La noche de luna llena

Capítulo 3

Riley.

 

—No soporto a esos tipos —me quejo con Mikasa. —. No sé por qué tú sí.

Ella me miró con una sonrisa satisfactoria. Por fuera era ruda, pero por dentro era demasiado cariñosa. Con su cabello negro con luces azules y sus ojos color azul mar. Ella era preciosa, con un piercing en la nariz y tatuajes ocultos en sus muñecas, pies y espalda. También el piercing del ombligo iba de ilegal en su cuerpo. Si su madre la viera, mataría a Dragonik por dejar a Mikasa hacer lo que quisiera.

—Lo sé. Sus hermanos son odiosos, Zev sólo es rudo. Es como yo. —responde.

Rodeoo los ojos. No podía ser que alguien como ella se dejara lleva por el amor de un tipo de Zev. Mikasa era más que eso. Pero no era mi vida, era la de ella, y sabía lo que hacía aunque no nos gustara a la gente que vivíamos a su alrededor. Ellas eran como mis hermanas.

— ¿Y qué tanto te dijo Stev? Me impresiona que haya hecho eso de llevarte a la enfermería.

—No lo sé. Ni siquiera sabía que él me había llevado.

—Pues sí, todos lo vimos. —agrega. No podía decirle que el muy miserable y sexy me había pedido un favor. Un favor que todavía no sabía cuál era.

Estaba en deuda con Stev Banehallow.

—Pues no. Abrí mis ojos y sólo noté a la odiosa de la doctora China.

Y a Stev Banehallow.

—Pues se ve un chico protector.

— ¿Protector? —suelto una risita. —. No me vengas con ese cuento.

Tarah Garroway se venía aproximando.

—Y aquí viene la perra—se burla Mikasa poniéndose de pie de la banca, yo le seguí.

Se cruzó de brazos.

Tarah Garroway era lo opuesto a ella, su cabello era blanco grisáceo, sus ojos verdes como los árboles, y vestía lo más sencillo que se podía. Era casi igual a mí.

Tal vez por eso la odiaba tanto...

— ¿Qué? Ni siquiera venía a hablar contigo, Rashgarroth.

Luego me observa a mí.

—Quería hablar con tu amiga salta bases. —sonríe. —. Eres buena, creo que te necesitamos en el equipo.

La observo con profundidad.

«Así que esta idiota me necesita en su equipo, a lo mejor se dio cuenta de que soy más buena que ella»

—Ay no Tarah, Riley no aceptará. —responde Mikasa.

— ¿A no, Riley? A puesto que lo éstas considerando en tu mentecilla.

Era una gran oportunidad.

Parte de la beca se cubriría.

Papá no tendría que preocuparse por el dinero.

—Lo pensaré. —me fui alejando de ellas. A mis espaldas podía escuchar los peros de Mikasa.

Aliarse con tu peor enemigo no era fácil, pero si una opción que debía considerar para evitarme un problema más. Al final del día me dirigía hacia casa, no había esperado ni a Mikasa ni a Dagda, eran demasiado tardadas y no estaba de humor para escuchar sus quejas.

— ¡Oye, Wyvern! —escucho una voz a mis espaldas.

Me doy la vuelta y lo veo.

— ¿Qué crees que haces Banehallow? —replico molesta. —. ¿Acaso me estás siguiendo?

Se detiene agitado.

—Tarah te invitó a unirte al equipo —dice. —. Sólo lo hace por molestarte.

Me cruzo de brazos.

— ¿Y a ti que te importa? ¿Me estás acosando?

—Te estoy protegiendo.

— ¿Disculpa? No me conoces. Nunca habíamos hablado. ¿Y me dices de la noche a la mañana que me estás protegiendo?

—Piénsalo bien. —respira para sus adentros. —. No caigas en sus juegos.

—Pues dile a tu amiga que sus problemas de noviazgo no son mi problema —exclamo irritada.

—Yo no salgo con Tarah Garroway —aclara.

Me le quedo viendo.

—Considéralo Wyvern, no vaya a ser que te estés equivocando —se va frotando.

— ¡No me subestimes Banehallow!

Era obvio que lo hacía.

Pero también quería creerle.

Tarah Garroway era una insípida, si te ve como su amenaza sólo ataca sin pensar.

Más tarde disparé mis puños contra el colchón de boxeo. Lancé una patada y mi puño volvió a aterrizar. El sudor caía sobre mi frente.

—Tienes que concentrarte mejor Wyvern —dice Ty.

—Tienes que dejar de joder Tyler —rodeo mis ojos.

Coloca sus manos en mi cintura y de inmediato lo aparto.

— ¿Qué acaso no te cansas? Eres un puerco.

—Admite que quieres que te toque, Riley —se acerca más.

Lo empujo.

—Deja de molestar.

Salgo del gimnasio, tomando mi bolso y dirigiéndome hacia la salida. Era de noche, me gustaba más entrenar a esa hora. Antes de que Tyler llegara.

—Siempre te vas cuando empieza lo interesante, lobita.

—Cállate.

Me adentré en la calle dejando al idiota de Tyler en su gimnasio.

Nunca me ponía los auriculares cuando salía, papá decía que era peligroso. Porque si no escuchabas el ruido del motor de un auto, este podría derribarte. Aunque éramos hombres lobo, por eso era menos propenso que algo así pasara. Pero era mejor evitarlo.

Seguía caminando, sintiendo el aire acorralarse por mi nariz, y el frío que mi piel emanaba en cara poro de mi cuerpo.

De pronto pude volver a olerlo.

Me detengo.

Mi vista se fija en un punto oscuro del bosque.

El lobo rabioso estaba de vuelta.

Fui adentrándome, podía oler a alguien más, un humano.

Estaba frente a un microscopio observando las estrellas. El lobo estaba merodeando a su alrededor. Seguí caminando, pisando algunos troncos y hojas en el camino lento. Cuando el lobo gruñe como si estuviese molesto. Seguramente estaba entrenando su transformación.

Miré hacia el cielo.

Mierda.

Luna llena.

No era posible. Lo hubiese sentido.

Pero esa vez no lo sentí. No sentía el crujido de mis huesos deformarse, ni la sed de sangre que nos acorralaba. Ni siquiera Tyler, quien había salido esa noche.

Seguramente papá ya estaba en casa. Un lobo en luna llena, y fuera de casa, era como un delito para mi padre, el primer hombre lobo.




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