La Niña Del Orfanato

Capítulo 56

 

 

Una vez que llega la mañana, la rutina de Susan comienza. Aunque, esta vez es diferente ya que no se encuentra sola.

— ¿Quieres desayunar huevos revueltos?— le pregunta al castaño, quien se encuentra sentado en el sofá de la sala de estar.

—Susan, ¿de verdad no te molesta? Esto me hace sentir incómodo.

Susan lo observa por cuestión de segundos, manteniendo una expresión seria en su rostro. Le ha dicho miles de veces, desde que llegó a su casa, que él no es ninguna molestia para ella.

—Para mí es un placer atenderte, Alex.

— ¿No irás al trabajo?— cuestiona incómodo.

—No, le pedí el día a Roxanne y como he estado trabajando sin parar por meses, me lo concedió— esboza una enorme sonrisa—. Te haré compañía todo el día.

El joven amplía los ojos, sintiendo sus mejillas arder ante la mirada coqueta que la chica le dedica. Observa fijamente la televisión, intentando evitarla; realmente necesita recordar cual es la dirección de su casa, ella comienza a intimidarlo mucho.

—Aquí tienes tu desayuno, muchacho— dice la joven mientras le entrega la comida para luego dejarse caer junto a él en el sofá, tomándolo por sorpresa—. ¿Quieres hacer algo? No lo sé, ir al cine.

—No, no quiero ir al cine— responde nervioso mientras coloca la comida sobre su regazo—. Oye, tú niña, ¿Bell?

—Su nombre es Mell.

—Dices que ella y yo…

—Son muy amigos, desde el primer momento te encariñaste con ella… Te adora.

—Cuéntame más, de verdad me gustaría recordarla, se escucha maravillosa.

Susan tuerce un poco la boca, pensando. Los días que el joven lleva en el apartamento solamente va de la habitación de ella, la cual le cedió por completo, hacia la sala de estar y de vuelta. Tiene una mejor idea.

—Ven conmigo— se pone de pie—. Aún no ves su rostro.

El joven arquea una ceja, observando a la chica de pie frente a él. Duda unos segundos, antes de colocar un plato a un lado y ponerse de pie para acompañarla. Susan lo guía a través de los pasillos hacia la habitación de la menor, abre la puerta e ingresa.

Alex lo duda unos segundos, se alza de hombros de manera despreocupada e ingresa tras ella. Sus ojos viajan en derredor, observando la habitación color rosa con decoraciones de princesas, dos pequeñas camas en los costados y en el medio, una pared llena de fotografías. Alex abre la boca con sorpresa mientras se adentra en el lugar, observando detenidamente cada detalle hasta que se detiene frente a la pared de fotos. Frunce el ceño ligeramente y se inclina un poco para observar mejor, se reconoce en las fotos, él con un par de niñas, él con una sola niña, él con Susan y una niña.

— ¿Ella es Mell?— cuestiona sin despegar su mirada de la fotografía.

—Sí, ella es Mell— responde Susan, acariciando su brazo mientras se aproxima hasta posarse a su lado.

—Ella es muy linda— comenta el chico guiando su mirada hacia la mujer—. Se parece a ti.

Vuelve su mirada nuevamente hacia las fotografías, y visualiza unas en la que sale disfrazado de príncipe y la niña de princesa.

—Esas son del día de su cumpleaños, Beatriz le organizó una gran fiesta; ella quería ser Cenicienta y quería que tú…

—...Que yo fuera su príncipe encantador— concluye por ella, observando la fotografía fijamente.

— ¿La recuerdas?

—Más o menos, no lo sé, está algo distorsionado— responde esbozando una pequeña sonrisa; sus ojos se cristalizan.

— ¿Estas bien?— cuestiona la joven, girándose hacia él.

—Sí, es solo que. Siento algo que no puedo explicar, lo siento aquí— señala su pecho—. Y duele, duele mucho. Tal vez por el hecho de que siento que ustedes, ustedes son muy especiales para mí, y ahora no puedo recordarlas, eso duele.

—No te preocupes, no tienes que forzar tu mente, Alex. Estoy segura de que cuando estés listo lograrás recordarnos— dice la chica con amabilidad mientras toma las manos del joven entre las suyas.

—Quizás se deba a que tenga miedo de no ser lo suficientemente fuerte por ustedes. De no poder protegerlas, así como no pude proteger a Melody.

—Lo que pasó no fue culpa tuya, Alex.

El joven frunce el entrecejo al sentir un fuerte dolor en su cabeza. Rápidamente guía sus manos hacia ella y la presiona con fuerza.

—Tranquilo Alex, tal vez ha sido mucha información en pocos minutos— dice mientras sujeta los antebrazos del contrario—. Vamos a la sala para que puedas comer y tomar tus medicamentos.

— ¡Espera!— responde exaltado, mientras aparta sus brazos, para luego sujetar los hombros de Susan.

Sus ojos se amplían mientras abre la boca con sorpresa. Susan lo observa fijamente, con una mirada llena de esperanza.

— ¿Pudiste recordar?

—No— presiona los labios con fuerza, reprimiendo una sonrisa burlona—. Solo me vi en la necesidad de hacerte esa broma.

Susan frunce el ceño.

—Eso es porque al menos si recuerdas tu actitud tan infantil— le reprocha apartando las manos de Alex de sus hombros para librarse de él.

— ¡Espera! ¿Infantil? Yo no soy infantil— responde con un pequeño puchero en sus labios mientras sujeta su brazo izquierdo y la atrae hacia él—. No soy infantil.

Antes de que siquiera pueda reclamarle, Alex junta sus labios con los de la chica, tomándole el rostro entre sus manos para profundizar el beso. Su mente lo bombardea con miles de cosas a la vez, pero decide ignorarlas todas y disfrutar el momento.

Susan, a pesar de estar sorprendida por la acción del contrario, cierra los ojos y se deja llevar por él, embriagándose con el sabor de sus besos y la ternura de sus caricias.

— ¿Ya me recuerdas?— cuestiona presionando sus labios contra los del joven y rozando sus narices.

—No. Pero, me gusta estar así— comenta mientras se separa un poco para verla a los ojos.

— ¿Sin recordar nada?— pregunta, confundida.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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