Capitulo 18: La Mañana de la Batalla
Me remuebo incomoda por la luz que pega directo a mis ojos. Al darme la vuelta para seguir durmiendo me caigo de bruces al suelo, ayer me quede dormida encima del arbol caido.
- Auch- Las rodillas me duelen a morir por el golpe que me he dado.
Me levanto con ayuda del arbol que tengo al lado y miro a mi alrededor, el bosque esta verde y brilla con el sol. Hay un pequeño camino por el cual he venido hasta aquí. Comienzo a caminar hasta el campamento que tienen montado en el bosque.
Al llegar la gente se esta preparando para ir a la guerra, tanto hombres como mujeres se visten y afilan sus armas.
Al llegar a la que es mi tienda me encuentro al Italiano sentado en mi cama.
- Donde estabas? –
- Ya te lo dije. –
- Muy bien al final has ido me alegro por ti. Pero no conozco a esa elisabeth de nada. La has llamado tu hermana y que yo sepa no tienes hermanas. – Rudeo los ojos ya muy cansada de sus pataletas de niño pequeño.
- Mira hay muchas cosas que tu no sabes de mi. Asi que hazme el fabor de no preguntar cosas que no te incunben. – El me mira boquiabierto como si no lo creiera.
- En tu vida me has hablado asi. –
- Me da igual. Hay muchas pero que muchas cosas que tu no saben. Y creeme cuando te digo y te sugiero que no sigas haciendo pregunas. –
- Porque? – Me giro y le pongo el cuchilo que llevaba guardado en la garganta.
- Porque si no eres hombre muerto. Sabes con migo o con unas pocas de las chicas te iria bien porque no nos gusta torturar. Pero si te coge mi hermana Elisabeth creme que desearas no haber nacido. – Me mira con los ojos bien abiertos, se que me estoy excediendo pero no estoy mintiendo, nos tocaria matarlo sin duda.
Lo suelto y me comienzo a desbestir para ponerme los pantalones junto a la camisa blanca que me llevare al campo de batalla. Tambien me pongo el abrigo de piel de oso y me recogo el pelo haciendome unas trenzas y atandolas con cuero. La espada la llevaba puesta en el cinturon y las botas heran altas y las llevaba atadas con cuerdas.
Cuando estuve sali de la tienda en direccion a Aren que se encontraba sentado bebiendo sidra junto a su padre.
- Hola. – Me siento a un lado y Aren me sonrie en cambio su padre me mira con aires de superioridad.
- Pense que te habias marchado porque tenias miedo. Ya que no etsbas en tu tienda de campaña. –
- No le temo a la muerte.Me he enfrentado a ella demasiadas veces como para ahora asustarme. – Lo miro, recordando mi pasado. – El que no durmiera en mi tienda no tiene nada que ver. –
- Me algro. Espero que pienses lo mismo en el momento en que veas una espada cerca de ti. –
No quise seguir hablando asi que me marche. Yo no le temia a la muerte, pero el se que si. El Italiano es alguien complicado y el miedo suele dominarlo por comleto. Mientras me dirigia hacia su tienda de campaña vi a alguien salir de alli, no parecia uno de los nuestros. Era extraño ya que el no era una persona realmente sociable, al único que aceptaria ver en verdad es a mi apa. Me dijo Elisabeth que el habia vuelto, que habian atacado a mas de nosotras durante estos últimos dias. Se bien que el seria capaz de lo que fuera por volver a tenerlo todo, pero no creo que sea capaz de vendernos. Cierto? Mi cabeza da mil y una vueltas asi que en vez de ir a reclamarle decidi marcharme y adentrarme en el bosque para tranquilizarme. Cerca de la pequeña aldea solo se escuchaban los gritos y las risas de los hombres asi que decidi alejarme mas y poder tener mi rato de paz.
Segui caminando durante mucho tiempo y en el camino solo se podia escuchar el cantar de los pajaros, el viento producia una musica armoniosa al chocarse con las ojas de los arboles y los animales paseban tranquilos por el bosque. Cuanto mas me adentraba menos ruidos habian, las personas ya no se escuchaban, tampoco los pajaros ni siquiera el viento. Me recordaba tanto al infierno, aquel sitio donde estuvimos viviendo todas durante tantisimos años.
Conforme iba abanzando empeze a escuchar unas voces que venian de delante, algo que me parecio extraño. Segui abanzando hasta que logre detectar una voz.
- Tanto Cris como Elisabeth estan aquí señor. –
- Hay mi pequeño pajarito sigue viva. Esa niña me sorprende cada dia mas. – Su pequeño pajarito. Me paralice, ese era el apodo que le puso apa a su hija Elisabeth.
- Si asi es señor. Que desea que hagamos? –
- Dejadlas, se que Cris lograra escapar es una chica muy inteligente pero Elisabeth tiene preicipios asi que no se marchara hasta encontrar a las demas y decirles que yo sigo aquí.-
- Señor que desea que hagamos con el informante? –
- Ese Italiano no es mas que un bocazas, nunca me a gusatdo. Dejalo, seguro tarde o temprano la cagar. –
- Como ordene. – Empeze a escuchar unos pasos acercarse asi que empeze a retroceder lentamente.
- Espera. – Grito apa. – Sabes deseo que vijiles a Cris. Seguro ella sabe donde esta mi pajarito. Ya es hora de que vuelva a su jaula. –
- Si señor. –
Logre esconderme detrás de un arbol antes que me vieran. Apa esta obsesionado con Elisabeth, esta totalmente enfermo.
Comenze a retroceder con un millon de preguntas mas las cuales no podia responder.
Empeze a correr en direccion a mi tienda de campaña, no pudo creer que me este volviendo a hacer exactamente lo mismo. Mientras corro sin mirar a mi alrededor noto como alguien me agarra de la cintura y me levanta. En ese momento he sentido un temor asfixiante, deseba que no fueran ellos. Lo pedia con todas mis fuerzas y lo único que esperaba era que si eran ellos que no me volvieran a hacer vivir aquel calbario, que me mataran y ya.
- Hola Cris. – La voz de Aron entro por mis oidos y me alegre tantisimo de verlo que me di mediavuelta y lo abraze con todas mis fuerzas.
- Aron. Me alegro tanto de que seas tu. – Me mira lago extraño.
- Que quieres decir? Has visto a mas personas aquí? – Negue rapido con la cabeza y decidi no contarle nada ya que no lo entenderia.
- No te preocupes. Te puedo hacer una preguta? – Se que es una maldita locura, pero es la única alternativa que encuentro.
- Si claro. –
- Que harias si supieras que alguien te a traicionado? – Duda durante unos segundos pero despues contesta muy seguro.
- Una traicion se debe pagar con la muerte. Aunque tambien es depende de la traicion que sea. Porque lo preguntas? – Vuelvo a negar y me separo de el.
- Bien muchas gracias. No te preocupes era solo una pregunta. – El asiente y le sonrio.
- Por cierto. Es hora, debemos marchar. – Vuelvo a asentir y marchamos de vuelta a las tiendas de campaña.