Alex esperó, parado en el centro de aquel enorme recibidor, que Sky se dignara a aparecer. Tenía los nervios a flor de piel y un miedo irracional lo consumía. ¿Dónde demonios se había metido? Intentaba ignorar la presencia de los dos tipos que había visto en el bar la noche anterior, pero lo cierto era que ambos estaban parados en la puerta de la entrada sin quitarle los ojos de encima. La expresión de triunfo que mantenían en la mirada conseguía irritarlo, obligándolo a respirar hondo para conservar la calma.
Cuando estuvo a punto de mandar todo al diablo y salir a buscarla él mismo, ella hizo acto de presencia. La miró fijamente, intentando interpretar su mirada. Naturalmente, luego de la noche anterior, los ojos de Sky se habían oscurecido y no era sencillo advertir su estado de ánimo.
Ella miró a sus guardaespaldas con dureza.
-Salgan -ordenó, y ellos obedecieron, no sin antes dirigirle una mirada de advertencia. Una vez a solas, se dirigió al hombre que estaba frente a ella, esperando alguna señal que indicara que el plan seguía en marcha. En cambio, Sky lo enfrentó-: ¿Qué haces aquí? -preguntó, cruzándose de brazos-. Debes irte.
Él frunció el ceño.
-He venido a...
-No importa -lo cortó Sky, hablando muy en serio. Se armó de valor y contuvo la respiración para soltar la siguiente frase-: No quiero volver a verte.
Los ojos de Alex se entrecerraron, demostrando así su incredulidad. Su actitud no era parte del plan, esas no eran las palabras que ella debía decirle. No dejó de mirarla, con la esperanza de que ella le explicara qué demonios estaba haciendo. ¿Por qué lo miraba como si estuviese hablando en serio?
-¿Qué estás diciendo? -preguntó, expectante.
Ella tragó saliva y respiró hondo, intentando con todas sus fuerzas mostrarse segura. Alex no era su madre. Con él, no le resultaba sencillo fingir y aquello estaba siendo una completa tortura. Lo que menos deseaba era sacarlo de su vida, pero no tardó demasiado en comprender que eso era lo mejor. Karol era capaz de cualquier cosa, y ella jamás permitiría que él estuviese en peligro. Jamás.
Lo miró a los ojos con tanta confianza que Alex parpadeó.
-Me gusta esta vida, Alex -mintió, manteniendo su frialdad-. No quiero irme de aquí. Me acostumbré a esto, y anoche llegué a la conclusión de que no vale la pena renunciar a lo que tengo -pronunció con cautela, como si estuviera rompiéndole la ilusión a un pequeño-. Lo siento.
Alex tardó más de la cuenta en reaccionar. Cuando finalmente alzó las cejas e hizo una mueca, ella tragó saliva.
Le había creído.
-¿Realmente deseas esta vida? -quiso saber, observándola con atención.
Sky apretó los labios.
-Así es -respondió.
Él no salía de su asombro. ¿Ella prefería vivir en una mentira, con tal de tener una vida de lujo? Definitivamente, se había equivocado. Sky no se parecía a Brenda. Era idéntica, de hecho, a Karol. Y tenía sentido, ya que ella la había criado. Intentó disumular su desagrado con una sonrisa amarga.
-Creo que me he equivocado contigo, Sky -admitió, y no dudó en dar media vuelta con la intención de marcharse.
Ella creyó que era necesario terminar de romperle el corazón, para que él no intentase buscarla nuevamente.
-La próxima vez asegúrate de saber de quién te enamoras, Alex -soltó, y tragó saliva para controlar el temblor de su voz.
Alex no advirtió las lágrimas que nublaban la vista de Sky. Ni siquiera se molestó en responderle. Salió de aquella casa como si cada segundo cerca suyo fuese una tortura. Se sentía un completo imbécil, pero... ¿qué esperaba? Él no conocía a Sky como para tener la certeza de que no iba a hacer algo estúpido. Se confió, y allí estaba el resultado.
Cuando cruzó el enorme portón de la residencia, comenzó a maldecir en silencio. ¿Qué iba a decirle a su madre?
Aquello era mil veces peor que no haberla encontrado nunca. Ella no quería conocer a Brenda, y ya no era una niña como para obligarla o rescatarla. Si Sky no quería, nada se podía hacer. Quizá, no estaba tan mal después de todo. Tal vez, lo de la noche anterior se había tratando de un simple capricho. ¿Quién podía estar seguro?
Lamentó cada uno de los pensamientos positivos que había tenido sobre ella. ¿Amable? ¿dulce? Y un cuerno. No era más que una niña rica carente de originalidad. ¿En qué momento lo convenció de lo contrario? ¿cómo podía ser capaz de mentir con tanta soltura?
Se alejó de aquellas calles con un dolor oprimiéndole el corazón. En su mente no dejaban de dar vueltas miles de preguntas, convenciéndolo de que nada de aquello tenía sentido. Si Sky se había mostrado tan decidida a cambiar su destino, ¿qué fue lo que ocurrió? ¿realmente había cambiado de opinión?
Decidió dejar de pensar en ella. De todas maneras, poco podía hacer. Ella ya había tomado su decisión, y él tenía que respetarla.
"Asegúrate de saber de quién te enamoras"
Alex tensó la mandíbula y soltó el aire por la nariz.
Regresó a su habitación en el hotel con un sabor amargo en el estómago. Ya no se trataba tanto de él, sino de su madre. Sabía que la noticia iba a destrozarla, y que ella se encontraba esperando pacientemente noticias suyas.
¿Cómo diablos le explicaba...?
Cerró los ojos con fuerza y se sentó en la cama, pasándose una mano por el rostro.
Aquello era una pesadilla.
Se negaba a llamar a Brenda y a contarle con detalles ese encuentro de mierda. No quería generarle otro disgusto, no cuando había sonreido con tanta alegría luego de años de tristeza. No podía hacerlo.
¿Qué ganaba Sky generándole falsas esperanzas? ¿por qué decidió, de repente, arruinar la ilusión de su madre?
Su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de su pantalón y él respiró hondo antes de revisar la pantalla.
Editado: 26.01.2022