La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 10

Capítulo 10: El demonio y la pianista.

[30 de octubre del 2010, sábado]

*Katherine*

Odio el espejo.

Porque se encarga de recordarme mi realidad. Una llena de abusos que me perseguirá hasta el último de mis días. Los moretones en mis brazos parecen manchas de pintura. Los colores como el morado y el verde predominan, resaltando en la blancura de mi piel.

Paso la yema de mis dedos por las cicatrices, recorriéndolas como si fueran un mapa de recuerdos. Algunas las tuve que suturar por mi cuenta y otras fueron atendidas por enfermeros cuando Eleonor se encontraba en sus cinco sentidos.

¿Los médicos? No decían nada. No preguntaban por qué toda la piel de una niña de doce años estaba repleta de heridas, heridas infringidas por un padre que no era capaz de controlar sus impulsos cuando llevaba algunas copas de más.

«Ya van a sanar» decían. ¿Pero y las heridas internas? Creí que sanarían junto a las físicas, pero nunca lo hicieron. Crecieron a pasos agigantados hasta consumirme por completo.

Dejo atormentarme y me coloco la chaqueta de cuero sobre la blusa negra. Es triste que una prenda te haga sentir segura, una que cubra las marcas que te niegas a que el resto vea. No quiero compasión, no quiero que sientan pena, solo quiero que me dejen en paz.

Había considerado no ir a la fiesta de los gemelos, pero no podía hacerles ese desplante. Sobre todo porque Deimos sospecharía mucho más de mi actitud los últimos días. Y es que por más que quiera pasar tiempo con ellos, Tyna siempre está allí, acechándome como una maldita loca y temo que vuelva a hacerme algo similar a lo de la piscina.

No quiero decírselo a los muchachos, porque de seguro no me creerán y pensarán que estoy celosa de ella. La única solución es no meterme en su camino y todo estará bien.

Tomo el parche y el sombrero de pirata que yacen sobre la cama y me aseguro de haberle escondido la droga a mamá. Todo para que pueda llevarme a la casa de los gemelos, ya que queda muy lejos. La mansión se encuentra en medio de la nada, literalmente.

—¡Ya estoy lista! —vocifero al salir de mi habitación. Segundos después aparece y me dan muchas ganas de llorar.

Lleva una sudadera ancha, los pantalones holgados casi se le caen de las caderas y su cara está tan demacrada que parece que en cualquier momento se le va a quebrar. Luce ansiosa, es por la falta de estupefaciente y por un momento considero decirle dónde están.

—¿Las escondiste verdad? —pregunta enojada y me voy de largo hasta las escaleras para evitar responder.

No me dice nada más. Toma las llaves de la casa y salimos para tomar un taxi. Le dicto la dirección al chofer que no tarda en poner el vehículo en marcha, dejándome minutos después frente a la enorme mansión de los Sallow.

—Cuídate —me dice mamá sin bajarse del auto y ruedo los ojos. Deberían nombrarla la reina del cinismo.

Respiro hondo al pararme frente a la imponente estructura. Algunos chicos pasan por mi lado luciendo sus disfraces de piratas y me insto a seguir hasta adentrarme en la lujosa fiesta.

Me cabrea venir con las manos vacías. Apenas nos alcanza con el sueldo de Clark para subsistir, por lo que no pude traerles un regalo a los gemelos y, aunque aseguraron que eso era lo de menos, me gustaría tener un detalle con ellos.

Con el único ojo que tengo libre, echo un vistazo al lugar y todo está hermoso. La decoración es elegante, pero sencilla. Hay un DJ poniendo canciones movidas y la estancia está únicamente iluminada por las luces de colores. Diviso la mesa con los bocadillos y mis pies se mueven solos hacia allá. Empiezo a probar uno por uno, deleitándome con los sabores que son como un manjar en mi paladar. Cuando termino me siento un poco abusiva al asaltar los bocadillos de esa manera.

—Viniste —una voz tras mi espalda me hace voltear y a la vez tragar lo que tengo en la boca.

Deimos me espera con los brazos abiertos. Luce más radiante que nunca, lleva el cabello suelto y los mechones rubios hacen contraste con la camisa azul marino y la chaqueta desgastada estilo pirata. No dudo en acercarme para envolver mis brazos en su torso y él hace lo mismo. Por alguna extraña razón, siento que este abrazo es diferente.

—Feliz cumpleaños mi rubio —digo contra su pecho. Me aparta para tomar mi rostro entre sus manos y deposita un casto beso en mi mejilla. En su boca se dibuja una gran sonrisa mientras me observa y le devuelvo el gesto un tanto extrañada por tanta emoción.

—Técnicamente es en un par de horas, pero gracias —soltamos a reír. Deshace el agarre de mi rostro para entrelazar nuestras manos y empieza a guiarme entre la marea de invitados que bailan y beben como si la vida se les fuera en ello.

De repente soy embestida por un cuerpo robusto que me aparta de Deimos y me eleva en el aire antes de batir mi cuerpo como si fuera una muñeca de trapo. Luego de la conmoción, me doy cuenta que se trata de Deneb. Estruja mi delgado cuerpo con fuerza y por unos instantes temo a que me vaya a romper algún hueso.

—¡Pero si es nuestra invitada de honor! Me alegra que hayas venido Kat —confiesa luego de devolverme al piso. Lo golpeo en el hombro antes de abrazarlo otra vez y desearle feliz cumpleaños.

—Ya son todos unos viejos —aprovecho que los tengo en frente para pellizcarles los cachetes como cuando éramos pequeños. Protestan, pero se vengan con ataque de cosquillas.

—¿Y si bailamos? —propone Deneb y asiento.

No tardamos en posicionarnos en el centro de la pista. Inventamos pasos raros y saltamos como locos destilando sudor. Cierro los ojos olvidándome de todo. De los problemas, de lo que me agobia día a día y solo bailo sin importarme el qué dirán. Momentos así son los que debo aprovechar cuando mi vida es un constante carrusel de emociones, sobre todo si este siempre va en picada.



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Editado: 29.06.2022

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