La Necesidad Del EngaÑo

XX

Los días pasaban volando, ya era viernes y todavía quedaba tanto por hacer…

-Aroha…- Dijo Rinald entrando a la enfermería. Me gustaba que ya no me llamara señora Lluch.

-Buenas noches Rinald… Si viene a echarme, quiero que sepa que ya estaba recogiendo, Josh y Daniel están preparando los caballos. -Dije divertida. El señor Rinald se enfadaba porque saliera tarde de allí. Supuse que Josh y Daniel le habían amenazado de algún modo, pero quise pensar que habría sido en plan amistoso.

-Bueno, sí creo que sería bueno que tuvieras un horario, sino su marido terminará por prohibirle venir aquí. Pero … bueno no venía a eso… yo, quería pedirle disculpas.

-Disculpas ¿por qué? -Pregunté confundida.

-Bueno… he de confesarle que no había tenido mucha fe en usted. Pero bueno, es que el primer día que se presentó aquí parecía toda una reina con sus trajes finos, sus guardaespaldas… no creí que duraría y la traté un poco mal... Lo siento.

-No tiene que disculparse, pero quizás deba cuidar sus modales para no asustar al próximo que venga a prestar ayuda. -Yo sonreí .- Esto me hace realmente feliz… poder ayudar a estos niños a tener una vida mejor… quizás cuando vuelva mi marido pueda convencerle para que haga algo más… no se siento que esto puede llegar a ser algo grande…

-Yo también lo creo. -Dijo Rinald sentándose en uno de los camastros. -Podemos ayudar a cambiar esta ciudad… Por cierto, dile a al señor Lluch que gracias por todo.

-Se lo diré. Tendré que decírselo… -¿Cómo iba a plantearle la situación? Creía que se me ocurriría una buena forma, pero mis conclusiones habían llegado a un punto que no me agradaba demasiado. La única forma de que el señor Lluch me permitiera seguir allí era mediante el chantaje, y no era una estrategia de la que me sintiera muy satisfecha.

-No todos los hombres dejarían que sus mujeres se adentraran en un barrio como este, y mucho menos diariamente.

-Debo confesarle algo…- dije sintiéndome un poco mal de que él interpretara que mi esposo estaba al corriente de todo. -El señor Lluch… bueno, él ha estado fuera por tres semanas… y yo. Como comprenderás no iba a contarle esto por carta.

-Él no lo sabe… ¡Aroha cómo se le ocurre! Seguro viene y me mata.

-Lo dudo, mi esposo es bastante tranquilo. -Tras decir aquellas palabras, la imagen del señor Lluch peleando en el tren me vino a la mente. -Bueno casi siempre lo es. – Añadí.

-¿Y si no te deja volver? -preguntó.

-Me lo permitirá… seguramente no pueda pasarme aquí todo el día, pero vendré todo el tiempo que pueda y seguiré proporcionando ayuda.

-Eres un verdadero ángel. -Dijo sonriendo tiernamente. Aquel alago me pilló desprevenida y mis mejillas se tiñeron de rojo, pero por suerte Daniel entró en la habitación.

-Ya estamos listos señora. -Sus frases solían ser cortas y directas, pero su mirada transmitía todo lo que su boca no decía y al parecer no estaba contento de encontrarme con Rinald.

-Nos vamos pues. -Dije quitándome el delantal y tomando el sombrero y el chal. -Hasta mañana señor Rinald.

Al día siguiente me desperté temprano como llevaba haciendo tres semanas, pero esta vez había algo diferente, mi marido regresaría ese día y yo debía aprovechar mis últimas horas de libertad total. Me estiré feliz entre las sábanas hasta que mi mano chocó con …¡Mi marido! No podía ser ya estaba en casa… tenía dos opciones esperar a que se despertara o … salir de allí. Probablemente el señor Lluch habría llegado de madrugada y necesitaba descansar, además seguramente Daniel y Josh no sabrían que él estaba de regreso y no pondrían pegas a pasar el día en el orfanato. Las elucubraciones que mi mente generaba para lograr justificar mis actos terminaron dándome el valor que necesitaba. Así que… sintiéndome como una delincuente, me puse uno de los pocos vestidos sencillos que tenía y salí sigilosamente de la habitación. Una vez fuera corrí hasta el piso de abajo, en el que Daniel y Josh me estaban esperando.

-Buenos días mis fieles seguidores. -Josh rio ante mi broma. -Hoy iremos a pie, nuestro cochero habitual tiene un encargo especial. -Sabía que no tenía por qué darles explicaciones, pero no me parecía correcto el no hacerlo. -Lo he mandado a recoger algunos ungüentos y… una costurera ha accedido a hacer trajes para los niños, no serán a medida, pero seguro les encantan, seguramente los tenga en unas semanas… ¿No es maravilloso? En fin, que el pobre tendrá que estar todo el día llevando a la costurera de tiendas para encontrar telas buenas y resistentes para los niños.

-Pobre de él… no lo envidio. -Respondió Josh.

-La verdad es que yo tampoco lo hago. -Entre las risas de Josh, las mías y el silencio habitual de Daniel recorrimos el comino que tan bien nos sabíamos hasta llegar al orfanato.

Aquel sábado fue tranquilo, como no tenía trabajo como doctora, me puse a limpiar y ordenar la casa. Josh continuaba reparando cosas del orfanato. En el cual, a pesar de no ser demasiado grande, parecía que las reparaciones nunca terminaban. Daniel limpiaba junto a mí sin rechistar cuando escuchamos unos pasos apresurados por el pasillo seguidos por algunos gritos. Yo salí de la habitación para ver qué ocurría.

-Sabes de sobra que no. -La voz de Rinald sonaba firme.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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