La muñeca del rey [+21]

Capítulo III

Le tiro la rama, de nuevo, y Boons sale corriendo en su búsqueda. Mientras espero, me como algunas semillas de un anterior arbusto, no dejan un buen sabor en mi boca, pero me mantiene activa.

—Volviste hacerlo —me giro y veo a mi hermano apoyado en un tronco, y aquello no es una pregunta; junto mis cejas.

—¿Qué me delató?

—¿Para qué lo prevengas la próxima vez?

—Claro, así nuestra madre no me regañará.

—Davina, no sabes lo peligroso que es. Debes de detenerte con esa locura.

Boons llega con la rama en entre sus dientes, se lo arrebato con una breve acaricia, se sienta en el suelo y mira a Caster por unos segundos.

—¿Sabes que se han llevado a una mujer por hacer brujería?

—Sí —aquellos recuerdos vuelven de nuevo—, estuve ahí.

—Tienes una tonta suerte, Davina, y la estás agotando.

—¡Ya! Si me vas a sermonear como mamá, vete, ya tengo suficiente con estar encerrada en esa casa, sin poder hablar con nadie —tiro las semillas que me quedan con dureza al suelo—. Y cuando llega una tonta visita, mamá nos saca de la casa ¿por qué?

—Sabes la respuesta a eso, no seas irritante con el tema, no estamos hablando de algo pequeño, tu vida y la de nosotros puede estar en peligro. ¿Alguien te vio?

Muerdo mi labio inferior con fuerza.

—La señora que le compré las verduras, me defendió de un guardia.

Caster bufa.

—Rézales a los dioses de que ella no nos traicione.

—No lo hará —la defiendo.

—¿En qué mundo vives, hermanita? ¿En el mundo donde todos es felicidad? —lo veo respirar con fuerza, este tema lo hace alterar—. Estamos en un mundo donde por tener una mancha insignificante te tachan de brujo, y a las niñas vírgenes son llevadas al castillo para hacer no sé qué. Tú lo ves, tienes dos ojos y hoy lo hiciste.

—Lo siento.

—De seguro esa mujer a la que se llevaron no es bruja, pero por ser mujer ya está en peligro.

Y él tiene razón, mayormente la tiene; camino hasta una roca grande y me siento en ella, analizando de nuevo todo. Caster se sienta a mi lado, me pasa su brazo por mi hombro.

—Créeme, Davina, créeme que trato de ponerme en tus zapatos y ver lo difícil que es tu vida como mujer, pero por tu bien, haz caso por una vez en tu vida.

—Van a matar a aquella mujer, verdad.

—Sí, ya citaron el acta —el cuerpo de mi hermano se tensa— cuando salga el sol, la mandaran a la horca y luego quemaran su cuerpo.

Mi estómago me aprieta con fuerza, suelto un leve gemido y Boons aúlla por unos segundos; aparece una fuerte brisa, levantando nuestros cabellos y desordenando su posición. El frío me hace temblar con fuerza; Caster me atrae más a él, protegiéndome.

—Te protegeré, Davina, lo daré todo para que nada malo te suceda.

—Bueno, también debes proteger al pequeño de la casa —hago un chiste para aliviar aquella tensión.

—No me quejo en hacerlo, a veces mamá se sobrepasa con sus reglas. Soy el hombre de la casa, debo de protegerlos a los tres.

—No tomes todo el papel, mamá tiene un pensar distinto.

Caster aleja su brazo.

—¿No crees que mamá este…? —con su dedo hace leves círculos cerca de su oreja.

Le golpeo en el pecho con fuerza.

—No llames a nuestra madre loca, solo es diferente.

—Es rara, es como si no encajara en esta época.

—¿Por qué?

—Ya sabes, a estas alturas ya debería estar trabajando y llevando comida a la casa; las mujeres limpiando o lavando ropa, y si es posible tejiendo.

Arrugo mi nariz al escuchar aquello y él se ríe con fuerza.

—Creo que me alegra ser diferente a las demás mujeres.

—¿Cómo vas con tu lectura? ¿Has mejorado? —pregunta Caster, cambiando de tema.

Niego.

—Aclaremos que mamá no es la mejor explicando, no entiendo cómo es que aprendiste.

—No aprendí con ella, unos conocidos de Loringuel me enseñaron un poco, y cuando podía, me prestaban sus libros.

—Afortunado.

—Lo sé.

Le doy otro golpe pero esta vez más suave y en su brazo, nos reímos un rato más hasta quedarnos callados y mirar la nada; Boons se arrastra por el suelo mientras que en su hocico se detiene una mariposa azul, jugando con él.

—Me gustaría ser un perro —hablo alto—, se ve tan feliz y puede ir donde sea.

—Y evitar osos y otros animales superiores a un perro.

—No dañes mis sueños ¿sí?

Un dulce silbido suena a la distancia, pero se escucha con claridad; es tan suave y da una sensación de tranquilidad y armonía; por un momento cierro mis ojos, me encuentro en un lugar cálido, rodeado de muchas flores de diferentes colores y miles de mariposas azules.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.