Max
Llevaba meses intentando acabar con empresas como La belleza de Atenea. Meses haciendo manifestaciones, hablando públicamente de mi odio hacia los corporativos que usaban a los animales como sujetos de prueba para sus productos.
Una mis mayores motivaciones en la vida siempre fue dar un hogar a todos los animales que sufrían. Pero, ¿por qué?
¿Por qué deseaba tanto eso?
Todo se remontaba a mi adolescencia y esos días cuando me enamoraba con facilidad. En la escuela conocí a un chico que resultaba tener todas las características que me gustaban: era amable, extrovertido, amaba los animales y siempre buscaba ayudar a quien pudiera.
Nos conocimos eventualmente por tener amigos en común y poco a poco, las cosas se dieron entre nosotros. Él se convirtió en mi primer amor y los primeros amores son difíciles de olvidar. En especial cuando una noche quería visitarme solo por ser romántico y tomó un autobús. Esa noche hubo una tormenta y las llantas del bus donde iba él se descarrilaron. Hubo un choque inevitable y yo tuve que lidiar con su muerte.
Estuve meses en depresión, tratando de pensar una y otra vez porqué había dejado que saliera de su casa. Era mi culpa, yo lo había matado.
Entonces mi madre llegó con aquel cachorro indefenso a la casa un día. Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, ese animal iluminó mis días. Desde aquel momento no podía ignorar a los animales, donde sea que los viera quería ayudarlos porque ellos me ayudaron a mí. Me salvaron.
Sin darme cuenta, terminé adoptando más y casi acabamos con un zoológico. Por alguna razón, quizá la culpa que me carcomía constantemente, sentía la necesidad de ayudar a todos los animales que sufrieran. Por eso mi interés en acabar con empresas que los lastimaban.
Quizá así honraba la memoria de mi ex novio.
Ahora tenía en mis manos el papel que me había dado Josh.
Él había representado para mí todo lo que no me gustaba en una persona. Era frío, antipático, odiaba los animales y cualquier cosa que en general respirara. Pero conforme lo conocía en estos dos meses llegaba a entender ciertas cosas de él.
Ahora estaba dispuesto a acabar con la empresa que él mismo dirigía. Su trabajo de años se había arruinado por un doctor que consideraba mejor usar a los animales para su conveniencia. Había logrado engañar a todos y ahora Joshua tenía que darle la espalda a su empresa. Estaba poniendo lo ético sobre sus objetivos. Algo que nunca hubiera imaginado hace dos meses cuando lo conocí.
En definitiva no era el mismo hombre que conocí, la empatía ahora parecía formar parte de él y le sentaba demasiado bien.
Estaba enamorada de él.
Después de aquella intensa conversación en el parque, Joshua y yo acordamos seguir con el plan. Íbamos a soltar la información a la prensa. Joshua había aceptado dejar su liderazgo para esto, estaba sacrificándose por ello y yo no quería que lo hiciera. Porque nada de esto fue su culpa, no era justo que pagara por las malas acciones de otros. Sin embargo era la única forma.
El papel en mi mano se quemaba. Ya había ido a entrevistar a la chica que trabajó en La belleza de Atenea. Todo estaba grabado. Ella era testigo de los documentos falsos, la suplantación de firmas y todo lo que apuntaba al doctor Williams como el culpable.
La historia estaba escrita. Lista para enviar a la prensa.
Pero aquella lluviosa tarde me encontré tomando un taxi para llegar al complejo de apartamentos donde vivía Joshua. Él me había dado todo el poder para destruir la empresa y yo no quería herirlo. Era daño colateral, pero no quería que lo fuera.
Toqué el timbre de su casa.
Mis manos temblaban, sintiendo el golpeteo de mi corazón en el pecho. ¿Se suponía que debía ignorar mis sentimientos?
—¿Si? ¿Quién es?
Su voz resonó en la caja de timbre y me vi tentada a salir huyendo.
—Josh... Soy Max —mi voz salió estrangulada.
Hubo un silencio.
—Un momento.
La puerta se abrió y ahí estaba él en pijama. Lucía extraño para mí ya que estaba acostumbrada a verlo siempre de traje con su aspecto tan pulcro. Llevaba unos lentes de lectura y nunca se había visto tan guapo. Parecía sorprendido de verme.
Yo estaba ahí parada, con mi vestido mojado por la lluvia y el estúpido papel en la mano.
«Siempre defendiste a los animales, me mostraste la compasión qué debíamos tener por ellos y ahora lo entiendo, entiendo porqué quieres acabar con situaciones como estas. Ahora te doy a ti el poder de hacer con esa información lo que tu quieras»
Él lo había comprendido todo.
Mi primer movimiento me sorprendió más a mí que él. Sin decir nada, di dos pasos y lo abracé con fuerza.
—Max, ¿qué sucede?
Sus brazos me sostuvieron, regresando el abrazo. Alcé mi cara para verlo.
—Lo tengo, lo tenemos —quería sonreír.
Josh me dio una sonrisa genuina. Era una de esas pocas situaciones que se veía tan guapo que quería besarlo. Pero me contuve.
—Eso es bueno.
Nos quedamos en silencio, observando el uno al otro como si no supiéramos como actuar ahora. El abrazo se acabó y ahora parecía algo incómodo. Joshua se aclaró la garganta.
—¿Y te mojaste así solo para venir hasta acá a decirme?
Yo me quedé en silencio, mis mejillas rojas debían delatarme.
—Yo... creí que era importante —respondí nerviosa.
Él volvió a sonreír y no dejaba de sorprenderme. Últimamente sus sonrisas eran más habituales en él y guardaba cada una de ellas. Asintió.
Podía ver su mirada, ese brillo divertido.
—Está bien, me gustas. Quiero decir, me gusta que hayas venido a verme solo por eso. No importa que pretexto sea, no dudes en buscarme.
Ahora los dos parecíamos dos adolescentes nerviosos. De nuevo estaba esa actitud suya a la que no me acostumbraba, los coqueteos, las sonrisas constantes.