Se levanta de golpe y un fuerte mareo hace que vomite hacia un costado.
—Doctor —escucha una voz conocida luego de un sonido metálico.
Daven cierra los ojos evitando el contacto con el sol que entraba fuerte desde una ventana.
—Tenga doctor, esta pastilla lo ayudaría con el dolor de cabeza —dice Amanda entregándole una pastilla.
Daven la toma con ayuda de un zumo de naranja.
—¿Donde está ella? —pregunta luego de haber pasado la pastilla.
—¿Ella? —pregunta Amanda confundida.
—Si, la mujer con la que vine —repite, alterado.
—Señor, Ramón solo lo trajo a usted —afirma temerosa.
Murmura algo inaudible entre dientes y se dispone de un levantarse de la cama.
—Doctor, el señor Mcgarhel dijo que debe estar en reposo durante al menos dos días —suplica acercándose para mantenerlo en su lugar.
—Mcgaherl —se bufa mientras se sienta al borde. Al levantarse no sintió las piernas y se cayó.
—Oh, doctor ¿Se encuentra bien? —pregunta Amanda ayudándolo a levantarse.
—¿Qué mierda me pasó? —pregunta mientras se recompone y se vuelve a acostar en la cama.
—Está débil Doctor, debe recomponerse —dice Amanda mientras lo ayuda a acomodarse en la cama—, se golpeó muy fuerte la cabeza, y perdió sangre. El doctor dijo que no es nada grave.
—¿Cuándo llegué a casa? Y ¿cómo? —gruñe recomponiéndose. Y volviendo a tomar otro sorbo del zumo.
—En la madrugada de ayer doctor — Daven abre los ojos de par en par. Mira su cuerpo. No tiene camisa está vendado por la parte del abdomen, la rodilla.
—Debes buscarla Amanda —ordena desesperado—. Busca a aquella mujer que me acompañaba esa madrugada.
—¿Cómo se llama, Doctor? —pregunta mientras toma un lapicero y una pequeña libreta. Comprometida a ayudarlo.
Daven se golpea internamente. Recuerda perfectamente todo. Nunca le preguntó su nombre.
—Maldita sea —resopla frustrado—, no lo sé —Amanda lo mira confundida.
—Y ¿Cómo la encuentro? — pregunta mientras se sienta en el pequeño sofá tapizado de blanco.
Ella estaba en peor estado que el ¿estará en algún hospital? ¿En algún centro?.
Puede estar muerta. Nunca reaccionó.
—¿Doctor se encuentra bien? —pregunta Amanda mientras se levanta del sofá—está muy pálido.
— Creo que... —murmura al borde de las lágrimas. Matar a una inocente mujer, no podría con eso— creo que la maté — suelta, haciendo todo el esfuerzo para no echarse a llorar. Su corazón bombea muy rápido, y la pequeña máquina que toma su pulso empieza a llenar el lugar con su pitido intenso.
—Doctor, no se altere —se le acerca Amanda. Le entrega un somnífero—, tenga esto le va a hacer bien.
—Amanda, no pienso dormirme —la mira con sus escleróticas rojas y llenos de furia.
—Es por su bien doctor —suplica Amanda.
—¿Por mi bien? —se bufa— necesito hablar con Ramón —ordena. Amanda lo mira con preocupación— ¡Ahora Amanda. No tengo todo el miserable día! —grita exaltado.
—Está bien doctor —dice con voz seria y poniéndose en marcha—, en un momento sube —afirma mientras cierra despacio la puerta.
—Entonces, no la viste —resopla Daven masajeándose las sienes.
—No doctor —habla mientras agacha la cabeza. Cómo ya le he dicho, cuando yo llegué solo lo vi a usted.
—No sirves para nada —habla con prepotencia— lárgate de aquí —Ramon se marcha. El sabe que no fue la culpa de Ramon, pero no dejaría su maldito orgullo de lado.
3 Días después.
—Muy buenas tardes, disculpe, ¿A quién busca? —pregunta la enfermera desde la recepción cuando se percata de la presencia de Daven. Se maravilló al verlo, aunque tenía unas gasas en la nariz se veía súper atrayente.
—Mmm, no se como explicarlo —suspira agobiado— hace dos días hubo un accidente de tránsito —cierra los ojos con fuerza, tratando de acordarse las calles—, fue por la avenida Grecia —mira a la enfermera, se encuentra pensativa—. Una mujer, de alrededor de 23 años, tenía una sudadera blanca y unas mallas negras.
—Buscaré si hay algún reporte ese día —teclea una cosas en la computadora y Daven se siente un poco esperanzado— ¿A qué hora fue? —pregunta la enfermera luego de unos segundos.
Daven intenta atar cabos en su mente.
—A las... 4:30 de la madrugada —. Recuerda haber mirado la pantalla del auto que marcaba las 4:00 am—. Si alrededor de las 4:30 de la madrugada.
La enfermera lo mira con lastima— Lo lamento mucho, a esa hora no se reportó ningún accidente.
—Mierda —murmura entre dientes—. Gracias por el tiempo, hasta luego —sale corriendo del lugar. Mientras sale, la enfermera lo mira con ojitos soñadores.
Daven se sube al auto frustrado. Su celular vibra intensamente.
—¿Aló? —responde casi gruñendo a la llamada.
Del otro lado de la línea habla André.
—¡Daven! —exclama André con ironía— es muy difícil contactar al señor ocupado —finge estar decepcionado.
—André, habla de una maldita vez —murmura enojado.
—Señor, si, señor —expresa en forma de burla.
—André, estás acabando con mi paciencia. ¡Habla de una MALDITA VEZ!
—Mmm, está bien —resopla con gracia—. Amber llegó a la empresa y Martín ya le tiene el contrato —resopla aturdido y Daven se queda helado al acordarse la promesa—, Amber jura que le dijiste que ibas a estar aquí para firmar, y te esperamos los días que pediste.
—Mierda –murmura Daven.
—Mmm, Amber, mierda no, Amber —lo imita, haciendo más grave su voz.
Daven corta la llamada. No soporta tan siquiera la voz de ese arrogante.
Daven mira la pantalla que se encuentra a lado de la guantera.
10:00 am
—Buen día doctor —se apresura a decir Blanca mientras se arregla el cabello.
—¿Qué tienen de buenos? — se bufa, mientras camina, mirando en su móvil ubicaciones de distintos hospitales de la ciudad. Ya había visitado más de la mitad.