamente dormida.
A la mañana siguiente, cuando despertó, sintió que su cabeza iba a explotar.
Bajó a desayunar con un humor de perros, deseando no cruzarse con Karol. No estaba segura de poder disimular su furia y no quería arruinar el plan bajo ningún punto de vista. Debía ser fuerte e interpretar el mejor papel.
Alex se había apiadado de ella al sugerir una pelea. De esa manera, la actitud explosiva de Sky no levantaría sospechas y nadie cuestionaría la mirada llena de veneno que le dirigía a todo el mundo.
Entró a la cocina y la vio. Estaba leyendo su diario como cada mañana, con un café en la mano y la mirada clavada en las hojas. Al percatarse de su presencia, levantó la vista y la centró en su hija.
-Buenos días, cariño -la saludó con una sonrisa-. ¿Cómo te encuentras?
Sky simplemente la miró, y eso fue suficiente.
Karol sonrió con ternura. No se imaginaba que la mirada de odio que su hija le dedicó no tenía nada que ver con Alex, sino más bien con ella.
-Ya estarás mejor, te lo aseguro -dijo, convencida-. Ese joven...
Jason la interrumpió, entrando a la cocina con una expresión de alarma e inquietud. Karol no tuvo más remedio que centrar su atenció en él, esperando una explicación.
-Señora, ¿podría...? -vaciló, mirando de reojo a Sk.
La joven alzó las cejas con curiosidad y se sentó en una de las sillas, mirando fijamente al guardaespaldas.
-¿Qué sucede? -preguntó, pestañando con inocencia.
Su madre respiró hondo y le sonrió a su hija para asegurarle que todo marchaba bien, aunque no estuviese enterada de la gravedad del asunto.
-No te preocupes, cariño. Yo me ocupo -convino, y siguió a su mano derecha fuera de la cocina. Una vez lejos de Sky, preguntó de malas maneras-. ¿Qué demonios sucede?
-Alex Wilson, señora. Está aquí -susurró Jason, incómodo.
Editado: 26.01.2022