La niñera

Alexander

POV ALEXANDER


Abrí la puerta principal, corrí dentro hasta la oficina. Había perdido unos minutos ya que se me habían olvidado unos papeles de la reunión. ¡Los nervios por el estreno no me dejaban concentrarme!

—¡Val! —Coco siempre decía el nombre de la señorita Valeria cuando me veía.

Tomé los papeles, los metí rápidamente en mi portafolios y corrí de nuevo hacia el auto.

—¡Señor, la señorita Valeria se ha ido! — Andrés parecía agobiado.

— ¡Andrés! ¿No recuerdas que hoy es su día libre? — No me detuve, seguí mi camino.—No puede quedarse aquí, contigo siempre. Ella sí tiene una vida.—Salí y cerré la puerta directo a mi reunión.

La reunión fue muy productiva, aunque muy exigente y fatigante. Por suerte Paula ha controlado la situación.

Cuando llego a casa, todo está muy pacífico y mudo, sin dudar la señorita Valeria no está en casa. Lo más probable es que volviera a un bar de solteros.

La última vez que asistió a uno tuve que ir a socorrerla: los acompañantes con los que estaban en aquel bar con ella y Laura, en el más pequeño descuido se desaparecieron dejándolas con toda la cuenta.

—¡Val! —Coco no podía dejar pasar decir eso al verme.

Fuí hasta mi oficina a dejar el portafolios, Michelle estaba ahí.

—¿Qué haces aquí, Michelle?

—Estaba esperándote, papi. —Se puso de pie y caminó hasta mí dándome un beso en la mejilla.

—¿Ha pasado algo?

—No, no. Solo que no podía dormir y he decidido esperarte aquí. —Había algo que no me convencía por completo.

—Señor — Andrés entró a la oficina un poco exaltado.

—Nos vemos mañana, Papi. — Michelle salió corriendo.

—¿Qué sucede, Andrés? —Le di la vuelta al escritorio y me senté.

—La señorita Valeria no ha regresado.

—¿Y qué te preocupa? —Abrí el cajón que tengo bajo llave.

—Salió de aquí cuando usted se fue a la reunión, parecía preocupada, exaltada, asustada.

—Quizá una nueva cita, siempre se pone así cuando un hombre quiere salir con ella. —Le resté importancia. —La señorita Valeria sabe cuidarse, Andrés.

—Salió de aquí sin un bolso, sin accesorios y sin teléfono celular.

—¡Santo cielo! ¡Le sucedió algo! — Me preocupé.

—Dijo que se iba y que la explicación estaba en una nota que le había dejado en su escritorio. —Miré por todas partes, moví papeles y justo entre ellos se encontraba un sobre, lo abrí.

Perdona que no me atreva a decirte esto en persona, pero no es mi culpa, los nervios me matan y creo que solo así podré hacerte ver lo mucho que me interesas, ya sé que no puedo ni considerarme tu amiga, pero esto no me basta.
Yo contigo quiero tener una relación de pasión desbordante.
Te daré tu espacio para que pienses tu respuesta.”

Me quedé pasmado ¿Qué acababa de leer?

—¿Qué dice, señor? — Andrés esperaba paciente del otro lado del escritorio.

—Está diciendo que se fue para que yo pueda pensar…

—¿Pensar qué, señor? ¿Le pidió otro aumento?

—Me está diciendo que quiere ser algo más, que quiere tener “Una relación de pasión desbordante” —cité.

—¡¿Qué?! — Andrés parecía bastante sorprendido.

—Dice que no sabe cómo decírme a la cara y que… y que… ¡Por dios, Andrés! ¿Qué rayos voy a hacer?

—Señor, a lo mejor se está confundiendo. —Trataba de tranquilizarme.

—Aquí dice claramente.

—¿Dice su nombre? —Andres repasaba todas las opciones.

—No, pero ¿Qué haría está nota aquí? Ella la puso y habla de lo mucho que le intereso.

—¿Mencionó que usted es un inútil, incapaz de colgar su propia ropa aunque su vida dependiera de eso?

—¡No!

—Entonces no es usted, debe ser una equivocación. —Concluyó, tomó la carta y comenzó a leerla.

—¡Andrés! ¿Qué voy a hacer?

—¿Sobre qué? — No parecía preocupado.

—Ya lo leíste, ella está enamorada de mi.

—¡Oh, señor! Yo no lo tomaría muy en serio debe tener alguna otra explicación.

—Pero, pero… sí debo. ¡Pobre! ¡Sufriendo todo este tiempo! ¡Y ni siquiera me di cuenta!—Pensé en ella, las veces que me ha besado y para mí no significó nada. ¿Cómo podría pensar que para ella significaba tanto?

—Señor, créame que…

—Debí haberlo notado, supongo. ¡Pero es que siempre pensé en ella como solo la niñera! Bueno… —Comencé a reflexionar — Una maravillosa niñera, claro. —Admití. —Amorosa, lista a su manera, alegre… —Sonreí al recordar todas las anécdotas que cuenta. — Dulce…

—¿Pero solo la niñera? —Andres trataba de insinuarme algo.

—Sí, sí —Contesté de inmediato. — Claro… ¡Es que esto es horrendo! Aunque no podría culparla, supongo que se sintió atraída. — Reí nervioso.

— ¡Oh señor, es usted tan codiciado! —Andrés me contestó con cierta ironía.

—Andrés, lo último que quisiera en este mundo es herirla. ¿Cómo puedo hacer para que entienda con dulzura?

—Señor, mejor hay que consultarlo con la almohada. —Andrés salió de mi oficina dejándome pensando en la señorita Valeria.

—¡Popo!—Coco había pasado un par de horas con Paula y ahora cada vez que veía Andrés le decía Popo.

¿Dónde habrá ido? 
¿Por qué lo hizo?
Debo hablar con ella de inmediato, ella pensará que lo estoy pensando y podría hacerse más ilusiones.

Tomé mi auto y salí rumbo al único lugar al que la señorita Valeria podría ir: a casa de su madre.

La señorita Valeria era una gran mujer, tiene la oportunidad de salir con cualquier otro hombre y yo tuve el privilegio de que se fijara en mi. Aunque no es lógico o posible o coherente ¿Qué podría tener yo que no tenga ningún otro hombre?

Aunque claro que yo soy muy atractivo y alto, también soy talentoso y tan creativo…

Entré al edificio, subí el elevador para llegar al piso donde la encontraría, cuando estuve frente a la puerta, toque el timbre sin pensar. Inmediatamente me acobardé ¿Qué le diría? ¿Cómo sería capaz de  rechazarla? 
Recé por qué no abrieran, pasaron varios minutos y nada pasó ¿Dónde estará? ¿Habrá ido a otro lugar? ¿Con quién? ¿Y por qué?  Si se supone que está enamorada de mi.



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Editado: 30.09.2020

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