La manifestación del amor | Completa

20

Max

¿Era posible hacer todo enojada? La verdad era que, no creía posible que una persona pudiera estar enojada todo el tiempo. Al menos eso creía hasta que los siguientes días no dejaba de gruñir por lo bajo y gritarle a cualquier ser humano que se me cruzaba. Mi hermano había dicho que a la próxima me llevaría a la iglesia para que me hicieran un exorcismo ya que según él estaba actuando peor que Emily Rose.

No sabría decir, esta era la primera vez en mi vida que sentía coraje y rencor, era como un tumulto de emociones que burbujeaban en mi estómago y esperaban a salir. Cada vez que lo recordaba a él, mi mente se nublaba y quería gritar o llorar, a veces ambas. ¿Por qué me molestaban tanto sus palabras? ¿por qué no podía pasar página y ya?

Comencé a barrer el lobby del albergue furiosamente mientras algunos animales me observaban como si acabaran de notar que mi estado de ánimo no era el de siempre. Jhonny, un perro chihuahua que saltaba todo el tiempo, no quería acercarse a mí solo me daba miradas de reojo como si estuviera asustado de mí.

—¿Qué? ¿Acaso tú también piensas que soy un problema?

El perro no respondió porque claro, era un perro y yo probablemente una esquizofrénica que no sabía cuándo callarse.

—¿Ves? Te dije, está en su momento más esquizofrénico, ahora le busca la bronca hasta los perros —señaló Alex entrando al albergue con Claudia.

—Deberías ser más comprensivo con ella, muchacho.

—Hoy me gruñó cuando pregunté algo en el desayuno, ¿entiendes eso, mujer?

Detuve lo que estaba haciendo y me quedé en silencio mirándolos con las cejas alzadas. A veces Alex tenía la tendencia a hablar de mí sin importarle que yo también lo estaba escuchando. Claudia nos miró a ambos.

En los últimos días, había buscado matar mi tiempo libre en el albergue. Me ponía a barrer pelos de perros y gatos, buscaba el más mínimo detalle para pasar horas cuidando a los animales. Claudia no podía estar más contenta, ningún voluntario pasaba tanto tiempo cuidando los animales.

La verdad era que cuidarlos me daba un tipo de terapia que a veces calmaba mi furia interior. Podía acariciar a un michi y mis pensamientos violentos desaparecían, o podía salir a jugar con los perros y me distraía.

—Cada quien lidia con sus emociones como puede —respondió Claudia de forma comprensiva.

—¿Si saben que los estoy escuchando verdad? —hablé por fin.

Alex alzó una ceja, seguía enojado por lo de esta mañana.

—Solo le comentaba a doña Claudia lo insoportable que estás últimamente.

Incliné mi cabeza.

—¿También le contaste lo insoportable que has sido los últimos veintiún años?

Me volvió a señalar como si tuviera cinco años.

—¿Lo ves?

Negué con la cabeza, ¿cómo este ser podía estar relacionado conmigo? Tenía que ser adoptado o algo. Decidí terminar de barrer el montón de pelos de animal del suelo y lo metí todo en una bolsa.

Quizá estaba siendo injusta, pero mis emociones se sentían como en un carrusel, subiendo y bajando. Me dejaban exhausta. Tenía que mantenerme ocupada para no caer en la locura y hacer algo imprudente. Lo había pensado varias veces, ¿y si iba con la prensa y soltaba mi amenaza? Ya no tenía nada que perder.

Pero luego mis pensamientos intrusivos no me permitían hacerlo.

«Él realmente te va a odiar por esto»

«Le vas a dar la razón al hacerlo»

¿Por qué a pesar de todo me seguía importando lo que pensara de mí?

Fui a los botes de basura y tiré la bolsa con furia dentro.

Quizá me importaba más de lo que quería admitir.

Al día siguiente, tenía trabajo en la floristería. Oliver y Alex saldrían de viaje el fin de semana y me habían pedido su apoyo. Yo necesitaba estar ocupada por todos los medios posibles así que acepté. Podía poner buena música mientras trabajaba en ramos arcoiris.

Llegué desde la mañana para trabajar en unos arreglos florales dedicados a las madres, estábamos a principios de mayo y ya comenzaba la temporada de detalles. Estuve pensando en varias ideas que se acoplaran al amor maternal y al final me decidí por unos ramos en forma de canasta que tenían rosas de varios colores. Escribí dedicatorias opcionales por si sus hijos no sabían qué poner, me había pasado en incontables ocasiones que venían a regalar flores pero no sabían qué decir en la nota, así que yo me inspiraba y escribía unos lindos poemas.

Estaba escribiendo varios borradores que comenzaron a salir de mi mente y que no tenían nada que ver con las madres:

«Me dejaste en blanco, confundida y aturdida, mi corazón se siente en pausa hasta que regreses»

«Odio odiarte, porque me vuelvo débil y estúpida, como una niña a la que le han quitado su juguete favorito, me siento en el patio a ver como juegan los demás cuando en el fondo quiero llorar»

Estaba siendo demasiado dramática, quizá mi fuerte siempre fue ser dramaturga o actriz, se me daba bien escribir frases dramáticas y luego llorar por ellas. Arrugué las notas y las tiré al bote de basura con furia. No era como si significaran algo, simplemente estaba jugando y ya.

Yo no sentía nada por él, solo tuvimos un momento y ya.

Regresé a mi trabajo, tratando de concentrarme en los ramos. Ni siquiera noté que ya estaba oscuro afuera cuando escuché el timbre de la entrada. Acomodé una de las canastas, dándole los últimos detalles, solo terminaría esto atendería al cliente y me iría a casa. No podía arriesgarme a salir tan tarde estando sola.

—Ya estamos a punto de cerrar —comenté.

Hubo un silencio.

Estaba bastante segura de haber escuchado el timbre de la puerta, así que fui hacia la entrada. Me detuve al verlo. Joshua estaba adentro de la tienda, mirando hacia los ramos, a cualquier lado excepto a mí.



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En el texto hay: romance, enemiestolovers

Editado: 12.07.2024

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