La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 41

Capítulo 41: “Buenas” noticias.

[16 de julio del 2011, sábado]

*Deimos*

Subo las escaleras con premura. Desde la semana que viene, empezarán las remodelaciones a la mansión. Con mi gemelo, decidimos que lo mejor sería tener habitaciones separadas para mayor privacidad. Me cansé de verlo caminar por la habitación usando únicamente bóxer, o peor aún, desnudo.

Debemos desalojar la habitación y eso es justo lo que voy a hacer. Llego a la segunda planta, encaminándome hacia la que, en un futuro, dejará de ser mi habitación.

Giro el pomo de la puerta, sorprendiéndome al encontrarlo con el pestillo puesto. Intento una vez más para comprobar que no son ideas mías y sí, está cerrado desde adentro. El idiota de Deneb acaba de dejarme afuera.

Estoy a punto de gritar, pero el jadeo que se escucha desde dentro de la habitación me deja de piedra, con la mano bien aferrada al pomo de la puerta.

Bato la cabeza. Seguramente escuché mal, o eso es lo que quiero creer.

Abro la boca dispuesto a llamar a mi hermano, pero ahora es un gemido lo que me interrumpe y suelto la manija como si esta estuviera contaminada.

Los gemidos empiezan a ser más seguidos y me tapo los oídos, horrorizado. Puedo sentir el calor subirme a las mejillas y lo primero que se me ocurre es meterme en la habitación de Adhara. Si seguía allí parado, me sentiría como un enfermo.

—¿Qué pasa? —cuestiona mi hermana menor levantándose de la cama. Se talla los ojos, adormilada. La culpa me invade de inmediato.

—¿Te desperté? Lo siento mucho —ruego apenado. Se acerca para dejar un beso en mi mejilla y, de paso, me golpea en el brazo por despertarla.

—Creí que vendrías más tarde —me invita a que tome asiento sobre su cama cubierta por sábanas de un rosado muy chillón y se recuesta a mi lado.

—Katherine no podía dormir —me rasco la nuca, cansado. Las noches de desvelo ya me empiezan a pasar factura, sobre todo, cuando mi musa decide que no quiere seguir durmiendo luego de una pesadilla.

Por ello, había llegado mucho más temprano de lo habitual.

—¿Qué haces en mi habitación? —cuestiona Adhara luego de un gran bostezo.

—Porque Deneb se encerró en la nuestra —omito la parte en la que está teniendo sexo con una desconocida.

—¿Está con una chica, verdad? —su pregunta me sorprende. Sus enormes orbes esmeraldas me observan con atención, esperando por una respuesta que no implique una mentira.

—Sí.

—No es la primera vez que pasa —comenta como si fuera la cosa más común del mundo.

—¿A qué te refieres con que no es la primera vez?

—Desde que te has quedado a dormir con Katherine, ha traído a un montón de chicas, pero hay una en particular que viene muy seguido —asiento, contrariado.

No tenía ni idea de que usaba nuestra habitación como un motel. Y el pensar que una de esas chicas pudo haber sido Katherine me revuelve el estómago. Sé como es mi hermano, pero nunca creí que podría llegar a estos extremos.

—¿Me das posada por unos minutos? —junto las manos a modo de súplica y mi hermana menor asiente, eufórica. De repente se le ha quitado el sueño.

—¿Cómo vas con Katherine? Espero que la estés tratando bien —sus ojos se iluminan, expectantes por una respuesta positiva. Desvío la mirada, avergonzado; la culpa aún me taladra en el pecho al recordar mi comportamiento de hace algunos meses.

—Yo también lo espero —sus cejas espesas se fruncen, luciendo confundida.

—¿Cómo está ella? —intenta con otra pregunta.

—Ella está… —titubeo. La decepción me embarga al entender que en realidad no lo sé. Las últimas veces que se lo he preguntado, su respuesta vuelve a ser “bien”, pero están las pesadillas, su paranoia por asegurarse de que no haya ningún peligro a su alrededor y las veces que la he sorprendido llorando en el baño—. No lo sé.

Adhara tuerce los labios con un claro gesto de inconformidad y la entiendo. Yo también estaría sorprendido si mi hermano que dice tener una pareja, ni siquiera sabe como se encuentra.

—Si no lo sabes, pregúntaselo —comenta como si fuera la cosa más simple del mundo. Sonrío con tristeza.

—Es más complicado de lo que crees, estrellita —hace un puchero de lo más tierno y revuelvo sus cabellos en un gesto juguetón.

Basta de charlas. Necesito recoger mi cosas y dejarlas en la habitación de huéspedes, no me importa si interrumpo a mi gemelo en pleno acto, no tengo todo el día.

Me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta no sin antes dejar un beso en lo alto de la cabeza de Adhara.

Apenas pongo un pie fuera de la habitación, atrapo a la susodicha que se escabulle por el pasillo cual ladrón que no quiere dejar rastro de un robo.

—¡Oye! —pega un respingo ante mi llamado, se da la vuelta y…

Doy un traspié y tengo que apoyarme de las paredes para no caerme de culo. Si no fuera por la ropa de hombre que lleva puesta o por su cabello recogido en un moño desordenado, la hubiera reconocido.

Parpadeo repetidas veces para cerciorarme de que se trata de Maryam y no de alguna alucinación.

Abro la boca para decir algo, pero ella se me adelanta.

—Una sola palabra de esto y te corto las bolas —con sus dedos simula hacer una tijera y elevo las manos en son de paz.

Le creo que es capaz de hacer eso y por el bienestar de mis bolas, no diré nada.

Dejo que baje las escaleras y suelto una risita incrédula.

Quién lo diría. Maryam y Deneb son mucho más íntimos de lo que creía.

***

[19 de julio del 2011, martes]

Me dejo caer con pesadez sobre la silla de una de las mesas de la cafetería. Frente a mí, Katherine se mantiene recostada sobre el respaldo de la silla con la cabeza inclinada hacia atrás y los ojos cerrados.



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Editado: 29.06.2022

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