Me giré hacia Medea con el ceño fruncido, cobrando la valentía que me había faltado durante toda la noche.
—¿Y eso qué significa? ¿Qué es lo que significa para mí? —Pregunté con fuerza.
Medea me miró con rabia, y soltó en voz melosa:
—Que tu futuro es incierto, querida.
'Eso suena a amenaza, Agnes' retumbó en mi cabeza con preocupación 'No parece de fiar'
—Explícate —Exigí.
—¿Crees que podría ser la futura bruja madre? —Inquirió Circe al hombre de pelo rubio
Las voces de las brujas que se encontraban en la sala empezaron a hacer eco, mientras a Medea le ardían las mejillas de furia y cerraba los puños con fuerza.
—¡Basta! Eso es imposible —Sentenció finalmente la chica frente a mí.— En la magia pueden ocurrir estas cosas, no monteis tanto alboroto.
Su mirada se clavó en el señor que se encontraba al lado de Circe.
—¿Qué dice la prueba de magia, señor Eliphas?
El hombre volvió a acariciar su cabello con una de las manos con nerviosismo. Tragó saliva y guardó silencio unos segundos.
-Bruja blanca, de fuego y hielo. Aunque parece ser que otros elementos se están formando dentro de ella. -Volvió a callar unos segundos- No había visto esto nunca...
—¿Y eso qué diablos significa? —Preguntó enfurecida Circe.
—Qué estamos frente a una excepción de la naturaleza en el mundo de las brujas —Habló lentamente Medea girándose hacia mí con los ojos brillantes. —Señor Eliphas, nivel de poder.
—60% y creciendo.
—¿Qué es eso? -Pregunté harta de no entender nada.
—Tu madre no puede hacer magia por sí misma porque la fuerza de su poder es bajo. La magia, querida, reside en la sangre de todos los descendientes de brujas. Y tú tienes demasiado poder para ser una bruja recién nacida.
—¿Cómo que recién nacida?
—Has nacido hoy como bruja, Agnes, antes sólo eras una niña con la magia dormida. Solo imagina que después de estar dormida 18 años te despiertas con una fuerza inmensa, eso es lo que ha hecho tu magia.
—¿Y eso, para mí, qué significa? —Repetí.
—Que deberás controlar esa fuerza antes de que siga creciendo, querida, porque si tú dejas que tu magia llegue a su 100% sin control, tu cuerpo podría no aguantarlo. —Y sonrió.
Sentí que palidecía, ¿Cómo podía controlar eso? Si hasta hace menos de un día ni sabía que tenía magia dentro de mí.
—Podríamos enseñarte a controlar y usar tu magia... —Y sus ojos miraron a mi madre unos segundos antes de volver a mí— En la capital de las brujas, en una academia.
—No, no, no —Interrumpió mi madre.— Ni de broma vais a llevar a mi hija a ese nido de víboras.
—Tu hija ya es mayor de edad, tendrá que elegir por sí misma si quiere que su poder la rebose o aprender a controlarlo —Sentenció Circe.
—¡Pero yo soy su madre y sé lo que es mejor para ella! -Respondió mi madre con furia.
—¡Suficiente! Se acabó la presentación —Espetó Medea.— ¡Todos fuera de mi vista!
Y como una ola, los presentes comenzaron a desaparecer entre un humo que se esfumaba poco después.
Medea esperó en silencio que nos quedáramos a solas, y cuando lo estuvimos hizo un amago para sentarnos en el sofá del salón.
Chasqueó los dedos y su vestido pomposo se convirtió en una blusa blanca sencilla y unos pantalones negros.
Me acomodé como pude con el vestido en el sofá y mi madre se quedó de pie detrás mío, sujetándome los hombros. Kirara se sentó bajo mis pies.
—Verás, querida, —Suspiró lentamente— estamos hablando de tu vida. A no ser que quieras explotar como una calabaza de esas que tienes en tu jardín tendrás que controlar tus poderes. Y tu madre no puede ayudarte, ¿Entiendes?
—¿Y ese enjambre de víboras de la capital si podrán hacerlo? —Juzgó mi madre.
Una risa salió de la garganta de Medea.
—Tu hija es una bomba con una cuenta atrás desde hoy. Más peligro que ese no va a tener en la capital.
—Me lo pensaré —Contesté intentando poner fin a la discusión.
Los dos pares de ojos se posaron en mí, la mirada de Medea brillaba con una sonrisa picarona mientras mi madre desprendía preocupación por cada poro de su piel.
—Yo decidiré, y no va a ser ahora.
Y no esperé respuesta por parte de ninguna, me levanté del sofá cogiendo en brazos a Kirara y me dirigí a la puerta con paso firme.
Cuando mi mano estaba en el pomo giré la cabeza hacia ellas.
—Y si no queréis que esta bomba explote hoy, dejarme en paz.
Escuché unos pasos con prisa en las escaleras e imaginé que era Nea.
Igualmente pegué portazo y caminé hacia el bosque con rabia.
Estaba enfadada, enfadada con mi madre por ocultarme todo esto, enfadada con esas señoras de vestidos exagerados que entraron en mi casa y enfadada conmigo misma por no ser ¿normal? Ni siquiera sabía qué significaba esa palabra a estas alturas.
Sentí como ardía el suelo a mi paso y escuché un grito de Nea llamándome. Al echar la vista atrás vi un rastro de fuego y hielo y miré a mi mejor amiga con miedo.
Ella venía corriendo hacia mí, y no tardó mucho en alcanzarme. Solté a Kirara y me lancé a los brazos de mi amiga.
—Soy una bomba, Nea —Sollocé.
—Eres mi mejor amiga —Susurró mientras me acariciaba el pelo.
Estuvimos abrazadas unos segundos hasta que Nea posó sus manos sobre mis hombros y me separó un poco de ella hasta mirarme a los ojos.
—¿Sabes la parte buena? —Me sonrió— Que yo sí sé sobre este mundo, y soy tu mejor amiga. A donde tu vayas, yo iré contigo.
—¿Qué debo hacer?
⊰✩⊱
Abrí la puerta con fuerza, encontré a Medea en el mismo sitio donde la había dejado y a mí madre en el umbral del hueco entre la cocina y el salón. Las dos me miraban con incertidumbre, esperando una respuesta.
Mis ojos ardieron y sentí una sensación familiar.
Editado: 25.07.2020