—No podemos conversar aquí, todo este sector —el hombre señaló, con su dedo índice, casa por casa— le pertenece a... —dejó la palabra al aire y preguntó—: ¿tienes un lugar donde ir?
—Ni Louis te salva de esta, niña. —se mofó una de las chicas —refiriéndose a Louis Amstrong—, considerada de las favoritas de Francesca.
—Brenda, haz el maldito favor de callarte —amenazó Abril.
Brenda la miró a través del espejo y entrecerró los ojos, y no dijo más.
—ABRIL —llamó Francesca desde su oficina. Abril puso los ojos en blanco y se masajeo las sienes. Sintió un suave apretón en sus hombros y se sintió algo aliviada.
—Vamos cariño —escuchó a Samuel a sus espaldas. —, no creo que sea peor que la primera vez— la intentó consolar un poco divertido.
Abril le dedicó una mirada amenazante.
—Ya vuelvo —suspiró y cabizbaja caminó hasta la oficina de Francesca. Entró. Francesca estaba bebiendo vino mientras observaba su inmensa obra de arte —para ella—. Francesca siempre a pintado y remplazaba personajes, esta vez había remplazado a Venus por ella, copiando cada detalle de Sandro Botticelli excepto a Venus, que en ese caso es ella.
—Abril —llamó Francesca, mientras se giraba lentamente para observarla con desdén.
—Lo siento —murmuró Abril, cabizbaja.
—¿Y ya? —preguntó, sarcástica— con un "lo siento" no se van a arreglar las cosas— hablo entre dientes—. Si no hubiera sido por mi, está noche hubiera sido un perfecto desastre —. Se sentó en la blanca silla giratoria, posicionada frente a un escritorio.
Abril sabía exactamente que debía decir, para acabar con el problema. Francesca la miraba impaciente.
—¿Cómo puedo compensarlo? —suspiró mientras jugaba con las puntas de su cabellera. Francesca la miró con suficiencia y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Siempre se me han ocurrido mil y un maneras para que COMPENSES los horrores que cometes —espetó Francesca, mientras se levantaba de su silla, paseo un momento por la oficina, disfrutando de la impaciencia de Abril—. Aunque —continuó, alzando su dedo índice, se sentó elegante sobre su escritorio —. Aún no tengo alguna idea para ti —la miró con falsa tristeza—, pero —alzó el dedo índice —, muy pronto se me ocurrirá algo creativo— le guiñó el ojo.
Abril la miró con el ceño fruncido. Francesca siempre tenía algún "castigo" para ella. Como la vez que la obligo a cantar "I will always love you" en el mismo tono de Whitney Houston, o la vez que limpió la zona donde los borrachos suelen vomitar. Francesca siempre tenía algo "creativo" para Abril.
—E-esta bien, supongo —respondió Abril, encogiéndose de hombros. No se quería imaginar que le "asignará" Francesca. Y ¿si ya no le dejaba desenvolverse en lo que más ama?o tal vez la ponga a limpiar. Se estaba torturando.
Francesca se deleitó sabiendo que Abril no estará tranquila, en su cabeza pasarán mil ideas de las maneras más "creativas" de castigarla.
—Puedes retirarte, Abril —Abril asintió. Francesca sabía que Samuel y Abril tienen una relación muy buena. Una sonrisa malévola se formó en su rostro. Torturará a esta niña—. Dile a Samuel que venga, ahora —Abril abrió los ojos de par en par y asintió atónita.
—¡Fiuuu! —silbó asombrado el hombre que acompañaba a Daven— vaya, que depa te cargas —volteo a ver a Daven, quien se encontraba con el ceño fruncido. Se encontraban en uno de los departamentos de Daven, uno de los que menos frecuenta, pues se encuentra al otro lado de la ciudad—. Hombre, relájate —. Se acercó y le dio una palmada en la espalda. Daven miró la mano del hombre, aún en su espalda, lo miró y le dedicó una fría mirada. El hombre dejó de tocarlo y alzó los antebrazos, en forma de inocencia.
—Estoy esperando—habló Daven, un tanto sosegado. El hombre sonrió con suficiencia.
—¿Puedo...? —señaló un sofá marrón, que se encontraba cerca de el ventanal gigante que dejaba ver una iluminada ciudad. La casa estaba decorada al estilo rústico, la mayoría de la iluminación era amarillenta.
—¡Claro! —fingió una sonrisa— también tengo mucho alcohol, ¿Qué te gustaría beber? —preguntó Daven, irónico. Se dirigió a la cocina con paso relajado.
—Vodka, por favor —pidió mientras se acomodaba en el sofá.
Daven lo fulminó con la mirada, pero terminó cediendo.
—Sigo esperando —se sentó frente a él, y puso en la mesa que encontraba en el centro la botella de vodka junto a dos vasos chupito.
Daven se quedó viéndolo fijamente. El hombre se encontraba relajado. Tenía una aire de arrogancia. No pasaba de los treinta años, barba algo espesa, se notaba a leguas que se mantenía en forma. Su vestimenta no era nada pulcra, de lo contrario se mostraba dejado, con pantalones gastados, una camisa de algodón desteñida, zapatos rotos. Estilo hippie.
—¿Quieres que pose? —Daven fugazmente lo miró a los ojos, causando algo de miedo en aquel hombre, pero no lo demostró. De lo contrario siguió—: Digo, me estás observando mucho —suspiró y fingió un bostezo.
—Sigo esperando —habló, entre dientes, apretando la mandíbula. Pasando por alto el comentario anterior.
—Hombre, relájate —posó sus codos en sus rodillas, y recargó su mandíbula en sus manos— ¿puedo? —señaló la botella de vodka.
—No seas ridículo —entrecerró los ojos. Tomó la botella y sirvió en los dos chupitos. Los dos cogieron los vasos, lo mantuvieron en el aire unos segundos. El hombre tomó aire y cerró los ojos con fuerza y pasó el primer trago. Daven sonrió y pasó el suyo, sin dejar de mirar a aquel hombre, gruñó cuando el alcohol terminó de quemar su faringe y al final resopló. Sirvió otra ronda más. Aquel hombre lo examinaba: indiferente, arrogante, frígido, inexpresivo. Aclaró su garganta y empezó a hablar:
—Aunque se que no te interesa —lo miró y fingió una cara triste—, mi nombre es Alan Davis—Daven enarcó una ceja. Ni siquiera le había importado su nombre, solo quería saber de aquella chica, que hasta ahora sabe que se llama Abril —. Conozco a Abril desde... —resopló, nuevamente acomodándose en aquel cómodo sofá. Daven lo escuchaba atento—La conozco desde hace algunos años —Daven quería saber si fue antes o después de que lo ayudase aquella vez.