Suspiré mientras miraba a Ciel sostener su saxofón. Tal parece que este día no iba a escapar de su tortura.
Antes de que saliera a la hora del almuerzo, el chico había acampado en la entrada de la puerta del salón. Luego me había secuestrado y llevado a la sala de música. Ni siquiera me dio el tiempo suficiente para reaccionar. Incluso, cuando le dije que no había comido, Ciel me mostró dos sandwiches.
— Ayer me dejaste esperando. No quería que te escapes otra vez.
Esa fue la excusa que dio para sus acciones irracionales. Mientras pensaba en el sufrimiento que iban a tener que pasar mis oídos, no pude evitar pensar si era una buena idea renunciar. Sin embargo, al notar su mirada emocionada junto con sus mejillas sonrojadas, no me atreví a hacerlo. Miré con curiosidad detrás de su espalda para comprobar si tenía alas. Luego volví a mirar sus ojos llorosos.
¿Cómo podría verse como un conejito? Dulce y tierno. ¿Cómo era posible que se viera tan ingenuo como si la oscuridad del mundo no pudiera tocarlo?
— Lo que sea. No creo que vaya a morir. A lo mucho solo me quedaré algo sorda — susurré para mí misma a modo de consuelo.
— ¿Dijiste algo?
Ciel preguntó confundido, agarró su saxofón como si fuera su única pajita salvadora, sus ojos azules como el cielo en un día despejado me miraban con preocupación. Parecía haber escuchado mi comentario.
— Nada. Continúa. Vamos a ver cuánto has mejorado.
— Pero, ¿no se supone que tú eras la que me ibas a enseñar? ¿No dijiste que eras la mejor? — dijo mirándome de manera sospechosa.
¡Ups! Había olvidado por completo que había dicho eso a modo de juego. Lo que no era nada raro en mí. Yo y mi irresponsable boca que nunca aprende de las lecciones del pasado.
— Bueno, en realidad, ni siquiera sé tocar la flauta.
Ante mi confesión Ciel estrecho sus ojos, mientras me daba una mirada acusadora. Se mordió los labios como si estuviera a punto de decir algo o de echarse a llorar. Él parecía traicionado. Devastado.
— ¡Me mentiste! — al final soltó.
— No te mentí.
— Si lo hiciste. Me estás mintiendo de nuevo.
— No, o bueno si, o bueno no sé. Pero para decir si una música es buena o no, no es necesario saber tocar un instrumento, basta con tener buen oído — lo consolé.
Ciel suspiró mientras dejaba caer su saxofón. Luego se dejó caer en el suelo y agachó su cabeza haciendo que no pueda ver la expresión en su rostro.
— Creo que debería solo renunciar a mi sueño. No creo que sea tan bueno.
No sabía la razón, pero me sentí un poco incómoda con sus palabras. Tal vez porque yo era la causa de que la burbuja en la que este muchacho vivía se hubiera roto. Después de todo, si no fuera por lo que le dije, Ciel aún seguiría pensando que lo que él tocaba era música abstracta.
— Mi nana dice que es bueno saber cuándo rendirse. Pero también dice que para triunfar en algo necesitas disciplina y perseverancia. Y pienso que tienes ambas, Ciel. Así que no te rindas con tu sueño. Al menos no hasta que des la última pelea.
— Pero he estado practicando desde pequeño, y no ha habido ningún resultado. Incluso las canciones sencillas se convierten en algo diferente cuando las entono. Ya no me puedo seguir engañando con que mi música es abstracta — murmuró cabizbajo.
Me mordí el labio, mientras reflexionaba qué hacer para que esté angelito no esté triste, no tuve que pensar demasiado, pronto una idea se formó en mi cerebro, luego me puse a su mismo nivel y sujeté sus mejillas con mis manos, sus ojos llorosos me miraron con confusión.
— No estés triste. Hagamos el último esfuerzo. Sabes, siempre he querido aprender a tocar el piano. Así que, ¿por qué no me convierto en tu compañera? ¡Qué tal si encuentras un buen instructor que nos enseñe! — dije de la manera más animada que pude.
Ciel dudo por un momento, para luego sonreír, sus ojos se curvaron de una manera hermosa, por un momento sentí que había una aureola encima de su cabeza. Me tapé la cara mientras trataba de controlar mi agitado corazón.
No quería morir a causa de su exceso de ternura.
— Eres tan extraña. Pero me agrada la idea. Voy a buscar un instructor que sea sincero y que no solo me alabe sin sentido como los anteriores. Creo que por eso no he podido progresar — se quejó. — Ninguno me ha estado enseñando en serio.
— Eso sería bueno — le dije sonriente mientras me levantaba y me daba la mano — Ahora vamos a clases.
Ciel aceptó mi gesto de ayuda, luego me miró con preocupación parecía que quería decir algo, pero no sabía cómo decirlo.
— Mia, por si acaso, ¿Leila o Bastian no te han estado molestando?
— Curiosamente, no — respondí un poco avergonzada.
Después de todo, aún recordaba cómo le había enviado por error a Leila unas fotos comprometedoras.
— ¿Segura? No necesitas ocultarlo si te están molestando. Yo te protegeré — murmuró con el rostro rojo.
¡Oh! ¡Este chico! ¿Cómo podía ser tan lindo y adorable?
— No, nada. No te preocupes, yo me sé cuidar sola — le dije.
Después de todo, siempre he estado sola.
— Bueno, pero si te dicen algo o te hieren, solo dime. Te ayudaré.
— ¿Por qué quieres ayudarme? No sería mejor no hacerlo. Ellos son tus amigos.
— Tú también eres mi amiga. Y ellos… ellos son unos psicópatas. No te preocupes, te protegeré — dijo con una sonrisa cálida.
Al notar sus sinceras intenciones un sentimiento cálido recorrió mi interior. Así que, así es como se siente ser protegida por alguien. Sin pensar abracé a Ciel. Al estar en sus brazos no pude evitar pensar en los cálidos brazos de mi nana. Los abrazos que me daba mi nana se sentían tan amorosos como si dentro de sus brazos estuviera segura de cualquier peligro. Sin embargo, el abrazo de Ciel se sentía incómodo, como si él no estuviera acostumbrado a abrazar, incluso sus brazos permanecían a sus costados, por lo que el abrazo se sintió algo unilateral.
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Editado: 17.11.2024