Valeria
El desayuno no pasa por mi garganta de buena manera, es difícil cuando solo recuerdo mi conversación de ayer con el presidente, es difícil aceptar que mi pulso se disparó a mil y que mi corazón dio un vuelco cuando lo escuché, es molesto aceptar eso porque ahora desayunando con los pequeños recuerdo las palabras de Sam, ellos me odiarían si llegara a sentir algo por su padre, si me entrometiera en la relación de estos, por Dios, ¿qué estoy pensando? Eso nunca pasará, estoy segura de que el presidente dijo todo eso solo para pedir perdón o quizás solo se burlaba de mí, hasta mintió cuando dijo que no estaba con ninguna mujer cuando la misma Mónica habló como si durmieran juntos, miro mi teléfono cuando suena y bufo viendo el recordatorio, hoy debo ir al club y bailar aunque por primera vez tengo cero ganas de eso.
—¿Valeria jugamos al escondite? —miro a Sam cuando habla
—¿Qué planeas? —entrecierro mis ojos y el niño sonríe
—Nada, solo queremos jugar contigo —suspiro —además, dijiste que jugarías con nosotros
—No recuerdo eso
—¿Ya estás tan vieja que olvidas cosas? —alza sus cejas
—No soy vieja —me ofendo y me pongo de pie —tienen 10 segundos para esconderse y quien pierda se queda sin comer hoy helado porque —me callo cuando me doy cuenta de que estoy hablando sola, ya ellos han corrido hacia la puerta y han salido por esa, solo me quedo mirando la puerta y luego niego, al presidente no le va a gustar este juego.
Camino en silencio por la casa, este lugar es enorme y no sé en donde ellos están aunque tienen prohibido algunas áreas, eso ayuda un poco, me detengo frente a la habitación del presidente y puedo jurar que ahí hay uno de ellos, pero ¿y si me equivoco y solo encuentro al Presidente? Bufo, nunca he tenido miedo y pensando en eso, abro la puerta y entro, alzo una ceja al ver ahí a Gina, de pie frente a una puerta y me cruzo de brazos.
—La habitación estaba prohibida —comento acercándome a ella —y no estás escondida Gina
—Dentro están las cosas de mamá —señala la puerta —papá guardó todo ahí para que nadie andara con ellas —me mira
—Eso es
—Me gustaría entrar —niego con la cabeza —por favor Val —ella se acerca —me gustaría ver su ropa y
—No, Gina, salgamos de aquí
—Por favor dentro hay muchas fotos —me doy la vuelta —¿acaso papá es el único que merece recordarla? —sus palabras detienen mis pasos —él guardó todo para que mis hermanos y yo no viéramos más sus cosas, es un egoísta, también nosotros le echamos de menos —cierro los ojos y maldigo en voz baja.
—Cinco minutos —soy rápida en ir hacia esa puerta y Gina sonríe, la puerta está cerrada con llave, pero hace mucho aprendí a abrir una puerta, lo hacía todo el tiempo para escapar de casa, segundos después la puerta está abierta, Gina entra a la pequeña habitación y yo también doy un paso hacia ella, el olor del perfume es potente, al parecer el perfume que ella usaba, la ropa está acomodada y las fotos también, no hay ni un poco de polvo y respiro hondo, el presidente ama a esa mujer, eso es claro.
—Mira, era su diario —Gina levanta el libro y alzo una ceja cuando lo deja en mis manos —mama escribía todo el día en él —cuenta mientras yo miro este —ahí escribía todo —sonríe
—Debemos salir Gina
—Puedo quedarme con
—No —rápido niego dejando el libro donde estaba —es de tu madre Gina y es un diario, no debe leerlo nadie —bufa —vamos —me doy la vuelta, pero al hacerlo choco contra alguien y si no fuera por sus manos en mi cintura hubiera caído al suelo, mis ojos se abren en demasía cuando mi mirada choca con la de Oliver, ¡Diablos!
—Gina ve a tu habitación, antes busca a tus hermanos, Samuel está en mi despacho acabando con todo ahí y Jason en la cocina —La pequeña me deja y solo se larga sin decir nada, perfecto, que buena amiga, el presidente me suelta y se aleja unos pasos.
—Perdón yo —trato de pasar pero no me deja
—No tan rápido —suspiro sin mirarlo —has entrado en mi habitación y luego aquí, en donde están las cosas de mi esposa, Valeria hay cosas que no debes hacer
—Gina quería ver las cosas de su madre, no son solo tuyas señor
—No, son de Margaret —miro sus ojos —ella aún está viva —su mandíbula está tensa y su mirada es puro hielo —ayer te dije que te hallaba atractiva, pero eso no te da ningún derecho.
—Pido perdón, no volverá a pasar —digo sabiendo que cometí un grave error.
—La próxima vez que hagas algo como esto, olvidaré el dichoso contrato y te sacaré de esta casa —sus palabras son claras y solo paso por su lado con la cabeza baja, no tengo ningún derecho a discutir, sé que lo que he hecho estuvo mal.
★★★
Oliver
Me detengo en la puerta de la habitación y solo miro hacia la cama en donde está Margaret, cierro mis ojos y respiro hondo, nos debería de estar aquí, no cuando sé que estoy a punto de dañar todo lo que en el pasado tuvimos juntos y ahora mirándola me doy cuenta de que sigo amándola, lo mejor que hago es romper el plan de hoy, si voy a ese club será un error, mi esposa sigue viva, yo mismo lo repito cada día que pasa y mientras ella esté viva no puedo fallarle. Cierro la puerta y me alejo de ahí, pero cuando le veo me detengo en seco.
—¿Qué demonios haces aquí? —bramo yendo hacia mi hermano que venía muy tranquilo con un ramo de flores en sus manos, solo lo empujo contra la pared haciendo que el ramo caiga al suelo —No tienes derecho a estar aquí —mascullo cerca de su rostro
—Suéltame Oliver —habla calmado —¿acaso no puedo ver a mi cuñada? —ríe —ella es mi amiga
—Ella no es tu amiga infeliz
—Oliver, algún periodista puede verte —sonríe y lo suelto
—Vete de aquí Nelson —lo señalo —no vas a ver a mi esposa —él sonríe
—No puedes prohibirlo Oliver, como dije, ella y yo somos amigos —aprieto mis dientes —aunque nuestra amistad nunca te gustó pero
—Ella rompió esa amistad hace años —lo señalo —vete —agrego para luego alejarme, pero me detengo al ver a uno de los guardias que deben cuidar todo el tiempo el pasillo que va a la habitación de Margaret. —¿Nelson viene a menudo aquí? —él me mira