—¡¡No vuelvas!! —gritó el guardia del bar entre dientes, mientras lanzaba bruscamente al hombre contra los botes de basura —si te vuelvo a ver por aquí, yo mismo te parto la cara —lo amenazó, luego cerró la puerta con furia dejando al pobre hombre mal herido en el solitario frío de noche.
--¡Nadie me dice que hacer! —gritó el hombre desde afuera del bar mientras tosía y escupía la sangre de su boca. Se intentaba levantar, pero fue imposible, sus piernas no respondían. En su abdomen sentía un dolor infernal. Intentó levantarse pero finalmente se quedó acostando en el mismo lugar en el que fue arrojado como basura.
¿Qué hacia allí? En este momento pudo haber estado en su departamento con alguna de sus conquistas, como solía pasar siempre, pero desde lo de Lauren nada fue igual, desde lo de Lauren nada le importaba, ¿Qué sentido la vida sin su calurosa mirada llena de amor?
—Oye, ¿oye te encuentras bien? —una dulce voz lo sacó de sus pensamientos.
Al alzar la mirada se quedó asombrado. Aún en su estado pudo admirar la belleza de aquella mujer. Rasgos delicados, cabello negro, piel bronceada, ojos oscuros con unas largas pestañas, fácilmente podía compararla con un ángel, aunque puede ser que el alcohol le esté jugando en contra.
Aquella mujer llevaba un jean desgastado en las rodillas y una blusa básica negra manchada en algunas partes con cloro, y cargaba con una pequeña mochila.
Sencillamente bella —pensó—. Que tonto eres se reprochó para sus adentros. Que pensamiento para más ridículo.
—¿Hola? ¿me está escuchando ? llamaré a la ambulancia —antes de que pudiera hacer algo, el hombre se acercó arrastrándose, muy mal herido, aunque luego de haber lidiado contra dos gorilas, no estaba nada mal, de algo le sirvieron las clases de boxeo y yuyitsu que ha tomado para "despejar la mente".
Su entrenador dijo que debería entrar a los torneos, pero a Daven no le interesaba en absoluto.
—No, no, no lo hagas —dijo alzando la voz autoritariamente y la penetró con su oscura mirada.
—Oh, disculpe, pero usted se ve en muy mal estado —lo miró de pies a cabeza con preocupación pasando por alto su actitud arrogante.
—Me encuentro bien, solo necesito ir a casa, allí me ayudaran —la volvió a mirar, fríamente. Aunque es mentira, había despedido a todos en su casa, nadie lo ayudaría, dependería de él.
—¿Tiene una dirección? —preguntó, dudosa. Se acercó sigilosamente.
—Si —. Sacó con dificultad su billetera del bolsillo trasero del jean y de ella una tarjeta de presentación, donde se encontraba el número de su chofer—. Llame a ese número y me vendrán a ver —ordenó aunque sabe que también había despedido a Ramón.
Como si no fuera suficiente, el alcohol dejaba de hacer efecto, y comenzaba a sentirse más adolorido, intentó ahogar el dolor apretando los dientes.
La joven se quedó asombrada al leer de quien se trataba. No se percató de que aquel hombre se estaba estremeciéndose, aguantando el dolor de los golpes recibidos hace al menos una hora.
—¿Usted es Daven Damme? —preguntó perpleja y sin dejar de mirar la tarjeta.
Ella conocía trabajo de Daven, y aparte él le parecía sumamente atractivo. Pero en el estado en el que se encontró, no lo reconoció.
Lo miro con lastima.
Daven por su parte no respondía la pregunta.
Ignorando su pregunta, continúa:
—¿Puede llamar a ese número, por favor? —preguntó fríamente, mirándola con sus ojos oscuros, llenos de tedio.
—Está bien —murmuró la mujer inconforme. Estaba acostumbrada a lidiar con este tipo de hombres.
Pasaron unos minutos marcando el mismo número y no respondía nadie.
—¿Y bien? —preguntó Daven impaciente.
—Nadie coge el celular, lo... lo lamento. Llamaré un taxi —marcó el número de la línea de taxis.
De esta no te salvas Ramon—pensó Daven— Lo echaste como a un perro, que esperabas, idiota, se dio una bofetada mental.
—Está bien, por favor no demore, es urgente —dijo la joven seguidamente colgó el teléfono.
Al volver a mirar a "Daven" estaba dormido en el piso, a lado de los contenedores de basura.
Se acercó minuciosamente.
Estaba suficientemente cerca de su rostro. No lo reconoció. Tenía muchos golpes, aunque no podía dudar de que ese hombre se veía muy atractivo, aún en ese estado. Se sentó a su lado en el suelo, mientras esperaba que llegara el taxi.
¿Qué rayos estás haciendo?, ¿Por qué no te vas a tu cuarto y dejas a este borracho aquí? —pensó la mujer.
Por más que quería irse, no podía, se sintió comprometida en el asunto, y además siente curiosidad por el hombre.
Diez minutos después escuchó la bocina del taxi.
—Vámonos, Señor —dijo sacudiendo al hombre con intenciones de despertarlo. El taxista la miraba impaciente.
Luego de unos minutos, el taxista al ver que el hombre no respondía al llamado de la joven, se bajó del auto para ayudarla, quien le agradeció con una sonrisa amable.
Levantó a Daven como si se tratara de un bebé y lo metió en la parte trasera del auto.
Abril se sentó al lado de Daven.
—¿A dónde vamos señorita? —dijo el taxista mirándola desde el espejo retrovisor.
Wow, que hermosa niña -pensó el taxista.
—Supongo que al edificio —respondió el subconsciente de la joven, mientras ella acomodaba a Daven contra la puerta.
Auch
Los dolores eran insoportables, tanto su cabeza dando vueltas y los dolores físicos.
Se sentó en la cama y vio a su alrededor, un balde recibía las gotas de lluvia que caían desde el techo, las paredes blancas, una pequeña ventana al frente de la cama dando la vista a una pared de ladrillos, una pequeña lámpara en una silla de madera con algunos libros y un armario de madera a punto de desmoronarse.
—¿Dónde estoy? —susurró con voz somnolienta. Tenía todo, su reloj, zapatos, así que no cree que le hayan robado.