La noche de Abril

Capítulo 3

3 AÑOS DESPUES

—¡¡Damme!! Mi amigo del alma—manifestó Alex Gader el alcalde de la ciudad. Un poco pasado de copas abrazó a Daven dando fuertes palmetazos en su espalda, cosa que le incomodó a Daven.

Daven respondió con una mirada sombría y fija para Alex. No le hacía gracia de que se llamen amigos por interés. Con esto le sobró y bastó a Alex para cambiar su actitud.

—Tenga muy buena noche Alex —alzó su copa y miró con poco interés a las personas que acompañaban a Alex, luego se marchó del lugar.

Se sintió incómodo en aquella reunión. Había mucha gente, cada una con intereses y ambiciones. Algunas de estas personas estaban empezando en el mundo de la codicia, otros seguían llenando sus bolsillos, y muy pocos, ya jubilados vivían de los millones que generaron con sus exitosos negocios.

Por fin se alejó del lugar.

En el balcón de la casa de Alex se veía un hermoso panorama.

Tenía una vista al mar, ya esas horas se hacía notar un hermoso crepúsculo.

¿Esto es vida? Se preguntó tomando un sorbo de su cóctel.

—Hola Daven —una voz sensual interrumpió sus pensamientos.

Daven la miró de reojo. Solo pudo ver su rostro.

—¿Qué tal Amber? —Dijo volviendo a ver el amanecer, no se podía perder este acto tan alucinante.

Amber Müller, una modelo muy reconocida internacionalmente por sus rasgos únicos, ojos verdes intensos, su tez morena, su cabello negro trenzado, por supuesto sus inigualables curvas y el pasatiempo más serio que ha tenido. Muy mala experiencia, por cierto, en el inicio todo fue "color de rosas" luego Amber se volvió una loca obsesiva. Daven se aburrió de aquello, aunque librarse de Amber no fue nada fácil, al final lo logró.

—Bien gracias, y... ¿qué haces por aquí solo? —preguntó con notable interés acercándose a él.

Daven puso toda su atención a Amber. Tenía un vestido tornasol azul con una sola manga que se ajustaba a la perfección con su cuerpo esbelto.

—Pues tenía intenciones de estar solo, viendo este hermoso crepúsculo, pero... —la miro de arriba para abajo con desinterés, le dio a entender que no estaba para nada a gusto con su presencia.

Amber lo fulminó con la mirada.

—Siempre tan caballero ¿te piensas quedar solo toda tu vida? —preguntó, irritada por el poco interés que le daba.

Daven asintió tomando otro sorbo.

—Esas son mis intenciones ¿y las tuyas? ¿Seguirás siendo la misma atrapa hombres? O ¿ya tienes otras visiones? —Preguntó en tono burlón.

—Por Dios Daven, cada que abres la boca es para fastidiarme —lo miro fríamente y se marchó del lugar.

—¡Por fin! —exclamó Daven—. Esa mujer no se cansa —susurró volviendo a admirar aquella vista.

¿Qué le pasa? ¿Será un caso que no tiene suficientes pretendientes para elegir? No la entiendo, y no me esforzaré en hacerlo.

Miró su reloj con desdén, un Vacheron Constantin, exactamente Les Historquies Power Reserve dorado, uno más de la colección.

—Las seis de la mañana —suspiró.

Se alejó del balcón, pasó por el salón principal sin despedirse de nadie, se dirigió a la parte delantera de la mansión de Alex, donde se encontró su auto estacionado con un par más.

—Tenga buen día —dijo el valet parking que le entregó las llaves del Maybach Exelero, estacionado frente la mansión.

—Igualmente —respondió cordialmente Daven.

Mientras Daven se alejaba en su auto de lujo el hombre quedó viendo el auto con un brillo en sus ojos.

Llego a su casa, abrió la puerta del garaje con un botón que se encontró en el auto.

Luego de haber estacionado su auto junto a un todoterreno, se dirigió a la cocina, donde se encontró a Amanda, su sirvienta, que se había convertido en una gran amiga, era una señora que estuvo en los momentos más duros de su vida, que junto a varios sirvientes más se encargaban de la casa y de las despampanantes comidas diarias.

—Buen día Amanda —saludó Daven acercándose para darle un beso en la mejilla—. Huele delicioso —dijo sacándose el saco y arremangándose las mangas de la camisa, alzó la tapa de la olla que estaba hirviendo.

—Buenos días doctor Daven —correspondió a su saludo con una enorme sonrisa mirando cómo disfrutaba del olor de la canela hirviendo—. Estoy preparando su comida favorita— dijo pícara y guiñándole un ojo.

Daven la miro con dulzura.

—Sabes que te quiero ¿verdad? —preguntó seguidamente abrazándola.

—Por supuesto que lo sé —respondió Amanda correspondiendo el abrazo.

—Me iré a duchar —dijo después de terminar el abrazo.

—Antes de que se vaya —dijo Amanda llamando la atención de Daven— ¿qué tal le fue en la reunión?

Daven puso mala cara.

—Amber estaba en la reunión —respondió poniendo los ojos en blanco—. Con eso te digo todo.

Se fue a duchar.

Amanda se imaginó la madrugada de Daven. Ella es la que sabe a la perfección lo qué pasó en esa relación. Ella se encargaba de decirle a Amber que Daven no estaba en casa y de informarle a Daven las horas que Amber se quedaba "esperándolo".

Mientras Daven se viste suena el teléfono de la casa.

—¡Señor Damme! —grita Amanda desde la cocina— lo está llamando, la secretaria del Ingeniero Martín desde la empresa, dice que es urgente.

Daven atiende el teléfono desde su cuarto.

—Está bien Amanda, cuelga, ahora hablo con ella —se sienta en el cómodo sofá blanco de su habitación sosteniendo el teléfono contra su oreja y su hombro, mientras termina de ponerse los mocasines—. Buen día Olivia, dime ¿Qué es tan urgente? —sabía que hoy era la reunión de los socios.

—Buen día doctor Damme —contesta la secretaria —. En este momento se están reuniendo los socios de la empresa para la reunión anual, se solicita de su presencia urgentemente —la secretaria carraspea, se la escuchaba insegura de lo que iba a decir— señor Damme.




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