Capítulo 3: “No es enfermizo, ¿o sí?”.
[15 de septiembre del 2010, miércoles]
*Katherine*
Anclo mi mirada al rubio que se posiciona en el filo de la piscina, efectuando una clavada impecable.
Hasta haciendo eso luce perfecto.
Meneo la cabeza obligándome a concentrarme. Repiqueteo mis dedos sobre la hoja intentando descifrar cómo rayos resolver el ejercicio de química, pero ni siquiera sé por dónde empezar. Odio estar tan distraída. Si prestara atención a las clases, todo sería más fácil.
El alboroto que se forma a unos cuantos metros de mi asiento capta mi atención, obligándome a levantar la mirada hacia el grupito de chicas que se encuentran unas gradas más abajo.
—Es tan lindo…
—Me gusta más su hermano.
—¡Pero si son lo mismo!
Frunzo el entrecejo al entender a quién se refieren. Esta vez, dirijo mi mirada hacia Deimos que ya se encuentra fuera de la piscina, listo para la segunda vuelta.
Concuerdo totalmente con las desconocidas. Al menos ellas no sufren con la tortura de hablar con él todos los días y no ser más que… su amiga.
También debería estar nadando, junto a todos mis compañeros. Pero le mentí al profesor, poniendo como excusa el tener la menstruación. De hecho, hace años que no hago natación, nada que implique mostrar mis extremidades.
—Hola Black —me sobresalto ante la repentina llegada de Kenny. Este se deja caer con pesadez a mi derecha, adoptando una pose despreocupada.
Hago como si no fuera conmigo y sigo viendo a los muchachos nadar. No le basta con venir a hablarme como si nada, que me arrebata la hoja con el ejercicio de química y empieza a analizarlo cual experto. No es más que un hueco al igual que yo.
—¿Qué quieres? —pregunto evitando no sonar tan grosera. Él solo se limita a esbozar una sonrisa socarrona.
Todavía no entiendo por qué accedí a ser su novia. Al principio sí que era todo un caballero y se le miraba bastante enamorado; no voy a negar que me junté con él solo para olvidar a Deimos. Ya saben, un clavo saca al otro. Mas fue en vano porque nunca me pude sacar al rubio de la cabeza.
Aún más cuando me demostraba su descontento respecto a mi relación con Kenny, pero no era más que su instinto de hermano sobreprotector.
—Saber cómo estás, qué tal te ha ido… —no me molesto en disimular mi mueca de desagrado.
Cínico.
¿Para qué?, hace meses que no hablamos y la verdad es que no me interesa sostener cualquier tipo de relación con este individuo.
—Yo que tu, me mantendría varios metros alejado de Kat —ambos nos sobresaltamos ante la repentina llegada de Deneb, que asoma la cabeza entre nosotros desde el asiento de atrás.
—No le tengo miedo a tu hermano…
—Y yo no necesito que nadie me defienda —aclaro intercalando la mirada del uno hacia el otro.
No sé qué es lo que más me molesta. Si Deimos dándoselas de machito y amenazando a todo el que respire cerca de mí, o Deneb que ahora parece mi guardaespaldas personal cuando su hermano no está.
Un silencio incómodo nos envuelve a los tres, logrando que Kenny se vaya no sin antes despedirse.
Volteo para dedicarle una mirada reprobatoria a Deneb. Este solo se encoje de hombros y se despide alegando que debe ir al laboratorio de informática. Últimamente pasa la mayor parte del tiempo metido en ese lugar.
Vuelvo a tomar la hoja con el ejercicio de química que Kenny ha dejado sobre el asiento. Lo observo fijamente esperando que la respuesta llegue mágicamente, cosa que no sucede.
En vez de eso, mi mente no deja de recordarme que estoy en plena cuenta regresiva. El último ataque por parte de mi progenitor ya tiene algunos días, por lo que es cuestión de tiempo para que pase de nuevo, o algo peor.
Desecho esos pensamientos que solo me abruman y hacen mi vida más complicada de lo que ya es. También desisto del bendito ejercicio de química porque lo único que estoy logrando es perder el tiempo.
Me quedo observando un punto fijo de las gradas, dejando mi mente completamente en blanco.
Un leve movimiento a mi costado se roba toda mi atención, haciendo que dirija mi mirada hacia la persona que se mantiene de pie frente al asiento que está a mi derecha y…
Por todos los dioses del pollo frito.
Deimos solo lleva el pantaloncillo de natación. No se ha enrollado la toalla todavía, dejando expuesto su fino torso levemente marcado. Trato de mantener la vista fija en su cara, más me es imposible cuando una pequeña gota de agua cae de su cabello y hace un recorrido por el contorno de su cara.
Llega hasta el cuello y baja con lentitud hacia su pectoral derecho. Sigue por su abdomen, desintegrándose en la cinturilla del pantaloncillo. Trago grueso.
—Mi cara está aquí arriba —elevo el rostro abruptamente ante sus palabras. Siento un leve calor instalarse en mis mejillas por la vergüenza.
Le estaba viendo la entrepierna como una descarada.
El idiota sonríe cual niño que acaba de cometer una travesura y deshace la incomodidad del momento batiendo la cabeza, desencadenando la pequeña lluvia por la humedad de su cabello.
—¡Oye! —me quejo cuando las gotas impactan en mi cara.
—Eso es por andar de pervertida —acota sin dejar de reír—. ¿Me pasas mis cosas?
Le tiendo la maleta que se encuentra a mi lado izquierdo y la abre con premura antes de sacar la toalla que se envuelve en un santiamén. Ya estaba tiritando del frío.
Toma asiento a mi lado y clava la vista en la piscina al igual que yo. Aún muero de vergüenza, por lo que busco las palabras correctas para excusarme.
—Yo… no quise… —voltea a verme enarcando una ceja—. Lo siento.
—No te disculpes… pervertida —suelta una risita burlona y niego con la cabeza. Agradezco mentalmente que se haya tomado el bochornoso momento con humor—. ¿Qué quería Kenny?