Alexander apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta cuando una vocecita carraspeó detrás de él. Así que se dio vuelta con una sonrisa.
—¿Ya dejaste la mochila lista? —preguntó a Sophie, que lo miraba como si le debiera una explicación por un crimen.
Sophie asintió con la cabeza, pero sus cejas se fruncieron con sospecha.
—¿Qué pasa? —preguntó Alexander mientras caminaba hacia la cocina y le hacía un gesto para que lo siguiera.
Sophie lo hizo, arrastrando los pies como si la hubiesen obligado a ir a clases de álgebra avanzada en sus vacaciones.
—¿De qué hablabas con Isabelle? —soltó, sin rodeos.
—De ti —respondió él, mientras dejaba las llaves sobre la barra.
Sophie frunció el ceño.
—¿Entonces por qué se reían tanto?
Alexander levantó una ceja y se volvió hacia ella.
—¿Estabas espiándonos?
Sophie se encogió de hombros y desvió la mirada, evitando responder.
—¿Y cuál fue tu primera impresión de Isabelle? —preguntó entonces, decidido a desviar el tema.
Sophie entornó los ojos hacia el frutero, como si esperara que las manzanas le dieran una pista.
—Es demasiado… alegre.
Alexander soltó una risa suave.
—Eso es bueno.
—No estoy segura —respondió ella, cruzando los brazos.
Alexander se apoyó en la encimera, observándola con paciencia.
—Sacando su felicidad, ¿te gritó? ¿Te habló mal? ¿Te recogió tarde de la escuela?
Sophie negó con la cabeza, algo contrariada.
—Solo no me dejó usar la tableta a la hora del almuerzo. Dijo que había que hablar con la familia y los amigos.
—Y tiene razón —dijo Alexander, girando hacia el fregadero para lavar unas papas.
—Pero ella no es mi amiga ni mi familia —refunfuñó Sophie.
—Es tu niñera. Y una adulta. Mientras no te falte el respeto, tú no tienes por qué faltárselo. Ya sabes que usar la tableta o el teléfono cuando el otro habla es descortés.
Sophie suspiró con dramatismo y apoyó el codo en la barra, dejando caer la cabeza sobre la mano.
—Si el viernes no te parece lo suficientemente buena, me lo dices —continuó Alexander—. Pero tienes que saber que, tarde o temprano, vas a tener que aceptar a una niñera. Yo tengo que trabajar.
—¿Y si dejas de trabajar?
Alexander rio con ternura, sacando el pelador de papas.
—¿Y cómo mantendría tu vida de diva? Porque a veces actúas como si fueras la mismísima Paris Hilton.
Sophie arrugó el ceño.
—¿Quién es esa?
Alexander negó con la cabeza, sintiéndose súbitamente muy viejo.
—El punto es que no puedo dejar de trabajar. Pero sabes que siempre tendremos nuestras cenas juntos. Además, te dejo comida lista para que no me extrañes tanto al mediodía, y los fines de semana, soy todo tuyo.
Sophie asintió, aunque sin entusiasmo. Alexander la miró con ternura y se acercó para abrazarla.
—¿Sabes que eres lo más preciado que tengo?
Sophie lo miró de reojo.
—¿Lo más preciado no son tus palos de golf?
Alexander soltó una carcajada.
—Amo mis palos de golf, sí. Pero nada ni nadie te quita el puesto número uno en mi corazón.
Sophie sonrió, apenas, y él le acarició la mejilla.
—Espero seguir siendo el número uno en tu corazón por mucho tiempo. Aunque sé que luego llegan los primeros amores y los padres quedamos relegados...
Sophie hizo una mueca de asco, como si acabara de morder una galleta salada pensando que era de chocolate.
—¡Nunca me voy a enamorar!
Y, tras una pausa, agregó con más timidez:
—Estamos bien tú y yo solos.
Alexander asintió y la abrazó fuerte, hasta que Sophie empezó a reír y a patalear.
—¡Ya basta! ¡Me vas a romper las costillas!
—Eso es amor, abrazo de papá oso —dijo él, soltándola para volver a las papas.
—¿Así que tengo hasta el viernes para decidir si quiero a Isabelle?
—Sí. Técnicamente sería hasta el lunes, porque ella empezó el martes, pero si el viernes me dices que no es la indicada, no la haré venir el lunes.
Sophie asintió solemne, como si acabara de firmar un tratado de paz.
—No vayas a hacer nada para espantarla antes del viernes —añadió Alexander sin levantar la vista.
—¡Nunca haría eso! —protestó, ofendida.
Alexander sonrió con escepticismo mientras comenzaba a pelar.
—¿Puedo poner música para cocinar?
—Claro. Y luego necesito que vayas pasándome los ingredientes.