La Naturaleza Me Habla

Capítulo 1.- Rosenda Salvatierra.

Abuela de mirada dulce y encantadora, de ojos color azul, intensos como la profundidad del mar. Está en una tarde demasiado acogedora por los inminentes destellos del astro, de repente le habla a su nieto con una voz dulce y pausada, que, en vez de escucharla con los oídos, más la escuchas con el corazón, y le dice:

 

- Mira Benjamín, hoy te enseñaré algo que tal vez nadie lo ha hecho todavía -.

 

Benjamín como todo niño de diez años, curioso y enérgico, preguntó:

 

- ¿Qué cosa es abuela?, dímelo por favor, ¡dímelo ¡-.

 

- No seas ansioso - dijo Rosenda, riéndose. Vamos al huerto ahí está lo que te quiero enseñar -.

 

- Está bien abuelita, vamos rápido por favor, ¡vamos! -, dijo Benjamín, ansioso por saber lo que ella le quiere enseñar. Estando en el huerto Benjamín muy anonadado le dice:

 

- ¡Aaaaasuuu, esto es un bosque abuelita! -.

 

Rosenda solo atinó a reírse, diciendo:

 

- Bueno, todo este huerto que puedes ver, lo hice con mis propias manos desde muy joven, cuando tu papá se iba al colegio con tus tíos, aprovechaba en poder dedicarles toda la mañana, a veces me concentraba tanto que hasta me olvidaba de cocinar - le contó echando carcajadas -; él pregunta curiosamente:

 

- ¿Cómo hiciste todo esto abuela? -.

 

- Bueno hijito cuando algo realmente te apasiona le pones toda la dedicación y el esfuerzo necesario para que todo marche bien y así fue como yo logré hacer todo esto -. Es ahí donde Rosenda empieza a explicarle lo que se debe de hacer para cuidar las plantas, hacer que evolucionen, para que den buenos frutos, él entusiasmado atiende con detenimiento, típico de todo niño hace muchas preguntas a su abuela, provocando a veces risas y ternura.

 

Después de una larga tarde, se va a la cama, empieza a imaginar una vida en la que dedicaría tiempo a su propio huerto, que poco a poco, espacios vacíos se irían llenando de hermosas plantas, plantas que den buenos frutos; así imaginó e imaginó, hasta que de pronto se quedó dormido.

 

Benjamín abre sus ojos, nota que ya ha amanecido; rápidamente se levanta de la cama, y va en busca de su abuela, hasta que logra encontrarla y le pide que por favor le enseñe más acerca de cómo hacer un huerto, Rosenda alegremente se levanta de la mesa, le agarra de la mano para sentarlo sobre su regazo, empieza a darle desayuno en la boca diciendo para si misma lo alegre que está por haber logrado que su nieto se interese por la naturaleza, algo que no logró con sus hijos; apenas terminaron el desayuno se dirigieron al huerto, mientras van caminando se nota a Benjamín ansioso por llegar al lugar.

 

Rosenda saca la argolla de llaves que tiene en su bolsillo, abre la puerta e ingresan, agarra un rastrillo y se lo da a Benjamín, comienza a explicarle qué es lo que tiene que hacer, él empieza a hacer todo lo que le dicen, va por buen camino, hasta que se cae encima de una de las plantas de su abuela, muy entristecido le pide perdón, ella las acepta y aprovecha el momento, para enseñarle a cómo reparar la planta y que no todo está perdido como él pensó desde un comienzo, va transcurriendo el día y él va entendiendo todo. Así pasaron varias semanas los dos, aprovechando casi todo el día en el huerto.

De repente Benjamín se levanta un día, y ve que sus padres están empacando las cosas para regresar a casa, ya que falta poco para que inicien las clases. Celeste, su madre, se da cuenta que está despierto y le dice:

 

- Levántate y despídete de tu abuela que ya nos vamos -; inmediatamente hizo caso y fue donde su abuela.

 

- Abuela ya me voy, cuídate, y gracias por todo lo que me has enseñado -.

 

Rosenda contenta se despide de él, le regala una planta gerbera en una maceta pequeña y le dice:

 

- Prométeme que cuando llegues a tu casa, la plantaras en tu jardín y cuidarás de ella -.

 

- Sí abuela, te lo prometo -, respondió contento.

 

Entran al carro, desde la ventana observa a su abuela moviendo la mano, despidiéndose, él responde de la misma manera, hasta que el carro avanza, y empieza a perderla de vista.

Llegando a su casa, lo primero que hace es dirigirse a su jardín y plantar, esa plantita bella que su abuela le regaló y decidió ponerle de nombre Jariza.




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