La Niña Del Orfanato

Capítulo 43

Un par de ojos saltones y tristes observan detenidamente las paredes blancas, al igual que las sillas de metal pintadas del mismo color. La falta de color en el lugar la sumerge en un río de tristeza mientras intenta a toda costa no pensar en lo ocurrido. Recostada su cabeza en las piernas de Alex, la pequeña sorbe su nariz repetidas veces mientras mordisquea su mejilla interna y mantiene su mirada puesta en la nada. El joven acaricia suavemente su espalda, mientras tararea la sonata de una canción suave. Han pasado aproximadamente ocho horas desde que ingresaron a Beatriz a la sala de emergencia, ya casi amanece y aún no hay respuesta sobre el estado de la mujer.

— ¿Alguna novedad? —inquiere Rachell, ingresando a la sala de espera.

—No— responde Karina mientras permanece sentada en las sillas de metal blanco, junto a Alex y a la niña.

Rachell suspira agotada mientras se deja caer en la silla junto a Karina. No es la primera vez que se encuentra en ese estado de angustia. Comienza a creer que esa fecha está maldita para ellos.

En el otro extremo del pasillo; Susan camina a pasos apresurados, casi corriendo. Camina por la sala de espera a toda la velocidad que la niña que sujeta su mano le permite, mientras cruzan el lugar sin prestarle atención a las personas sentadas sobre la silla de metal.

— ¿Todavía está en revisión?— pregunta tras llegar a la puerta de la habitación en la que Beatriz se encuentra y ser detenida por un enfermero—. ¿Qué tan grave es?

Alex se remueve con cuidado y ayuda a la niña a incorporarse mientras ésta se sienta. Esboza una pequeña sonrisa y le indica que se quede junto a Karina mientras él se dirige a buscar a la tía Susan. Katy asiente sin reproche, mientras vuelve su mirada hacia a la nada y se queda en su lugar como si fuera una estatua.

— ¿Puedo hablar con el médico a cargo?— insiste Susan, mientras intenta mantener tranquila a Mell, sujetando su mano con fuerza.

—Lo siento, pero por ahora es mejor dejar descansar a la paciente en tanto llegan los resultados. Cuando haya noticias el doctor en persona les informará.

—Caín... soy enfermera, conozco el protocolo— responde algo irritada.

—Entonces sabes que no importa cuánto insistas, no conseguirás nada— responde el joven pelirrojo, esbozando una sonrisa ladina. Observa fijamente a la joven, sin ocultar su interés en ella, antes de hablar nuevamente. —. Susan ¿Has pensado en la propuesta? Creo que no te arrepentirías— asegura, mientras muerde su labio de manera coqueta.

La joven madre amplía los ojos atónita ante la pregunta, ¿cómo puede actuar de una forma tan descarada frente a su hija? Eso para ella es inaceptable. Frunce el ceño y abre la boca, con la intención de reprocharle, pero la voz de Mell la interrumpe.

— ¡Alex!— grita Mell con emoción. Mientras tira más fuerte de su mano para soltarse del agarre de su madre.

De pie a sus espaldas se encuentra Alex, quien observa la escena un poco extrañado. El llamado de la niña lo saca de sus pensamientos, y rápidamente se inclina con los brazos abiertos para recibirla entre ellos.

— ¿Quién es él?— cuestiona extrañado el joven enfermero.

Susan no puede evitar sonreír de emoción, nunca pensó que le emocionaría tanto verlo. No lo duda ni un segundo y rápidamente se aparta del joven enfermero para avanzar en dirección a Alex, quien sostiene a su hija en brazos; éste la recibe con un fuerte abrazo y un beso en el cabello, dirigiéndole una sonrisa presuntuosa al enfermero que aprecia la escena algo confundido. Él solamente se cruza de brazos y suelta un bufido antes de retirarse para darles privacidad.

—Ven, Katy está en la sala de espera. Está muy angustiada.

Cargando a Mell con su brazo derecho y con el izquierdo envuelto alrededor de los hombros de la rizada, Alex regresa a la sala de espera donde Karina y Rachell los reciben poniéndose de pie esperanzadas.

—No hay noticias nuevas, solo fui por ellas— advierte el joven.

—Llevo horas tratando de localizarlos— dice Susan, con algo de reproche—. Fui a dejar a Mell a la mansión y no había nadie. Cuando amaneció decidí traerla al trabajo y cuando llegué me encontré con el nombre de Beatriz entre los pacientes... Aún no comprendo qué ocurrió, ¿cómo la mordió una serpiente?— pregunta viendo a las personas a su alrededor con una mirada confusa e interrogante.

La niña enfoca su mirada en la mujer y, con un puchero en sus labios, se pone de pie y avanza hacia el grupo de adultos.
—Fue mi culpa, tía Susan— solloza—, no debí correr hacia el bosque.

Susan parpadea un par de veces, atónita ante la respuesta de la menor. Alex por su lado, deja a Mell sobre sus pies antes de inclinarse hacia Katy y sujetarla por lo hombros con suavidad para ganar su atención.
—No, no pequeña— dice antes de acariciar su mejilla con ternura—. Nada de esto es tu culpa.

Karina observa a la pequeña con una creciente compasión hacia ella. Si pudiera, borraría esas lágrimas de su rostro. Es doloroso incluso para ella verla de esa manera. Lleva toda la mañana intentando calmarla, pero la niña está inconsolable, y no hace más que llorar.

—Si algo le pasa a mi esposa... Será tú culpa.

Todos se giran en dirección al hombre de ojos grises a sus espaldas. Nadie se dio cuenta de en qué momento llegó, pero se encuentra ahora mismo de pie frente a ellos con una expresión cargada de furia. Todos permanecen en completo silencio, incapaces de responder, hasta que observan cómo el hombre a grandes zancadas llega hasta la niña e inclinándose hacia ella, la sujeta con fuerza de los brazos apartándola a la fuerza de Alex, quien extiende sus brazos con la intención de sujetarla, pero solo las deja alzadas sin reaccionar.

—Jared, ¡no!— exclama Rachell con angustia.

— ¿Cómo diablos se te ocurre correr al bosque? Si algo le pasa a Beatriz será tú culpa—dice lo último entre dientes mientras presiona más los pequeños brazos de la menor, causando que un quejido de dolor se escape de sus labios.

—Jared, detente— ordena Karina, yendo hacia ellos para apartar al susodicho de la niña—. Deja en paz a mi nieta.

— ¿Tu nieta?— cuestiona incrédulo mientras observa a la mujer tomar a la niña que llora desconsoladamente—. Karina ella no es tu nieta, tu nieta es Melody, la única que tu hija ha traído al mundo.

— ¡Basta! Esto no le hace bien a nadie, Jared— responde la mujer con ojos cristalinos mientras abraza a la niña que se aferra a ella con fuerza—. Tranquila, mi amor. Todo está bien, cariño— le susurra, mientras acaricia su cabello y besa su mejilla.

—Solo es una advertencia más, Karina— responde seco mientras retrocede un par de pasos, observando con desprecio la escena—. Si algo le pasa a tu hija, será culpa de esa niña que llevas en brazos.

—Pues... Qué bueno que ella ya se encuentra fuera de peligro— entona un hombre de cuarenta años, un poco bronceado, de cabello castaño y ojos color miel; vestido con una bata blanca—. La dama se encuentra bien, y si algo la está enfermando, no tiene nada que ver con la serpiente ya que era una pitón.

Todos se observan entre sí, aliviados tras escuchar las palabras del médico en turno. Katy, por su lado limpia con brusquedad las lágrimas que ruedan por sus mejillas antes de dirigir su mirada azuleja hacia el hombre de blanco.

— ¿Es cómo la de mi padrino?— cuestiona con voz temblorosa.

—No sé quién es tu padrino, pequeña, pero creo que sí— responde esbozando una gran sonrisa.

— ¿Puedo pasar a verla?— pregunta Jared impaciente.

—La dama quiere ver a su hija primero, luego a los demás. Por ahora es mejor no agobiarla, y si solo quiere ver a su hija, solo a ella dejaré entrar— sentencia el hombre en respuesta a la mirada fulminante que Jared le dedica.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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