La manifestación del amor | Completa

40

Josh

Tenía varias llamadas perdidas de Max cuando acabé la reunión en la sala de juntas. Intenté comunicarme con ella de regreso sin obtener respuesta.

Tras haber regresado a casa después de ese extraño secuestro, en mi mente no dejaba de repetir que la persona que dirigía a Williams y todos esos hombres era alguien que ya estaba trabajando en La belleza de Atenea. Alguien que tenia que estar lo suficientemente cerca de mí como para saber cuál sería nuestro siguiente movimiento. Ya no podía confiar más.

Todos mis sentidos estaban alerta buscando a un culpable. Entonces esa noche, después de que llegara a casa y que Kennedy estuviera esperando le vi sonreír de manera extraña, había algo extraño en su actitud desde el momento que Max se fue.

No supe determinar qué, pero parecía que al ver a Max con aquel aspecto triste le alegró. Luego se acercó hacia mí y dijo algo aún más extraño:

—Supongo que la señorita Max por fin resolvió un problema en vez de generarlo.

Sonaba divertido, casi como si hubiera esperado todo ese tiempo para decirlo.

Al principio, pensé que no tenía razones para sospechar de Kennedy. Era de los pocos empleados que siempre fue fiel a mí y nunca me generó problemas. Pero no fue hasta ese momento que entendí que no sabía nada de su vida.

¿De verdad era un amigo o solo yo me hice esa idea?

Aquellos años que pasé junto a él, siempre me ayudó. Si yo no encontraba la solución, él llegaba mágicamente con una. Éramos un equipo y por eso nunca puse en duda su lealtad. Recordé como había retrasado por semanas la lista de empleados que le había pedido. Siempre con pretextos que creí aunque fueran excusas tontas.

Lo cierto era que para que alguien falsificara mi firma, debía conocerla a la perfección. Y Kennedy sabía todo sobre mí, recogía los documentos que yo siempre firmaba. Sabía incluso parte de mi vida personal.

Cuando ingresé a La belleza de Atenea, nunca le vi el rostro al verdadero dueño. Las grandes decisiones siempre las tomó la junta directiva. Pero Kennedy llegó un poco después de mí y enseguida estuvo trabajando a mi lado. Fue casi simultáneo.

Quería pensar que solo era mi desconfianza, porque no había manera de que Kennedy, el asistente en el que tanto confié me hubiera traicionado de esta forma. Entonces llegué a mi oficina y la puerta semi abierta me permitió ver el cabello azul de Max.

«Era una garantía, por si algún día su tonta moral decidía traicionarme y no me equivoqué. Tenías que llegar tú para poner en duda sus decisiones»

La voz tan reconocible de Kennedy dentro de la oficina. Apenas tuve tiempo de escuchar lo que respondió Max cuando me asomé y vi como él se acercaba a ella, entonces al verme se detuvo. Cierta sorpresa brilló en sus ojos.

—¿Qué sucede? —exigí.

Max abrió su boca, parecía no saber que decir. Kennedy sonrió, muy pocas veces lo hacía.

—Estábamos esperando a que saliera de su junta, señor.

Hasta ese momento, seguía pretendiendo ser mi asistente. Max negó.

—Fuiste tú, todo este tiempo, ¿no es así?

Él se encogió de hombros.

—Hubiera sido perfecto si tu tonta novia no se hubiera entrometido. Si tan solo tú ni hubieras sido tan tonto como para enamorarte.

Me adelanté para protegerla de él, Max me miró asustada. Tan pronto me acerqué a ella, me apretó el brazo.

—Muchas cosas encajan ahora, tus leves intentos de alejarla. Tu falsa ayuda con la investigación. ¿Por qué?

Seguía sin comprenderlo, todos estos años había dado mi mayor esfuerzo a su compañía. Había subido los números, había mejorado muchas cosas y él solo decidió que era prescindible cuando estuve en desacuerdo con algo que no era ético.

Mi decepción aumentó al darme cuenta que ni importaba donde uno pusiera su esfuerzo, seguía siendo un empleado más que podía ser sustituido en cualquier momento y a la compañía no le importaría. Mis logros iban a quedar enterrados y ahora Kennedy quería deshacerse de mí.

—No lo tomes personal, Joshua. No se puede dirigir bien una compañía si no estas cerca para ver sus avances, ser tu asistente me daba ese beneficio. No planeaba usar todas esas firmas falsas en contra tuya, de verdad, pero ella —señaló a Max con odio —tenía que entrometerse.

Max lo miraba con odio y parecía que en cualquier momento saltaría sobre él así que la tomé de la muñeca.

—¡Eres una basura! Josh te dio todos esos años de trabajo y esfuerzo ¿y así es como le pagas?

Kennedy se rió.

Ella intentó soltarse de mi agarre pero fui más rápido y la tomé de la cintura para sacarla de ahí. No podíamos seguir provocándole. Ella me miró entre confundida y molesta cuando nos encontramos en el baño, donde nos encerré con seguro.

—Escucha, encontraremos una solución —le dije.

Sus ojos estaban brillantes de ira contenida y una parte de mí se sintió feliz de verla defenderme de una forma tan leal.

Entonces una sonrisa comenzó a crecer en sus labios, la miré confundido. Hace tan solo segundos tenía aspecto de querer asesinar a alguien. ¿Cómo podía cambiar de una emoción a otra tan rápido?

—¿Por qué me estás sonriendo de esa forma tan extraña?

—Quizá ya tengo una solución.

Y sin esperarlo, metió su mano debajo del escote de su vestido. Definitivamente no estaba comprendiendo qué sucedía en ese momento. Abrí la boca pero no encontré nada para decir.

Ella sacó un objeto pequeño qué debía de haber guardado… en su… brasier.

—Es un micrófono —comenté como estúpido. Max asintió.

—Lo traje conmigo, sabía que esto iba a ponerse interesante —dijo orgullosa de sí misma.

—Creo que ves muchas películas, Maxine —sonreí sin poder evitarlo. Se veía muy graciosa con su aspecto de espía.

Ella asintió y conectó el micrófono a su celular para mostrarme la grabación.

—Oye no subestimes el poder del entretenimiento.



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En el texto hay: romance, enemiestolovers

Editado: 12.07.2024

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