La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 40

Capítulo 40: “No van a deshacerse de mí tan fácil”.

[19 de junio del 2011, domingo]

Termino mi desayuno entre bostezos y me voy hasta el fregadero para dejar los trastes. Estoy aburrida. La casa se encuentra peculiarmente silenciosa y eso me pone de malas. A estas horas, Deimos estaría hablando de cualquier banalidad o tarareando alguna canción mientras me pide que deje la pereza a un lado.

Me acostumbré a su presencia, a despertar junto a él cada día y el que no esté se siente… raro. El verlo pasó a formar parte de mi rutina y si no está siento un vacío en el pecho. Me hundo en aquella soledad que tanto detesto.

Él es capaz de convertir cualquier actividad común en un momento inolvidable. Lo hace todo especial; él me hace sentir especial.

Anoche apenas si pude despertar de aquella horrenda pesadilla. Esta vez, el escenario era diferente. Era Deimos quien intentaba matarme y desperté en medio de un grito; el sudor me perlaba la piel.

Suelto un bufido. No llegará hasta después del almuerzo, ya que debe estar en la mansión porque harán algunos cambios en su estructura y el señor Darcy quiere que todos sus hijos se encuentren conformes con ellos.

Me encamino hacia la escalera con pasos perezosos para poder ir hacia mi habitación y tomar una ducha, pero apenas pongo un pie en el primer escalón, el sonido del teléfono de la casa me detiene.

Volteo despacio. No puede ser Deimos, él me llamaría directamente al teléfono. Pienso en Eleonor. Es temprano, por lo que el hospital permite hacer llamadas a esta hora. Otra posibilidad… es que se trate de Clark.

Me acerco hacia aquella alta, pero pequeña mesita que reposa junto a la puerta principal. Sobre esta, el teléfono cimbra sin dejar de sonar hasta que lo descuelgo. Tomo una profunda respiración antes de llevármelo a la oreja.

—¿Hola?

—Hola, buenos días. ¿Estoy hablando con la señorita Katherine Black? —cuestiona una mujer del otro lado. Por el tono formal que emplea, asumo que se trata de una enfermera. ¿De qué hospital? No lo sé

—Sí.

—Soy una enfermera del hospital de Abalee. El señor Clark Black solicitó su presencia inmediata y este número era el que estaba registrado en el sistema… —siento que el aire abandona mis pulmones mientras la enfermera continúa dando detalles sobre el por qué mi padre quiere que vaya a visitarlo.

No puede hacerme esto. No puede solo hacer que me llamen y obligarme a ir para joderme la existencia. Porque eso es lo que quiere.

Lo sopeso. Deimos no está para acompañarme y siento que si voy sola, estaría entrando a la guerra sin un arsenal. No, eso es imposible. Él no puede hacerme daño. Está postrado en una cama.

A menos que…

No puede haber recuperado la movilidad de sus piernas tan rápido. Además, ¿para qué quiere que vaya? ¿Para restregarme en la cara lo patética que soy? ¿Para recordarme que no soy más que una arrastrada como siempre lo dijo?

Supongo que son preguntas a las que no les encontraré respuesta si me quedo en casa.

Pero no quiero enfrentarlo sola, aún no me siento lista para eso.

Y si no es ahora, ¿cuándo?

Seguiré postergando ese momento hasta cuando ya pueda ponerse de pie, cuando ya se encuentre en esta casa y me haya puesto una mano encima. No puedo permitir eso.

Si no voy, solo le estaría dando la razón. Que soy una cobarde.

—¿Señorita Black, sigue ahí? —cuestiona la enferma un tanto desconcertada al no recibir respuesta de mi parte.

—Sí —hago una pausa—. Estaré allí en unos minutos.

Mis instintos me gritan que estoy a punto de cometer una locura, que desista de la idea de ir, pero ya es demasiado tarde. No puedo cambiar mi decisión.

La mujer del otro lado de la línea me agradece y cuelgo con las manos temblorosas. Mi cuerpo no parece estar en sintonía con lo que dictamina mi cerebro porque se mantiene alerta, como si él estuviera presente y a punto de atacar. Mi sistema auditivo se agudiza y mi vista recorre toda la estancia con nerviosismo.

Así, con el miedo aflorando en mi interior, me desplazo hasta llegar a mi habitación. Tomo una ducha corta y opto por usar ropa abrigada. El día está nublado y todo apunta a que lloverá dentro de un par de horas.

Me ajusto la chaqueta afelpada luego de haber cerrado la puerta principal tras mi espalda y solo espero no arrepentirme de esto más adelante. Plantada en la acera, espero por un taxi. En el pueblo no suelen pasar tan seguido por la misma calle, pero, por suerte, consigo parar uno en menos de diez minutos.

—Al hospital central de Abalee, por favor —le doy la dirección en un hilillo de voz y, por ello, me pide que la repita.

Arranca rumbo al establecimiento mientras yo observo mi teléfono con fijeza. Tengo este duelo interno sobre si decirle a Deimos que iré a ver a Clark o no. Estoy segura de que se volverá loco si lo llamo ahora y no dudará en venir al hospital para sacarme a rastras o acompañarme.

Pero entonces lo que quiero hacer no tendría sentido. Se supone que voy a ver a Clark para demostrar que no necesito a Deimos como soporte, que puedo enfrentarme al monstruo, sola.

Desisto y guardo el aparato en uno de los bolsillos de la chaqueta. Luego de unos minutos, el hombre estaciona el vehículo frente a las enormes puertas dobles de cristal y le pago antes de bajarme.

Tomo una gran bocanada de aire. Los nervios no se van, pero la adrenalina que recorre por mis venas, me incentiva a continuar con esta locura. Con pasos temblorosos, atravieso el alto umbral y la recepcionista —a quien ya conocía— me recibe con una sonrisa. Le devuelvo el gesto un tanto forzado.

Me acerco a la recepción que forma una U hacia adentro y me froto las manos a medio camino. Hace mucho más frío que afuera.

—Buenos días —me aclaro la voz en medio saludo. La mujer solo asiente a modo de bienvenida—. Quisiera saber… en dónde se encuentra la habitación del señor Clark Black.



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Editado: 29.06.2022

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