La más perfecta imperfección

Primer día, primer caos

El sol ni siquiera había salido del todo y ya estaba despierta. No porque quisiera, claro. El despertador sonó con su típico pi-pi-pi insufrible, como si estuviera feliz de arruinarme el sueño.

-Hoy no, por favor -murmuré, abrazando la almohada con desesperación.

Pero no hubo caso. Mamá entró como una ráfaga de energía con olor a café.

- ¡Arriba, mi amor! ¡Primer día de clases! -dijo mientras corría las cortinas de golpe.

La luz me pegó directo en la cara.

-Esto es violencia -gruñí.

-Y lo vas a superar con peinado, perfume y buena actitud. ¡Vamos! -cantó, y desapareció por el pasillo como una estrella de un musical escolar.

Suspiré, me senté en la cama y me quedé un segundo mirando mi escritorio. Todo estaba en su lugar: mis libros ordenados, una flor seca dentro del cuaderno de literatura, y mi vestido favorito colgado en la silla. Blanco, con pequeñas margaritas amarillas. Me lo puse despacito, como si fuera una armadura para enfrentar al mundo.

-Podés hacerlo -me dije en voz baja frente al espejo, mientras acomodaba una flor en el pelo-. Si sobreviviste al campamento de sexto grado, esto es pan comido.

El colegio estaba a unas cuadras. Caminé despacio, mirando los árboles, los jardines... siempre miro los jardines. Me gustan las flores como a otros les gusta el fútbol. No entiendo cómo algo tan simple puede ser tan lindo.

Cuando llegué al portón, todo era un caos: alumnos corriendo, padres dando instrucciones como generales de guerra, mochilas volando, risas, gritos, un chico llorando porque se olvidó la cartuchera (lo entiendo).

Me quedé parada unos segundos, observando. Me sentía como un personaje nuevo entrando en una serie ya empezada. Hasta que, de la nada, apareció una chica de cabello rojizo recogido en dos trenzas y una sonrisa gigante.

-¿Sos nueva, no? -me dijo sin presentarse ni nada.

-¿Se nota tanto?

-Más que una empanada en una dieta. Soy Lili -dijo estirando la mano-. Y sí, sé todo sobre este colegio. Todo.

-Pilar. Y bueno... necesitaba una guía -respondí, un poco nerviosa.

-Perfecto. Yo hablo, vos escuchás y fingís que me estás prestando atención. Vamos. Y sin preguntar si quería, me tomó del brazo y empezó a caminar conmigo por el pasillo como si fuésemos amigas desde el jardín. Al principio me pareció raro, pero tenía algo contagioso. Como un terremoto simpático.

-Allá están los del último año, parecen salidos de una telenovela, pero la mitad no sabe ni escribir "literatura". Esa de pelo rojo es Jazmín, mejor no le hables si no querés que te analice el alma. A los profes les dice "bro".

-Qué miedo -dije entre risas.

-Y esa que parece directora de casting es nuestra preceptora. No le digas nada si estás tarde, solo mirala a los ojos y decíle "hubo tráfico emocional". Le gusta la poesía.

Me reí fuerte.

-¿Y vos cómo sabés tanto? -Soy chismosa. Nivel experto. Vos también tenés pinta de chismosa, ¿o me equivoco?

-No lo niego ni lo confirmo -respondí, levantando una ceja.

-Confirmado. Vas a encajar.

La primera clase fue Lengua. El aula era bastante normal: paredes blancas con pósters de autores que parecían tristes, pizarrón negro lleno de polvo y un ventilador que giraba como si estuviera luchando por sobrevivir. Me senté al lado de Lili en la segunda fila, porque según ella:

—Primera fila es para los que quieren impresionar al profe, y la última es para los que quieren dormir. Acá estamos justo en el punto ideal: lo suficientemente cerca para fingir que nos importa y lo suficientemente lejos para hablar sin que nos vean.

Apenas apoyé los codos en el banco, ella ya estaba garabateando en su cuaderno.

—¿Qué hacés? —pregunté, mirando su hoja.

—Un bingo de clase. Cuando complete la hoja, grito "¡LENGUA!" en lugar de "bingo".

—Eso no tiene sentido —me reí.

—Tampoco lo tiene leer el Quijote a las ocho de la mañana, y mirá lo que estamos por hacer.

En ese momento entró la profesora. Alta, con un rodete apretado y anteojos gigantes que hacían que sus ojos se vieran como lupas.

—Buen día, chicos —dijo con voz grave, seria, como si estuviera narrando una tragedia griega.

Lili me susurró:

—Esa es la profe Vera. Le gusta la poesía oscura y tiene una planta en la sala de profesores a la que le habla como si fuera su hija. Una vez la retó porque "no crecía suficiente".

—¿Estás inventando todo eso?

—¿Querés apostar?

No respondí, porque en ese momento la profe escribió su nombre en el pizarrón con tiza. Era de esas que presionan tanto la tiza que parece que va a atravesar el muro.

—Hoy no vamos a dar contenido, quiero conocerlos un poco —dijo.

—Perfecto —murmuró Lili—. Primer punto de mi bingo: "profe que no da clase el primer día".

La profesora empezó a preguntar nombres uno por uno. Cuando llegó a mí, traté de sonar tranquila:



#1858 en Novela romántica

En el texto hay: amorjuvenil, secretos, voley

Editado: 11.07.2025

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