La Niña Del Orfanato

Capítulo 24

Es una hermosa mañana: el sol brilla radiante y la brisa sopla fresca, colándose entre las cortinas por las ventanas de la habitación.

Beatriz se encuentra organizando la ropa en un su closet, disfrutando de una mañana tranquila sin ir a la empresa. Hasta que la voz de Jared irrumpe, acabando con toda pizca de paz en el ambiente.

—Beatriz, ¡maldición!... ¡Beatriz!

— ¿Qué ocurre?— pregunta la susodicha mientras baja las gradas vistiendo un short de pijama color salmón, en conjunto con una playera ancha y rulos en su cabello.

Avanza a paso lento hacia la sala de estar, donde encuentra a su esposo viendo hacia el patio delantero a través del gran ventanal que compone la pared de mansión.

—¿Jared?

—¡Alguno de esos malditos perros mordió mi zapato!, odio a esos animales, ¿por qué están aquí para empezar?

Beatriz rueda los ojos, ¿en serio llora por un par de zapatos cuando tiene decenas de ellos?, Suele ser algo exagerado a veces.

—Cariño, son cachorritos, están en la época de hacer travesuras— ríe por lo bajo cuando observa a Katy corriendo junto a los animalitos en el patio del frente—. Y tú no odias a los perros, ¿acaso no recuerdas que trataste de regalarme uno cuando estábamos en la universidad?

—Sí— la interrumpe—. Y lo rechazaste porque eras "Alérgica", pero ahora tienes tres en casa.

—No son míos— alega mientras alza las manos al aire—. Son de Katy y ella los ama mucho, ¿Por qué habría de negárselos?

—Esa niña lo está cambiando todo aquí...

—Katy— murmura Beatriz sin despegar la vista de la niña, que alegre corre por todo el patio—. Nunca dices su nombre. Ha pasado un año y solo te refieres a ella como, "Esa niña", "la huérfana" o "la niña de orfanato"... ¿Tan difícil es aprender su nombre?

Jared suelta un bufido mientras se deja caer en el sillón.

—Es tu hija, Beatriz; ella no tiene nada que ver conmigo. Tú decidiste adoptarla, ¡una niña ya grande!, pudiste adoptar a un bebé y empezar desde cero... Pero, ¿tenías que adoptar a una niña grande?

—Me enamoré de ella Jared, estaba sola e indefensa... Casi moría, ¿Qué querías que hiciera?

—Que por lo menos esperaras a saber mi opinión sobre eso... No te importó, ahora no me pidas que la ame porque eso no pasará— dice con seriedad, antes de ponerse de pie y retirarse de la sala.

Beatriz suspira con tristeza mientras se gira nuevamente hacia el ventanal, medio sonríe cuando observa a Katy acostada sobre el pasto abrazando a los cacharros, esa una imagen hermosa, una imagen que pensó, nunca podría admirar, y que la llena de alegría. Los niños son una bendición, sin importar de donde vengan, es una lástima que Jared no lo vea así.

Algo húmedo en su mano hace que se giré rápidamente, abre los ojos ampliamente cuando observa a la mamá de los cachorros rozarse con ella. Sabe que debe alejarse pronto, pero no quiere rechazar las muestras de cariño del animal por lo que se inclina un poco y acaricia su cabeza.

—Eres una buena madre, cuidaste muy bien de tus cachorros— susurra sonriendo mientras continúa acariciando al animal que rápidamente se lanza hacía ella para lamer su rostro mientras mueve su cola con emoción.

Beatriz sonríe mientras aparta al canino de ella. Los estornudos no tardan en aparecer, por lo que se apresura a correr hacía las gradas para ir a ducharse y tomar sus pastillas... Su nariz le pica, es muy molesto, pero valió la pena.

***

La rizada baja del taxi luego de pagar, y con su hija en brazos ingresa al patio de la gran mansión luego de pasar el enorme portón que Beatriz ordenó hacer luego de que Katy se escapara la primera vez.

— ¡Tía Susan!— grita Katy con emoción una vez que la imagen de la mujer llega a su campo de visión.

—Hola, linda— sonríe mientras baja a Mell, quien rápidamente corre hacia Katy y los cachorros.

— ¿Tienes mascotas?— pregunta Susan mientras se acerca a los perritos—. Parecen rottweilers—ríe viendo a los pequeños cachorros.

—El café es macho, se llama Rott, y el gris es hembra, se llama Rottie. La mamá está adentro, se llama Osa.

—Son hermosos, mami ¿puedo tener uno?— Mell observa a su madre sonriendo como un angelito.

—Oh, cariño. No podemos tener una mascota ahora— responde Susan torciendo un poco la boca.

—Ouh— un pequeño puchero se apodera de los labios de la niña mientras baja la mirada con tristeza.

—Descuida Mell, estos también serán tuyos— dice Katy mientras toma su mano y comienzan a correr para que los cachorros las sigan.

Susan sonríe con ternura mientras las observa jugar con los perros, quisiera poder darle todo a Mell, pero por ahora están muy limitadas. Avanza hacia el interior de la casa, al entrar comienza a llamar a Beatriz desde la puerta, sintiéndose incapaz de entrar y arriesgarse a encontrar a ese hombre que le pone los pelos de punta. Luego de que Beatriz le responde que se encuentra en la cocina, se dirige hacia ahí sin titubear, tiene dos semanas de no verla y tienen mucho de qué hablar para ponerse al día.

—Marcus se fue— dice finalmente tratando de que no se note la tristeza en su voz.

Beatriz, quien se encuentra cortando algunas verduras, desvía su mirada hacia ella descuidando por completo lo que hace, hasta que siente el filo del cuchillo cortar su dedo índice.

— ¡Maldición!— exclama, frustrada. Camina hacia el lavaplatos y abre la llave para que el agua limpie su herida.

— ¿Estás bien?— pregunta Susan angustiada mientras se acerca a ella para cerciorarse de que no sea nada grave.

—Sí, estoy bien— responde forzando una sonrisa. Duele, aunque no más que esa punzada que siente cuando escucha ese nombre—. ¿Sabes dónde fue?— pregunta tratando de sonar calmada.

—No, solo me dijo que se iría de la ciudad— responde Susan tratando de no romper en llanto—. Se veía triste y decaído.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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