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EL ENCUENTRO

El Encuentro

            George y Romina llegan en el automóvil al elegante complejo de casas y edificios de Calhoun-Isles al sudoeste del centro, y se dirigen Bryn Mawr, lugar en donde George aparca su lujoso Buick color plata frente al estacionamiento cerrado de su casa el que se abre automáticamente para dar paso a los recién llegados.

Al entrar a la estancia principal, se escucha una bella melodía grabada la que acompaña a una educada voz. Se trata ni más ni menos que de la destacada y famosa Sylvia Moraes. La soprano hace cesar la música y desde la planta alta dirige su voz hacia la estancia donde se encuentran George y Romina quien temerosa mira hacia el lugar de donde proviene un cariñoso saludo:

  • Papá, papá, donde andas, es tardísimo y no hemos desayunado!

Con voz pausada, George le contesta, mirando a Romina que tienen una visitante,  advirtiendo que se trata de una mañana diferente, como las que ya han vivido en otras ocasiones cuando consiguieron contactar a Laura, la esposa fallecida de George y madre de Sylvia, lo que obedeció a que después de una larga agonía y de numerosas entradas y salidas del hospital, falleció una fría mañana de abril.

La bellísima soprano ataviada con unos sencillos pantalones ajustados color miel, y un suéter color café moka, dirige su mirada hacia la desconocida y tomándola por el hombro la conduce hacia la cocina en donde se encuentran con el silbido de una tetera china lo que les anuncia que el té está listo.

Tomando de una alacena tres tazas con sus platos, Sylvia les acomoda relucientes cucharas finas de acero a cada una y las pone ante la mesa en los lugares ocupados por los recién llegados. El té se sirvió humeante.

  • A ver, papá, me puedes decir los que está pasando?
  • Mira, hija verás, esta chica tiene pocas horas de haber dado a luz a sus gemelos, y al parecer una extraña mujer le arrebató a uno de ellos. Lo que sucede es que como le platico a esta joven mujer en alguna ocasiones has tenido éxito en contactarte con personas que se encuentran a distancia e incluso le platiqué que escuchas lo que dicen y si te es posible, puedes traducirlo y saber lo que pasa con ellos, pero verás, le he asegurado que con toda seguridad te será posible localizar a la extraña mujer que le arrebató a su pequeño y no sé como pero sé que es cierto.

El rostro de la joven se tornó sombrío y el brillo de sus bellos ojos color miel pareció desaparecer por unos instantes, pero enseguida, volvió su mirada hacia Romina quien tenía sus ojos secos de tanto llorar y le dijo con cierto aire de gravedad:

  • Pues sí, es cierto. Son episodios que me provocan un gran desgaste físico y mental que me dura por días e incluso he notado que me hace perder súbitamente de peso y un gran cansancio; Afortunadamente no es nada que pase a otros malestares, pero necesito que me cuentes todo desde un principio.

Las dos mujeres de manera imprevista se encontraban frente a frente y sus miradas se tornaron ansiosas y expectantes, por lo que la joven soprano le preguntó:

  • Que edad tienes?

Romina, sin inmutarse le respondió:

  • Tengo 27 años, los acabo de cumplir el pasado 15 de marzo.

A Sylvia, le recorrió un sudor frío la espalda, sin encontrar una explicación para sí misma y sin agregar comentario alguno y tomándola de ambas manos le ordenó:

  • Ponte de pie.

En ese instante, Romina se puso de pies y enseguida se puso de rodillas para no caer, pues ante sí tenía a una mujer de exactamente su misma estatura y complexión, y fue entonces que balbuceó:

  • Sabes, siento algo extraño, por un momento he dejado de sentir la angustia y preocupación que vengo arrastrando. Agregó que la raptora era de aproximadamente 35 o 40 años, rubia con el cabello desenmarañado y recogido en un descuidado chongo. Que su acento al hablar era sumamente extraño y que en su mal inglés, le explicó que el bebé era muy hermoso, que le había tocado la frente y que el bebé, sin explicación alguna se agitó en sus brazos; y que fue en ese preciso instante cuando le platicó que hacía algunos años, ella había tenido un bebé y que en trágicas circunstancias, murió en su cuna, aunque ella pensaba que había sido de frío, pero que un médico le indicó que había muerto ahogado en su propio vómito.

Romina, entonces, pudo observar que gruesas lagrimas corrían por el rostro de la aparecida mujer y conmovida le tendió al bebé para que lo abrazara, esperando mitigar sus dolorosos recuerdos, y en ese momento cuando súbita e inesperadamente, la mujer echó a correr perdiéndose entre unos macizos de plantas para desaparecer ante la mirada confundida de la joven madre, quien después de algunos instantes los que parecieron una eternidad, reaccionó y emprendió una persecución inútil, pues la extraña mujer ya había desaparecido.

Sylvia, por un momento confundida, balbuceó:

  • Te creo. Calma, por ahora solo mantén la calma, toma tu té y veremos que podemos hacer, tienes que aclarar tus ideas y descansar un poco, después tomaras un baño, te daré ropa limpia comeremos un poco de” felloada” que voy a preparar, sabes, mi madre era brasileña. Yo nací cuando ella tenía 27 años en Río de Janeiro, mi padre se encontraba en un viaje de negocios y al conocerse se enamoraron y pues, yo nací. Ella no tenía conexión alguna con la música y en realidad desconozco el por qué me preparó desde que yo era muy pequeña para ser soprano.
  •  
  • Sabes, Romina?
  • Mis padres nunca se casaron, pero hicieron de mí una niña feliz y me proporcionaron todas las comodidades. Pero nunca me he casado, tener una pareja se convirtió en mi sueño imposible y aunque he tenido romances, jamás me he vuelto a enamorar, y pues sí, hubo alguien.
  • Ahora, cuéntame un poco de ti,
  • Oohh perdón, creo que debo esperar a que descanses y entonces hablaremos. Te conduciré al cuarto de visitas, tomarás un baño y lo demás ya lo sabes. Por la tarde creo que contactaremos a la mujer que te arrebató al niño y ya veremos.




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