La noche de luna llena

Capítulo 20

 

Mikasa.

 

Divisé a Zev observando a la ventana, mientras me encontraba abrazada a mis piernas en la cama. Había llorado todo el día y al comienzo de la noche. Y Zev no se había ido en ningún momento.

— ¿Por qué estás aquí, Zev? —me bajé de la cama, y me puse de pie hasta llegar aquí. —. Apenas nos dirigimos palabra, y eres el primero en ofrecerte a cuidarme.

—No lo sé —se dirigió hacia mí, y me observó fijamente. —. Me hice la promesa de cuidar de las personas que me importan.

—Pero tú y yo no nos conocemos. —protesté.

«Era tan simple como agarrarlo y besarlo, tenía a mi amor platónico en mi habitación»

—Lo sé —se acercó hasta mí.

Tomó mi cuello y enterró sus dedos entre mi cabello. En ese momento sentí como la piel se me estremecía, y cada parte de mi cuerpo temblaba. Era el beso más dulce que cualquiera pudiera no darte sin querer un poco de «sexo» Este era como encender mil llamas en una sola gota de fuego.

No lo dudé más. Tomé su cuello entre mis manos y comencé a besarlo con intensidad. «Con ganas de que el mundo se hincara ante nosotros»

Zev levantó mi blusa negra, mientras con sus manos rozaba cada poro de mi piel y tocar uno de mis pechos descubiertos. Por suerte no llevaba sostén.

Me quitó la blusa por completo.

Sentí cada músculo extenderse, cuando me pegó a la pared y bajó mis jeans. Besó mi cuello con pasión mientras cerraba los ojos, e introdujo su mano por debajo de mi ropa interior.

Tocaba sus brazos fuertes mientras soltaba un gemido, y mi respiración se aceleraba. Subió sus manos hasta mi rostro y continuó besándome. Introduje mis manos por debajo de su camisa y la lancé contra el suelo.

Tocaba mi espalda con desesperación.

Me recostó sobre la cama con delicadeza y bajó sus labios recorriendo mis pechos, hasta mi estómago, y de mi estómago a bajar mis prendas.

Pude sentir el roce de sus manos en mi piel desnuda, cuando la prenda se deslizó por mis piernas.

Tranquila —dijo al ver que sentía miedo.

Esa era mi primera vez.

Volvió a besarme mientras se introducía entre mis piernas.

 

Riley.

 

Me levanté del suelo lentamente. Su cabello era blanco, e iba vestido de negro completamente.

— ¿Qué estás haciendo en mi habitación? —argumenté.

—Alguien me contrató para matarte —dijo secamente.

— ¿Qué? —fruncí el cejo de inmediato.

Tomé un espejo y lo quebré entre mis manos tomando uno de los vidrios, aunque la sangre recorriera mi piel y me hiriera, era la única arma que tenía a la mano.

—No voy a lastimarte —dijo. —. Por favor, sólo baja...

Apuntó al arma con su mirada.

Dejé caer los vidrios mientras la sangre se escurría sobre mis manos, y la herida se curaba con rapidez.

—Soy más peligrosa de lo que piensas —advertí.

—Lo sé, Riley. —dijo. —. Si te lo preguntas, sé tu nombre porque ella me mandó aquí.

— ¿Ella? ¿Quién es? —le interrogué.

—Tarah Garroway. —respondió. —. Ella quiere asesinarte. No sé por qué. Mencionó a un tal... Stev Banehallow.

Asentí agitada.

—Stev —pronuncié asustada.

—Ella quiere hacerles daño —continuó. —. Ella está enferma.

— ¿Enferma? ¿Enferma de qué? —dije con temor.

—Asesinó a su propia madre. Ella la ve como un fantasma. Un fantasma que la obliga a hacer cosas. Cosas malas.

Respiré con profundidad, y demasiado alarmada.

—Dijo que iba a asesinar a Stev ésta noche —espetó apresuradamente.

—Debemos detenerla —corrí hacia la ventana y de un salto giratorio caí sobre el suelo en dos pies.

~•••~

Subí hasta el balcón, y me pegué a la pared al escuchar su conversación. Por lo menos no estaba sobre su cuerpo.

—Es tu estúpida protegida. ¿Por eso te enamoraste de ella? —una bofetada aterrizó sobre su rostro. «Pude sentirlo por ser un licántropo» . —. Me usas como a un bocado.

Iba a darle otro golpe, pero él detuvo su mano. Miré por el rabillo del ojo que estaba intimidándola con su altura.

—Basta Tarah. Tú lo sabías. Lo sabías desde... Todo este tiempo.

Ella se apartó zafándose de su agarre. Fue entonces cuando comenzaba a transformarse en su forma animal, y entré.

—Stev —él pudo mirarme confundido. —. Ella intenta matarte.

El lobo blanco me observaba con demasiada rabia. Odio hacer esto.

Comencé a transformarme en lobo, cuando nos encontrábamos frente a frente. En una escasa habitación.

Estaba a punto de atacarme, cuando una flecha aterrizó sobre su cuello, y el lobo cayó al suelo herido.

Divisé a Resh con una ballesta en la entrada.

Volví rápidamente a mi forma humana al igual que Tarah. Una Tarah inconsciente.

—Gracias —le dije en un suspiro.

—No hay de qué —dijo al cargar a Tarah en brazos.

Una Tarah desnuda e inconsciente.

Miré a Stev, un Stev muy confundido.

—Debo irme. Ella estará bien. —musitó mirando mucho a Stev. —. Ustedes dos tienen mucho que hablar.

Caminó hasta la puerta y se fue. Ésta se cerró con el aire proveniente de la ventana.

Lo sient...

—No —lo interrumpí. —. Hiciste muchas cosas. Mataste a Dragonik. Hiciste que tu padre se llevara al mío. Eras un hombre lobo y sabías lo que estaba pasando, y sin embargo no dijiste nada. —hablé con dureza. —. Te has acostado con ella mientras me besabas. Después de todo, eso fue lo único que más me dolió.

—Yo no me acostaba con Tarah —aclaró. —. Lo que viste fue un arranque de emociones.




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