No encontraba al señor Alexander por ningún lado, no estaba en su habitación, ni en su oficina, ni en la ducha.
El plomero se había ido y yo seguía buscando al señor. De pronto, al bajar las escaleras escuché la puerta principal cerrarse, ya sabía dónde estaba.
Fui hasta la puerta y la abrí, el señor Alexander estaba afuera de la casa.
—Esperaba el cartero. —Miraba hacia fuera casualmente, sin duda estaba ocultándose de mi.
—El cartero ya llegó, desde la mañana. — Le informé.
—Oh, entonces deberé esperar hasta mañana. — Evitó verme y se metió a la casa.
—Señor Alexander. —Lo seguía, iba más rápido que lo de costumbre.
—Señorita Valeria, estoy muy ocupado.
—Sólo necesito verlo un segundo.
—Usted ya vio suficiente. —Entramos a la oficina.
—Por favor, es urgente.
—Esta bien, pero le suplico que no divague, vaya al grano. Por favor no más historias de su niñez, de sus familiares o de sus ex novios. — Se sentó en su silla y metió la cabeza en los papeles.
—Está bien, está bien. Me sujetare a los hechos desnudos. —Me cubrí la boca ante la tontería que acababa de decir. —Perdón. ¡Ay, Basta! ¡Eso no es para tanto! — De nuevo la cubrí. — Quiero decir que no me alargaré… perdón, mejor iré al grano. — Dije tratando de concentrarme, el señor Alexander ya estaba totalmente rojo.—Lamento haberlo visto en la ducha, pero no tiene de qué avergonzarse.
—¡No diga más, por favor! —Se cubría la cara.
—Estoy jugando, no ví nada.
—Señorita Valeria, tengo trabajo ¿Por qué no hablamos luego?
—De acuerdo. —Me dirigí a la puerta. —¿Señor Alexander?
—¿Sí?
—¿Por qué no quiere mirarme de frente?
—La estoy viendo de frente —Seguía en sus papeles.
—Eso no es cierto.
—Señorita Valeria, debe entender que ese suceso ha sido algo muy embarazoso para mí. —Dejó los papeles a un lado, pero aún así no me miró.
—¡Oh, no sea tonto! Todo pasó tan rápido que en realidad no ví nada. — Lo tranquilicé.
—¡Excelente! —Alzó los ojos.
—No debe sentirse apenado por nada. ¡Puede creerme! —Dije insinuante, le guiñé un ojo y después salí de su oficina, por lo menos no está pensando en el pollo de la bañera.
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Escuché una pelea en la cocina, se escuchaba que el señor Alexander regañaba a alguien. Me daba gusto no ser ese alguien, pero también me daba curiosidad saber quién era. Entré a la cocina y estaba Adela con Juanita.
—No puedo creer que tuvieras un pollo en esta casa ¡Sabes lo que pienso de los animales!
—Papá, es tan pequeño que no causa ningún problema.
—Creeme que ya provocó uno muy grande.
—¡Oh, vamos! Señor Alexander, no es para tanto. Adela es una buena niña, estudiosa, amable, educada, ¿Por qué no dejarla tener una mascota?
—¿Quiere decir que le deje tener una gallina en esta casa? ¿Y que viene después? ¿Michelle querrá un cerdo? —Decía irónico, pero no me miraba.
—Hay unos cerditos muy lindos, creo que pueden ser domésticos y…
—¡Dejé los juegos a un lado! No voy a aceptar a una gallina en la casa.
—Señor, dígame tres razones por las que Juanita no pueda quedarse en esta casa. —Fuí y me senté en una silla de la barra de la cocina.
—¡No! —Adela me jaló.
—¿Qué pasa? — Dije confundida.
—¡Juanita estaba en esa silla! —Me levanté de inmediato. Juanita estaba respirando con dificultad.
—¡Le rompió el cuello, señorita Valeria!—El señor Alexander me acusaba preocupado.
—¡Deje de hablar y haga algo! —Lo empujaba, el señor Alexander tomó a Juanita en sus manos y la depositó en la barra.
—¿Que quiere que haga? — No sabía qué hacer, Adela estaba llorando.
—¡Dele primeros auxilios! —Le ordené.
—No sé hacerlo, tomé un curso pero fue hace mucho tiempo.
—¡Dele respiración pico a boca! —El señor Alexander le abrió el pico y comenzó a soplar.
—Parece que no funciona. —El señor Alexander se detuvo después de unos minutos de intentarlo.
—Hágase a un lado. — Lo empujé y con mis dedos comencé a hacerle RCP a Juanita.— Ciento uno, ciento dos…
—Señorita Valeria. — El señor Alexander me tomó por las manos. —Se ha ido.— Nos quedamos en completo silencio, Adela tomó a Juanita y con lágrimas en los ojos salió corriendo.—¿Por qué tuvo que pasar esto? — El señor Alexander se lamentaba.
—Fue un accidente. — Traté de explicar. El señor Alexander corrió para alcanzar a Adela, yo lo seguí. Entramos en su habitación y ella estaba llorando con Juanita en las manos.— Linda, lamento que haya pasado esto. — Me senté en la cama.
—Era tan joven, tenía mucho por vivir. —Me contestó entre sollozos.
—Lo siento, linda. No quería hacerlo.
—Yo se lo dije mil veces: Si alguien te va a aplastar… grita.
—Cielo, solo es un animal. —El señor Alexander quería consolarla, sin éxito.
—Pero también los animales sienten ¿Te imaginas morir aplastado por Val? — Lloraba. — Quiero estar sola, por favor.
Me levanté de la cama y salí, detrás de mí venía el señor Alexander.
— Parece que tenemos un problema, señor. —Nos quedamos en el pasillo.
—Es qué, ¿Por qué tuvo que matarlo? Estaba a punto de ceder y quedarnos con él.
—¡Fue un accidente! — Me defendí.
—Yo no sé qué hacer ahora con todo esto, nunca la había visto así, no sé cómo controlarlo.—Estaba de verdad preocupado.—Debe de haber algo que podamos hacer, para que se anime.
— Aún recuerdo cuando murió fish, descanse en paz.—Le comenté.
—¿Fish? —El señor Alexander no entendía.
—Sí, fish. Mi pez.
—¿Le puso “pez” a un pez? Eso sí que es tener ingenio. — Me criticaba.
—Lo quería muchísimo, un día llegué a casa y lo encontré boca arriba flotando en su pecera, lo recuerdo —Me llené de nostalgia —Su cuerpecito todo pegajoso. Le jalamos dieciséis veces al inodoro.
—¿En tributo? —Mis ojos estaban cristalinos, puso su mano en mi hombro.