—No estoy completamente seguro de la decisión que tomamos. —En señor Alexander me decía mientras entrabamos a la casa.
—¿Por qué no? Green le encantará a Adela.
—¿Ya le puso nombre al pobre animal?
—Es bonito ¡Y ya deje de juzgarme! — Me quejé.— Ningúna otra mascota le convenció.
—Tiene razón. El lado bueno es que los dos salimos de esa tienda con lo que buscábamos, yo con una mascota para Adela y usted con el número de ese hombre.
—Eso es trabajo en equipo.
Andrés y yo saldríamos más tarde a comprar los regalos de navidad, había estado evitando saturar mi tarjeta de crédito y así poder comprarles algo a mis niñas, a Andrés y al señor Alexander.
—¿Les comprará eso a las niñas? — Preguntaba Andrés viendo el maquillaje que estaba llevando.
—No. —Había olvidado por completo que iba por sus regalos. — Pero creo que aunque sature mi tarjeta no podré comprarles algo fabuloso. ¿Ya ha visto el precio de lo fabuloso? — Le pregunté viendo que no llevaba nada en su canasta.
—Lo sé, no alcanza ni para lo maravilloso. — Se encogió de hombros.
—Pues... manos a la obra.
Caminamos por horas para por fin ,comprarle un bolso a Michelle, a Adela un estuche para que pueda hacer sus propios muñecos, también le compré un juego de té. No tiene ni uno. A Andrés ya le había comprado su regalo antes: una buena corbata y al señor Alexander le compré un cupón para un día completo en el spa. Tal vez no sea un spa de gran prestigio pero de qué lo necesita, lo necesita.
Ya está listo todo para el día siguiente: noche buena.
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Yo ya había dado mis obsequios, a todos les encantó su regalo. Adela me regaló una maqueta echa por ella, donde estábamos ella y yo, en mi habitación, yo me estaba probando vestidos, también aparecía Andrés espiandonos.
Andrés me regaló unos panecillos con mi cara.
Michelle fue por un regalo que estaba debajo del árbol y me lo entregó.
—Lo hice yo misma, no sé si te guste. — Comencé a abrirlo. — Si no te gusta puedo comprarte algo.
—¡Oh, linda! Me va a encantar. — Saqué un círculo de tela—Aw… — Alargué el tono mientras descubría qué era. Tenía una rara muñeca hecha de tela.
—Eres tú. —Me informó.
—Aw… —Pero aún no sabía qué era.
—Es una funda para pijamas, para que guardes tu pijama dentro .— Me explicaba emocionada.
—Aw… ¡Que casualidad! ¡No tengo ni una! —La amé, de verdad.
—Es porque Val no usa pijama. —Andres dijo.
—Andrés, no quiero que vuelvas a pulir mi cerradura. Gracias. — Le lance un cojín.
—Falto yo. —El señor Alexander se puso de pie y miró su reloj. Él estaba usando un esmoquin, las niñas usaban un hermoso vestido que obviamente yo elegí para ellas y yo tenía un grandioso vestido de noche color azul marino, mi favorito. Me esmeré mucho en arreglarme, no todos los días pasas una navidad con ricos. —Primero Michelle —Tomó una caja de regalo y se la dió. Eran unas botas que Michelle quería recientemente porque todas sus amigas las tenían.
—¡Papá, son geniales! —Lo abrazó. Segundos después el señor Alexander fue hasta Andrés.
— Andrés ¿Qué puedo decir? Cada año eres un fiel amigo. Gracias y feliz navidad. — Le extendió un sobre, Andrés lo abrió y le saltaron los ojos.
—¡Dios! Es más que generoso, señor. Es difícil expresar todo lo que… —Buscó la palabra correcta — lo merezco.
—Bueno, de nada. — Le dió una palmada en el hombro. — Y señorita Valeria. — Se volteó hacia mi. Ya le he dicho lo valiosa que es para las niñas y se lo agradezco. — Tomó del árbol una caja y me la extendió — Y también… — Me extendió un sobre — No quiero que esta vez venda un riñón o algo parecido. —Se burlaba de mi.
—Muchas, gracias.— Comencé a quitarle la envoltura a la caja y saqué un majestuoso y bello teléfono celular. — ¡Oh, señor Alexander! Es maravilloso. — Me levanté a darle un abrazo.
—Para que ya no use el teléfono de la casa. — Me devolvió el abrazo. También abrí el sobre y se me salió todo el aire, era una cantidad de cinco cifras.
—Me voy a desmayar — El señor Alexander me sostuvo en sus brazos.
—No muera ahora, necesito que vea el regalo de Adela. — Me guiño un ojo. Volvió a mirar su reloj y de pronto sonó el timbre. — Justo a tiempo, vamos todos a la puerta. — Estaba muy emocionado, aunque nadie entendía qué pasaba. Todos obedecieron y confundidos fuimos hacia la puerta. —Adela, lo pensé mucho y no podía regalarte otra cosa más que lo que tú querías. — El señor Alexander abrió la puerta y una gran jaula entró por la puerta.
—¿¡Es para mi!?— A Adela se le iluminó la cara al ver su nueva mascota.
—Sí, no es una gallina y de él si conocemos si es macho o hembra.
—¿Dónde lo pongo señor? —Preguntaba un hombre que para nada era el de la tienda. Y yo arreglándome tanto para él.
Todos estuvieron pegados a la jaula cuando el hombre repartidor de mascotas se marchó. Todos le metían el dedo a la jaula, le hablaban y Adela comenzó a pensar en un nombre. Ya que mi nombre no le gustó para nada.
Hablaron sobre si podía tenerlo en su habitación o sacarlo de la jaula.
Lastimosamente el señor Alexander tuvo que irse, aunque a Adela no se le quitó la sonrisa de la cara.
—Ya sé cómo quiero que se llame. —Adela me dijo mientras la acostaba.
—¿Cómo, linda?
—Coco. —Parecía muy satisfecha.
—Pero linda, no es café ni redondo.
—Pero me gusta. — Cerró los ojos con gran alegría.
Andrés y yo, todavía nos quedamos en la sala mirando películas de navidad.
—No creí que el señor algún día fuera a comprar una mascota. — Decía Andrés mientras se comía mi cabeza del panquesito.
—Yo tampoco, el día que me llevó pensé que iríamos a algún lugar más privado. — Comenzamos a reír.
—Creo que le vendrá bien a la casa este nuevo miembro.
Sin más, seguimos viendo la televisión hasta quedarnos dormidos.