Apesta. Esto apesta.
Toqué la puerta tres veces, un golpe lento y no muy fuerte. Pero ella definitivamente me sintió llegar. Sus capacidades son el doble de fuertes un día como este.
—Espero que tengas una bolsa a mano. — Me dijo Margaret apenas abrió la puerta.
— Pues claro que tengo una maldita bolsa ¿O quieres que te vomite en la cara? — Margaret entrecerró los ojos, tratando de que mi comentario no le afectara en lo mas mínimo. Nos habíamos cruzado mas veces luego de esa primera vez y todas resultaron un desastre.
Margaret se hizo a un lado para dejarnos pasar. Su casa no parecía diferente desde la última vez que puse un pie aquí. A simple vista normal, una cabaña simple con el olor a madera en el aire. Consistía en sillones de piel de animal sintética (es lo que quiero creer) al igual que la alfombra de oso pardo. Una cocina en una pequeña habitación con no mas que lo básico (Horno, Refrigerador y un par de encimeras) al frente del sofá había una chimenea, de esas antiguas. De hecho todo aquí parecía mas o menos antiguo, quizás Margaret no confía en los aparatos nuevos. A excepción del refrigerador, claro. Ah y me olvidaba, esta mierda apesta. Creo que ya lo había mencionado con anterioridad, pero es que hombre, de verdad que apesta.
Observo a mi lado, que Thomas entra sin una cara de repulsión. Que raro el chico.
En el momento que me miró, le puse una cara de: "¿Que demonios eres tú?" a lo que el se giró y me ignoró. Maldito mocoso, me debes la vida y te atreves a ignorarme. De todos modos me puse en marcha y fui en dirección a Margaret para hablar, de forma civilizada esta vez. Ella es peligrosa ahora mismo.
— Querida Margaret... — Comencé para formar una conversación cordial. Hasta que me interrumpió.
— No me llames "querida", que asco me da. Seré yo la que vomite. — Con una sonrisa en el rostro estaba a punto de levantarle el dedo maravilloso, que se usa en este tipo de casos. Pero Thomas, que puede controlarse aparentemente, mejor que yo, me tomó la mano y evitó aquel gesto grosero que estaba apunto de hacer.
— Bueno, entonces... Margaret. Vengo por el favor que me debes. —Le dije yendo al grano. No me quiero quedar aquí mas de lo necesario.
—Bien. Entonces ¿que es lo que quieres? — Su cara no me dijo nada. No tengo ni idea si estaba irritada o aliviada por librarse de mi al fin. Apuesto por las dos.
— Necesito abrir un portal, al bosque de las hadas. Quiero que tú lo hagas. — Ella me miró unos minutos, analizando si yo hablaba enserio o no. Suspiró pesadamente al darse cuenta que yo hablaba completamente en serio.
—¿De verdad? Es un proceso largo, es muy molesto. —Contestó de forma irritada, así que ahora si sé como se siente respecto a mi propuesta.
—Entonces — Me dirigí al sofá y coloque mi hermoso trasero en él. — Será mejor que te des prisa. Lo necesito para hoy.
—Evidentemente... — Abrió una puerta en el suelo y bajó por ella. A buscar los implementos, supongo.
— Tu si que tienes ovarios. — Me dijo Thomas, sentándose a mi lado.
—Y bien puestos. — Le dirigí una mirada curiosa. Primero no se vio afectado por la energía, y ahora no le veo ni una sola pisca de miedo en su rostro.
—¿No tienes miedo?
—¿Debería? — Me miró también. Era solo un niño, no le miraba mas de catorce o quince años. Pero este chico no muestra muchas emociones al estar con un tercero, recién comenzó a hablar desde que llegamos, solo cuando Margaret se fue.
—Empezaste a hablar cuando Margaret se fue.
—Eso no tiene que ver necesariamente con el miedo. Es solo que... no me gusta relacionarme mucho con las personas. — Explicó mirando a la nada.
—Hablas muy bien conmigo.
— Eso es diferente. — En definitiva no es como cualquier niño que haya conocido. Tiene ojos mas maduros, ojos que reflejan experiencia. Experiencia que no deberían tener los chicos de su edad... me da un mal presentimiento.
No hablamos después de eso. Se instaló un silencio incómodo, como si hubiera tocado sin querer una fibra sensible. No hablamos hasta que escuchamos los pasos de Margaret hacia nosotros, con pasos lentos y pesados ya que seguramente traería un montón de cosas con ella.
—Bien, tengo que crear un líquido para rociarlo en un árbol en específico ¿se pueden esperar? — Margaret, dijo eso con un tono el cual no le importaba nuestra opinión, esperaríamos si o si.
— Bien pero apurat....— Paré de hablar. Ya se lo que venía, y todos los demás también.
— Dios no, te mataré si...
Tomé la bolsa de mi bolsillo trasero, y la abrí rápidamente para depositar mi vomito en él. Ya me parecía extraño que no saliera.