La migración de las aves

Alma

/32/

Alma

Miré la ropa que colgaba de mi armario y temblé. No estaba preparada para ver a mi madre, nunca estaría preparada.

A menudo, soñaba con verla y decirle todo el daño que me había hecho. Pero ahora, ahora solo quería saber una cosa. Una cosa que me carcomía el sueño, que me carcomía los pensamientos, la intriga.

Me coloqué un jersey tricolor, blanco, gris y beige con unos vaqueros negros y mis botas de tacón negras.

Aquel día, el cielo brillaba como ningún otro y mi valentía, estaba a mi lado caminando.

Llegué a la floristería de Cintia y compré un ramo de rosas damascenas, luego, llegué a una tienda y compré un pintauñas negro.

Y con todo eso, me dispuse a ir al hospital.

El autobús se había quedado solo, nadie iba a las afueras. Nadie iba a aquel hospital nunca.

El olor a humedad y a desinfectante llegó a mí.

Temblé. Apreté el pintauñas y me dispuse a la recepción donde un señor me miraba ojiplato.

  • Daranna Betteon, por favor. – pedí y él asintió antes de conducirme a unas escaleras.
  • Tercera planta, segunda habitación.

Me iba a ir cuando habló.

  • ¿Qué hace por aquí niña? Nadie viene a estas ruinas.
  • Mi madre está aquí. – respondí y me encogí de hombros.

Subí las escaleras y busqué la habitación.

El pomo se resbaló de mis dedos cuando abrí la puerta y la vi, dejada caer en la cama, como una pluma, su cabello estaba más corto de lo que recordaba, su rostro estaba más consumido y sus ojos, sus ojos tenían arrugas a su alrededor. Estaba mayor, más mayor que nunca habría podido imaginar. Ya no era la joven que me intentó matar, ahora, era una señora que solo quería verme como última voluntad.

Sus manos se movían inquietas y me miraba con un dolor que sabía que no se iría.

No vi en aquellos ojos a Daranna, no vi a la mujer que me intentó matar, tampoco a la que jugó con mi padre, ni la que lo maltrató, tampoco la mujer que dañó a Ronan, ni muchos menos la que destrozó a su mejor amiga.

Vi a mi madre, a la misma que me enseñó a andar, a la misma que me llevaba de la mano al parque para jugar en los columpios. A la misma que cuando llegaba a casa me enseñaba que debía de tratar con respeto a los empleados, porque eran personas como nosotros.

Vi a una mujer que cambió. Que cambió porque solo ella lo sabía.

Y ella me miró a mí.

  • Almi – me llamó y vi las lágrimas en sus ojos.

Yo cerré la puerta y dejé las flores en su falda.

  • Tome, ya sabe de dónde son.
  • No me trates de usted Almi…
  • No la conozco Daranna. No la conozco…

El dolor se abrió paso entre nosotras y noté cómo rasguñaba mi espalda, intentando entrar en mí, pero no sabía que me había puesto una armadura, no sabía que yo jugaba también.

Nos quedamos un rato mirándonos a los ojos, yo con rabia, con dolor, ella con remordimiento.

  • Perdóname hija…
  • Ibas a matarme mamá. Ibas a matar a tu propia hija, sin remordimientos.
  • Me dolía lo que te iba a hacer.

Me moví inquieta en la silla y negué.

  • A ti nunca te dolió nada. No te dolió robarle el novio a tu mejor amiga, tampoco usarlo a tu antojo, al igual que a tu hijo. No te dolió nada. Nunca te dolió nada. A veces, vivo mejor cuando pienso que estás muerta. ¿Cuál era la necesidad mamá?
  • Necesitaba el dinero. – susurró
  • Podías habérselo pedido a papá. Él te daba todo, ¡te dio su amor!
  • ¡No podía!

Negué, mentiras, estaba llena de ellas.

  • Mientes.
  • Tu padre no sabe nada de esto – afirmó y la miré confusa.
  • ¿Qué es lo que no sabe papá?
  • Tengo dislipemia, estoy enferma Almi, siempre lo he estado, empezó con la insulina. Cuando tenía dieciocho, luego, surgió esto y evolucionó, por mi adicción al tabaco, al alcohol a todo, tengo cardiopatía isquémica, ¿contenta? Y necesito dinero, para la maldita enfermedad.
  • ¿Por qué nunca dijiste nada?
  • Tu padre nunca se casaría con una enferma.
  • ¿Lo sabes? ¿Sabes lo que haría y lo que no? ¿Sabes lo que pensaría?
  • Tu padre, Almi, no me daría nada si Cintia se lo pedía, ¡necesitaba el dinero! ¡Estaban investigando y necesitaba el dinero! ¡Por eso me casé con él! ¡Nunca amé a tu padre!

Y ahí estaba de nuevo, la Daranna que había visto al crecer, mi madre.

La miré con decepción, no había cambiado.

  • ¿Por qué accediste a tener hijos entonces? ¿No te bastó con su fortuna al casarte?
  • Tu padre nunca quiso compartirla conmigo Almi, él la guardó y yo tuve que tomar otras medidas, comencé a buscar información y me dijeron que cómo tu padre, su madre, tenía los ojos raros, si tenía una hija, podría heredarlos y lo intentamos, nació Ronan. Y pasó el tiempo y naciste tú. Tus ojos, eran preciosos. Estuve desde el día que viniste al mundo contactando para ver quién me ofrecía mayor cantidad por ellos.

El malestar se implantó en mi estómago. Mi madre, solo me quiso por conveniencia.

  • Vi a una familia… me ofrecieron más de siete cifras, era lo que necesitaba y… accedí al trato. Me dijeron que debías de tener una edad y esperé, confieso que me encariñé contigo, pero mis ganas de ganar dinero eran superiores. Y aquel día, con el poco dinero que tenía ahorrado, cuando escapé, compré una identificación nueva y… trabajé, esta familia, siguió vigilándote creo que conoces a su hijo, lo mandé yo, él no se interesó en ti, solo tenía que cumplir su obligación, matarte. Ciro creo que era el nombre.

Mi cuerpo dio un vuelco y noté cómo todo se ponía de al revés. Mi madre había mandado a mi asesino. Mi madre siempre estuvo en las sombras. Mi madre siempre tuvo todo planeado, la telaraña lista, yo solo tenía que caer en ella y lo hice, un par de veces, caí en ella, suerte que mi padre y Ronan me rescataron. Suerte que viví.

  • Pero tu padre, cuando entró en prisión, mandó al niño ese que estuvo contigo y sin que tú te dieses cuenta, fue quitándome fichas hasta que no pudieron hacerte nada. Hasta que el muchacho ese, tu pareja actual, que es hijo de un amigo muy cercano a Román, me descubrió. ¡Si yo hubiese mandado bien aquel mensaje nadie lo sabría!
  • ¿Qué mensaje? – cuestioné aturdida.
  • Contacté con un señor que estaba dispuesto a matarte y… fue una cuenta falsa. Le di mi dirección, pero como no era fiable mi perfil, en ningún momento lo supo, solo tuvo que entregarle a su padre los datos y vinieron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.