La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 30

Capítulo 30: Te quiero, ¿me quieres?

[24 de abril del 2011, domingo]

Termino de ubicar el último mueble y yergo la espalda hasta quedar recta. Sacudo mis manos entre sí. Suelto un suspiro que no podría identificar si es de alivio o de cansancio, aunque me inclino más por el primero.

Eleonor se acerca desde atrás y pasa uno de sus brazos por sobre mis hombros, atrayéndome a su cuerpo. Me dejo hacer, descansando la cabeza sobre su hombro. No existen palabras para explicar la dicha que me embarga en estos momentos.

Acabamos de terminar de limpiar toda la casa. Aquel olor fétido ha sido reemplazado por un aromatizante de fresas. Las cosas ya no se encuentran tiradas por doquier y puedo jurar que hasta las vibras del lugar han cambiado por completo. Ahora sí que luce como un hogar, reluciente, vivo.

—Tenemos que organizarnos —me recuerda mamá. Asiento y nos dirigimos hacia el comedor. La dejo ocupar la cabecera de la mesa mientras tomo asiento en el puesto que está a su izquierda.

Me retuerzo los dedos de las manos, nerviosa. Se nos vienen muchos cambios, algunos más drásticos que otros, pero confío en que podremos sobrellevarlos de la mejor manera.

—Ya está todo listo para mañana —informa y siento que se me retuercen las entrañas. Es real, se irá a rehabilitación. El Seguro cubre casi todos los gastos, exceptuando algunos; esos se pagarán con la pensión de Clark. A pesar de estar en coma, sigue recibiendo su salario con normalidad. Al menos le daremos un buen uso—. Puedes usar lo que resta del dinero para comprar lo que necesites, recuerda, solo lo necesario. Y no te preocupes por los de Servicios Sociales, ya tienes dieciocho. No olvides pagar la luz, el agua…

Dejo de escucharla cuando nombra, uno a uno, los servicios de la casa. Empiezo a hiperventilar. Es demasiado, son muchas responsabilidades y por un instante considero que no voy a poder mantenerme sola por un tiempo.

—Kat, ¿me estás escuchando? —cuestiona mamá mientras agita su mano frente a mi rostro. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba teniendo un viaje astral. Asiento, aunque no haya escuchado ni la mitad de lo que dijo—. ¿Segura?

Mis labios forman un puchero y eso es todo lo que necesita para saber que no le escuché nada. Detesto ser tan distraída.

Mamá suaviza el gesto y me regala una sonrisa, como queriendo decir que no pasa nada. Si es de volver a explicármelo, lo hará las veces que sean necesarias.

—¿Qué pasa? No te veo muy bien —entrelaza mi mano con la suya sobre la mesa.

—No estoy muy segura de esto, ¿y si se me olvida todo lo que tengo que hacer? Seré un fracaso viviendo sola…

—Mi niña, claro que no. Confío en ti, eres fuerte, vas a poder con esto —le da un leve apretón a mi mano, un gesto reconfortante—. Hay algo más que quería contarte. El programa de rehabilitación incluye trabajo comunitario, así podré trabajar mientras me recupero y tú irás guardando todo ese dinero.

Parpadeo repetidas veces. No creí que cuando le dije que consiguiera trabajo se lo tomara en serio.

—Yo también buscaré trabajo —le hago saber y niega—. ¿Por qué no?

—No es necesario.

—Claro que lo es, y también quiero ayudar en algo.

—Ya has hecho demasiado —intenta hacerme desistir, pero nada ni nadie me hará cambiar de opinión. Los estuve pensando y la idea se consolidó desde aquella conversación que tuvimos. No dejaré recaer todo el peso sobre sus hombros.

La idea no le agrada, en lo absoluto, pero no insiste. Sabe que no podrá sacarme esa idea de la cabeza.

—Cuando salga de rehabilitación, Katherine, nos iremos de aquí —lo dice con tanta convicción que me es imposible no sentirme esperanzada—. Tomaremos todo ese dinero y empezaremos de cero en otra ciudad.

Los ojos me lagrimean de pura felicidad. Pero entonces pienso en los gemelos, en Maryam, y la idea ya no me parece tan atractiva.

No quiero separarme de Deimos, nunca. Aunque no es momento para explicarle a mamá lo que sucede con el rubio, al menos no por ahora.

Asiento dándole a entender que estoy de acuerdo con todo lo que dice y la sonrisa que esboza amenaza con partirle la cara en dos. La alegría que me embarga mientras la veo sonreír es inexplicable. Estoy viviendo un jodido sueño; se me está dando la felicidad que me arrebataron durante todos estos años y sigo convencida en que cada lágrima valió la pena. Valió la pena haber aguantado todo ese calvario para llegar hasta aquí.

***

Me llevo el teléfono a la oreja luego de marcar el número. Espero mientras que con la mano derecha aprieto una pelota antiestrés. Mi doctor dijo que debía usarla hasta recuperar por completo la movilidad de la mano; ya puedo hacer algunas cosas como atar las agujetas de mis zapatos o sostener algo medianamente pesado. Pero aún no puedo tocar el piano y eso me entristece.

Al cuarto pitido descuelga la llamada. Ni siquiera ha dicho una palabra y ya me tiene sonriendo.

—¿A qué debo el honor, musa? —canturrea del otro lado y suelto una risita mientras niego con la cabeza.

—Hola Deimos.

—¿Cómo estás amor? ¿Todo bien? —hace las preguntas de siempre. Quiero contarle todo en este momento, pero no son noticias que se dan por llamada. De hecho, lo llamaba para que viniese y poder conversar.

—Sí, ¿estás ocupado? —me es imposible ignorar todo el barullo que se oye del otro lado de la línea y creo escuchar que está caminando de un lado hacia otro.

—No, para ti tengo todo el tiempo del mundo —su voz se ahoga cuando hace fuerza y ruedo los ojos. Si que está ocupado—. Solo estoy moviendo algunas cosas, pero dime ¿qué pasa?

—No es nada, mejor te llamo después…

—Ni te atrevas a colgarme, Katherine —amenaza en un chillido—. ¿Para qué llamabas?

—Quería que vinieras a mi casa…

—En seguida voy para allá —no me da tiempo a explicarle cuando cuelga la llamada y puedo apostar a que en este momento se está montando en el Mercedes.



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Editado: 29.06.2022

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