Leila miró las fotografías que le había enviado Mia con sentimientos conflictivos. Ella no sabía qué pensar de semejante acción. Leila estaba al tanto de que en la actualidad las relaciones entre las personas eran un poco desordenadas, pero no pensaba que esa rubiecita formaba parte de todo ese enredo.
¿Qué hago? ¿Será que le gustó? Pero a mí me gustan los hombres.
— No, no me voy a preocupar.
Leila suspiró mientras le echaba un vistazo a las fotos que le envío Mia, sus mejillas se sonrojaron, se sintió avergonzada, por lo que, intentó eliminar aquellas imágenes, pero no pudo hacerlo.
— Las voy a guardar por si llegan a ser necesarias. Aún no estoy segura si ella es una amenaza para Carl y Emily. Pero siendo sincera parece un poco tonta. No creo que sea tan mala.
Leila lanzó un suspiro, luego tiró su celular sobre la cama, se sintió frustrada con la situación que estaban pasando Carl y Emily. Ella sabía que estaba siendo irracional por meterse en los asuntos familiares de otra persona. Pero no podía evitar hacerlo.
Carl y Emily significaban mucho para ella, habían sido amigos desde la infancia. Su madre era amiga de la difunta duquesa Alexia, por lo que, en el pasado visitaba la casa del duque a diario haciendo que se familiarizaran.
Leila sabía más que nadie lo triste que estaba Emily al ver que sus padres se odiaban, y lo desamparada que se sintió cuando murió su madre y descubrió que la razón de toda su amargura era la traición que su padre cometió en el pasado.
Por lo que no podía simplemente mirar desde las sombras. No cuando podía ver la tristeza en la mirada de su amiga. Así que había planeado hacer que Mia se vaya por su propia voluntad. Sin embargo, como no deseaba que Emily se sintiera responsable, fingió que estaba molesta por el comentario de Bastián.
Después de todo, a ella no le importaba lo que hacía o dejaba de hacer ese bastardo.
— Todo esto me está dando un dolor de cabeza.
Leila frunció los labios, luego se levantó de la cama y se puso un traje ligero para ir a entrenar. Sintió que necesitaba descargar la frustración que sentía balanceando su espada.
— Señorita, ¿necesita algo? — cuestionó una empleada.
— Voy a entrenar, que nadie me moleste — ordenó.
La empleada asintió en respuesta mientras miraba con admiración el porte heroico y la mirada llameante en los ojos de Leila.
Cuando Leila llegó a la sala de entrenamiento se encontró con Bastián y Ciel. Ambos parecían estar discutiendo. Leila decidió escuchar su plática antes de hacer notar su presencia.
— No sé que estás planeando, Bastián, pero deja a Mia en paz. Tú y Leila no deberían acosarla.
Ciel amenazó a Bastián, pero Bastián no se sintió amenazado por sus palabras, es más hasta soltó una carcajada como si le hiciera gracia.
— ¿Por qué? ¿Acaso te gusta? Te recuerdo que ella es la hermanastra malvada de Emily. Debes estar del lado de Emily no de ella. Emily ha estado triste desde que esa rubiecita apareció. Así que, ¿por qué no hacemos que se vaya?
Ciel frunció los labios, parecía que estaba a punto de llorar, sus ojos incluso parecían rojizos como si estuviera siendo acosado.
— Emily ni siquiera te pidió que le hagas algo. Así que no te metas en sus asuntos. Ella no te lo agradecerá.
Bastián cruzó las piernas mientras se enfrentaba a la mirada llorosa de Ciel.
— Ciel, repito, ¿acaso te gusta?
— Ella me agrada, es divertida y amable. No sé si me guste de forma romántica. Pero, eso no es lo importante. Si para protegerla debo decir que me gusta, si me gusta y yo parezco gustarle.
Después de que dijo esto, las mejillas de Ciel se sonrojaron y sus labios se arquearon en una sonrisa.
— No importa cuánto te gusté solo es una beta. Tus padres nunca aceptarían esa unión a menos de que sea tu compañera destinada. A lo mucho solo la puedes tener como una mascota, un juguete, nada más. Es más, quizás cuando me convierta en próximo rey, la convertiré en mi mascota.
Ciel apretó los puños con indignación.
— ¡El trono aún no es tuyo! ¡Y no hables así de Mia!
— Lo será. De eso no hay duda. En cuanto a tu Mia, parece que le agrado. Creo que no rechazará mi oferta.
— ¿Qué estás diciendo? Yo le agrado más, bastardo.
Leila se aclaró la garganta para que noten su presencia. Ella no pudo evitar pensar que en cuestión de gustos, ella le gustaba más a Mia. Incluso le envío sus nudes. Por lo que miro a Bastián y Ciel con condescendencia. Sin embargo, aquel par estaba tan metido en su discusión que ni siquiera les importó que ella estuviera presente.
— Soy tu futuro Rey, ten más respeto — habló con molestia Bastián.
Ciel rápidamente refutó sus palabras. — Aún no lo eres. Y, ¿acaso te olvidaste de Asther? Él también tiene las mismas posibilidades de convertirse en Rey que tú.
Bastián soltó una carcajada como si hubiera escuchado algo chistoso. Luego miró a Ciel como si estuviera viendo a un tonto.
— Creo que tus padres te han protegido demasiado y te han hecho vivir dentro de una burbuja. O bien, ¿eres tonto? ¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te das cuenta? Asther bien podría morir en este momento y a mi padre no le importaría. Ni siquiera lloraría. Así que seré el Rey y es mejor que te vayas acostumbrando a recibir mis órdenes, Ciel. No seré tan indulgente como ahora cuando esté en el trono.
Tras decir eso sonrió de manera fría. Bastián caminó hasta donde estaba Leila y colocó una mano sobre su hombro.
— Más tarde, te llamó, querida. Luces encantadora como siempre.
Sí, está era la razón por la que a Leila no le agradaba Bastián.
Por qué no era más que un absoluto lunático al que le gustaba disfrazarse de buena persona. Un hipócrita que utiliza un disfraz de caballero cuando solo era un rufián que veía a los demás como piezas de ajedrez a las que podía utilizar de manera egoísta a su antojo. Un cazador que se regocijaba en el dolor ajeno. Pero este cazador tenía un punto débil: Emily.
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Editado: 17.11.2024