La montaña de la revolución (provisional)

Prólogo

- ¿Ya pensó en un nombre?, ¿señor?- las preguntas están en el aire, dirigidas para un receptor, pero no hay respuesta. -¡Señor!- grita el joven fotógrafo que se gana la vida creando documentos e identidades falsas para personas que buscan un nuevo comienzo, o huir.

-¿Ah?, perdón- responde el señor quien parecía despertarse de estar dormido con los ojos cerrados, se pasa la mano por la cara y le vuelve a hablar al fotógrafo, -mi mente no estaba aquí, perdón-.

-Debe pensar en un nombre- le contesta el fotógrafo, -entre menos parecido a su verdadero nombre es mejor, así no habrá sospechas. -

El señor piensa, nunca creyó llegar a la situación en la que está. -Le recomiendo un nombre ruso o japonés- interviene el fotógrafo, -el que suene como proveniente de uno de los países aliados hará que no tenga miradas encima-.

-¿Qué hay de mi padre?- contestó el señor, cuyo verdadero nombre era Christian Kunt, -¿él ya escogió uno?-.

El fotógrafo voltea a verlo, deja de ajustar la foto de Christian en la credencial falsa, se quita los lentes y le dice; -Entiendo que sean padre e hijo, pero si están huyendo de algo, lo más recomendable es que sus nombras no indiquen parentesco, pueden vivir donde mismo, pueden verse, no me importa, pero nunca dejarán de ser padre e hijo-.

-Me llamaré Durxus- dice Christian, -tu encárgate del apellido-,

-¿Durxus?- pregunta el fotógrafo, -¿de dónde viene ese nombre?.- Christian se queda callado y luego dice que se lo acaba de inventar.

-¿Prefieres algo ruso, japónes, español o qué nacionalidad?- le pregunta el fotógrafo a Christian, -Francés- responde Christian.

Al fotógrafo le extraña, no había muchas personas que escogieran Francia como nueva nacionalidad, era un país para nada interesante, políticamente no esta de lado de una potencia, posición neutral, tiene temporadas buenas y teporadas malas, un país indiferente para el mundo.

Christian se sienta en un sofá de espera que esta en esa sala fría, se muere de ganas por ver el taciturno atardecer de la ciudad, el cielo ha de estar anaranjado piensa él, Hace tiempo Chritian podría arrestar a ese fotógrafo, la falsificación de documentos es ilegal, un crimen y Christian tendría la autoridad para llevar a ese sujeto a prisión, pero Christian realizó algo peor, y si hay una deidad toda poderosa y omnipotente, sólo ella sabe cómo es que Chritian sigue vivo.

Mientras el fotógrafo, o mejor dicho falsificante, realiza su trabajo se pregunta qué habrán hecho Christian y su padre. No es común que padre e hijo lleguen solicitando todo tipo de papeles para lo más pronto posible.

El sujeto ha visto de todo, casos muy peculiares tocan su puerta para que les de una "nueva vida", parejas que se quieren ir del país, parejas que llegan de otro país, criminales, políticos, cada persona diferente significa cada historia diferente, él podría escribir todo un libro con las cosas que le cuentan las personas que lo solicitan, y el ni siquiera les pregunta. Pero por alguna razón él no se atreve a preguntarle a Christian o a su padre por qué quieren un "nuevo comienzo", su fuerte no es preguntar, y si anda de curioso, le puede costar la vida.

-Debes prometerme que pase lo que pase, no me delatarás- le dice el falsificante a Christian. -Se que es ilegal y todo eso, pero vamos, el dictador está loco...-

-Presidente- le interrumpe Christian, -no es dictador, es presidente-.

-Si, ya se que nosotros lo escogimos democráticamente, pero no le quita que sea un loco.- le contesta el falsificante a Christian. -no me conoces, yo no te conozco, no se quién eres, nunca estuve aquí- le dice Christian.

El falsificante pone todo en dos sobres, cada sobre contiene todo de una persona, se levanta y se dirige a entregarlos a Christian.

-Tu padre se llama Ivan Spovolich, es ruso, ahí está su edad y lugar de nacimiento, y tú eres Durxus Claperade, oriundo de París- le entrega los sobres -en este viene lo de tu padre, y en este lo tuyo, cada sobre viene con licencia de conducir, identificación, certificado de estudios, acta de nacimiento y hoja de certificación de no antecedentes no penales, están limpios, tu padre ya me pagó-.

Chritian, ahora llamado Durxus toma los sobres, junto al falsificante sube a las escaleras para pasar por la bodega que oculta la oficina de falsificación, cruzan la bodega, llegan a la entrada. -Sales, y nunca debes regresar- le dice el fotógrafo a Durxus, este mueve la cabeza en seña de afirmación, se pone una gabardina, se coloca el sombrero y sale.

Una vez en la calle, voltea al cielo, se alegra porque salió justo a tiempo para ver el atardecer, era como lo pensaba, taciturno y de tono anaranjados. Ve al cielo ocultandose detrás de los edificios de la metrópoli, -el cielo está nostálgico-, piensa él, ¿en realidad está nostalgico el cielo? ¿o sólo describe al cielo como son en realidad sus sentimientos? -ojalá estuvieras aquí conmigo, o mejor dicho, ojalá estuviera contigo, mi amada La..- Los pensamientos de Christian son interrumpidos por un claxon de un carro, era su padre que lo esperaba al volante, ahora el sujeto que tiene por nombre Durxus se dirige al automóvil, con una sonrisa, ve a su padre con cara de seriedad, pero este le regresa la sonrisa.



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En el texto hay: ficcion, mistero

Editado: 26.01.2019

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