La mentira del justo

Capítulo 12

Matías llegó al lugar diez minutos antes.

Era una vieja estación de tren, clausurada hacía años. El reloj oxidado en la fachada marcaba las 4:07, detenido en el tiempo. Las vías estaban cubiertas de maleza y las paredes grafiteadas por generaciones de olvido.

Se sentó en uno de los bancos. Miraba su celular cada minuto. No había mensajes nuevos. Solo el nombre que ella había enviado: Estación Sarmiento. Y una hora: 23:15.

Tenía el arma guardada en el abrigo. No por desconfianza. Por instinto.

A las 23:12, escuchó pasos.

Se puso de pie.

Carolina emergió de las sombras, con la cara marcada y la mirada firme. Llevaba un buzo con capucha y el cabello recogido de forma descuidada. Estaba más delgada, con los ojos más oscuros que cuando la vio por última vez.

—Hola, Matías.

Él no supo qué decir. Había tantas preguntas, tanto enojo, tanto alivio en su pecho, que se quedó quieto. Al final, solo murmuró:

—Estás viva.

—Sí. Por poco.

—¿Fue Martín?

—No. Y sí. —Se acercó un poco, pero mantuvo la distancia—. Me atraparon por lo que descubrí. Pero Martín... Martín lo permitió.

Matías la observó con el ceño fruncido.

—¿De qué estás hablando?

Carolina sacó de su bolsillo una pequeña memoria USB y la sostuvo en alto.

—Esto es lo que todos buscaban. Lo que me llevó a desaparecer. Lo que Tomás murió por intentar proteger.

Él no podía apartar la vista del objeto.

—¿Qué hay ahí?

—Nombres. Fechas. Grabaciones. Martín no solo investigaba casos imposibles. Él decidía cuáles merecían justicia y cuáles no. Manipulaba pruebas. Encubría. A veces, eliminaba.

Matías dio un paso atrás.

—Eso no tiene sentido. Él... él me formó. Me salvó la vida. Ha estado conmigo desde el primer día. Jamás haría eso.

Carolina bajó la mano.

—Te salvó porque le convenía. Porque te necesita de su lado. Porque sos el único que puede limpiar lo que él ensucia.

Un silencio helado se interpuso entre ambos.

Matías bajó la mirada. No dijo nada.

—Esto... —Carolina levantó el USB— lo voy a entregar. Pero necesito saber si estás conmigo o con él.

Él levantó lentamente la vista. No respondió.

Solo dijo:

—Muéstramelo.

Carolina dudó unos segundos... y luego, se lo entregó.

Matías la sostuvo un momento, como si cargara algo vivo.

—¿Y si todo esto es una trampa?

—Entonces me habrás ayudado a caer.

Ambos se quedaron en silencio.

Muy lejos, un tren oxidado silbó entre las ruinas.



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En el texto hay: detective, thriller, engaños.

Editado: 10.05.2025

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