Frente a una pequeña casa amarilla estaba José, un niño moreno de cabello castaño oscuro y ojos negros, se encontraba tocando la puerta de la casa de su amiga Patricia.
Se conocían de toda la vida porque sus casas quedan muy cerca y también por el hecho de que estudian en el mismo colegio, pero en diferentes grados ya que José tiene 9 años y Patricia 8.
En ese momento abre la puerta una señora joven, con el cabello negro corto con ondas y ojos cafés.
—Buenos días señora Mirta estoy buscando a Patricia para jugar -dice José tratando de ser educado. Sus padres le habían dicho que tenía que ser respetuoso con los mayores.
—Buenos días José, pasa. Patricia acaba de terminar de desayunar -le responde Mirta con una sonrisa.
José entra en la casa y observa a Patricia sentada en el sofá viendo televisión.
—José llegas temprano -dice Patricia, una niña de piel blanca, de cabello y ojos negros.
—En la mañana es más divertido para jugar -responde él muy animado.
—Mamá vamos a salir a jugar al parque -le dice ella a Mirta.
—De acuerdo, pero sólo en el parque no quiero que se vayan más lejos -responde su mamá- Y lleguen antes del almuerzo.
—Si mamá -responde Patricia- Vamos José.
Patricia y José salen en carrera hasta el parque que sólo quedaba a unas cuadras de allí. Llegaron sin aliento y se sentaron en el césped a descansar.
—¿Mañana es 23? -pregunta José un poco preocupado.
—Creo que sí, no sé.
—Tengo mucho miedo.
—¿De qué tienes miedo?
—¿No has escuchado la historia de la niña?
—¿Qué niña? -pregunta Patricia sin saber nada.
—Una niña que murió aquí en un accidente y en la noche de los días 23 de todos los meses aparece a llevarse a los niños que están en la calle a esa hora.
—Mi mamá me dijo que son sólo historias para asustar a la gente.
—Dicen que la han visto -afirma José muy confiado.
—¿Cómo el fantasma de baño de la escuela?
—Eso eran los niños mayores que hacían ruido para asustarnos. Si no fuera por la directora que los descubrió no iría más al baño.
—Eres un cobarde José. Eres un hombre -dice Patricia poniéndose de pie y señalándolo.
—¿Y eso que tiene?
—No sé, pero he escuchado que los hombres tienen que ser valientes.
—¡Soy un niño! -José se levanta.
—Pero serás un hombre así que tienes que ser valiente desde ahora.
Jugaron en los columpios, el tobogán y con otros niños. Y así pasaron las horas.
Al darse cuenta salieron corriendo hacia la casa de Patricia antes que los regañaran por haberse pasado de la hora en que debían haber llegado.
Mirta los regañó por llegar una hora tarde y José se quedó a almorzar con ellas como era costumbre.
—¿Qué hay para almorzar mamá? -pregunta Patricia.
—Arroz con pollo.
—Siii ¡Pollo! ¡Pollo! -decían los dos niños al mismo tiempo.
Comieron los tres juntos en la mesa del comedor.
—Está muy rico la comida señora Mirta -comenta José con educación.
—Gracias José ¿Y cómo vas en la escuela?
—Bien, aunque las matemáticas son tan difíciles.
—No son tan difíciles sólo tienes que prestar atención a la clase -le explica Mirta con dulzura.
—Le he prestado atención, pero cuando estoy haciendo la tarea me enredo -responde José.
—No seas bruto José las matemáticas son fáciles -dice Patricia.
—La maestra está dando multiplicación y me estudio la tabla, pero se me olvida.
—¿Multiplicación?
—Cuando pases para tercer grado la maestra te lo va enseñar patricia -le dice su madre.
—Si Patricia y son muy difíciles.
Terminan de comer y luego José se va a su casa.
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Editado: 20.11.2021