–No puedes estar despierto toda la noche para corroborar que no haga algo estúpido–le digo al vikingo que se sienta en una silla frente a mí, observándome directamente. Tiene un cuchillo y madera en manos como si fuese realmente un anticuado hombre que está haciéndose un cuchillo improvisado con madera.
Me acurruco en la cama y me envuelvo en la frazada en esta noche fría dentro de esta comuna.
–¿Quieres ponerme a prueba?–me pregunta–. Intenta hacer algo y te clavaré este cuchillo en el cuello.
–No van a matarme, me quieren con vida.
–Te sacaré el feto por el canal donde salen los fetos.
Me da una arcada.
Sí, vuelven a amenazarme con mi bebé. Yo les sirvo con vida para atraer a Nazka, pero mi bebé realmente les importa un bledo.
–No tienen que ser tan crueles conmigo todo el tiempo–le digo dando un suspiro llamándome a la coherencia–. Pueden tratarme de manera más humana y tendrán mejor colaboración de mi parte.
–La experiencia me dice que por la fuerza la gente actúa con menor margen de error.
Sigue tallando el trozo de madera bajo la tenue luz de una lámpara, pero aún así me siento desvelada, dudo que vaya a poder descansar de verdad.
–¿No van a explicarme nunca qué fue lo que hizo Nazka para que le odien o quiénes son ustedes?
–Somos las Fuerzas Militares de Custodia. Sobrevivimos en comunidad al servicio de las milicias que salen a la calle durante la época del Dragón Rojo, pero nuestro obrar solo sale del secreto en el que existe para aquellos que se condenan a sí mismos.
–¿Tu familia trabaja aquí?
–¿Qué clase de pregunta es esa?
–Por qué te dedicas a ofrecer tu vida al servicio de la fuerza engañosa con tal de cazar personas que jamás te hicieron nada.
–¿Cómo te atreves a juzgarme? Mis decisiones las determino yo mismo.
–Creo que encrucijadas desesperadas conducen a decisiones desesperadas.
–¿Quieres que te cuente una historia?
–Si tiene que ver con que me clavarás una lanza en el útero mientras esté durmiendo, prefiero saltarme esa parte, vikingo. Que tengas buenas noches.
–¿Cómo me llamaste?
–No recuerdo tu nombre…
–Soldado está bien. Pero me llamo Thorian.
–¿Ya ves? Estamos empezando a hacer buenas migas, me alegra eso, soldado “Toriador”. Que tengas buenas noches.
Me doy la vuelta y le doy la espalda aún sintiendo el peso de sus profundos ojos glaciares sobre mi espalda.
Es un nuevo día y me doy una ducha bajo los ojos del vikingo que ha aparecido con ropa limpia, no sé en qué momento mejora su aspecto y descansa estando constantemente con los ojos encima de mi nuca. Supongo ha de haber tenido una preparación especial para ser la sombra de un prisionero.
Aún así, busco evadirlo y me preparo para enfrentar lo que está por venir, sé que mi lucha apenas ha comenzado. Me toca ir hasta la cocina y la monotonía se quiebra en cuanto me encuentro con la mujer que me dio el consejo de mantenerme cuerda ante el general.
–¿Cómo te llamas?–le pregunto, aludiendo a que ella y su sumisión también dan cuenta de cierta disciplina.
–Puedes llamarme Nova. Nova está bien.
–Wao, qué bonito nombre.
–Gracias.
–¿Por qué no podemos estar con armas o en las computadoras en lugar de estar pelando patatas?–le pregunto, buscando charla y sacarle algo de información.
–Es lo que nos toca por ser mujeres.
–¿En serio piensan así en esta comuna? Me parece arcaico y sexista.
–Son principios de convivencia y los principios sexistas o no buscan la supervivencia.
–Se puede sobrevivir sin el sexismo.
–No es democrático esto, Kelen. Si quieres acudir a la fuerza, transporta cajones de verduras.
Suspiro, resignada por la firmeza con la que acaba de contestarme. Creo que Nova no está dispuesta a ser mi aliada. Cero sororidad entre los altos muros de la comuna.
La cocina está llena de actividad, hombres y mujeres trabajan juntos, pero las miradas que recibo están cargadas de desprecio y hostilidad a medida que me vinculo con todas las personas alrededor. Una mujer, al cruzarse conmigo, me insulta. Otra me empuja, otra me escupe.
Y no me aguanto.
Busco inclinarme en su dirección, quiero agarrarle los rulos rojizos para matarla, pero me frena el vikingo.
–No, Kelen–me dice él.
Y se retira de la cocina.
Aquí tengo muchos ojos puestos encima así que se aparece cada tanto, lo cual me da un pelín de respiro, pero admito que llega un punto en el que prefiero la frialdad y hostilidad de Thorian antes que las broncas que me arrojan las que creo que serían parte de mi equipo, claramente no es lo que desean ser.
Al final del día, una nueva convocatoria me espera: el general mayor de la comunidad desea verme. Un escalofrío me recorre mientras me dirijo hacia él, consciente de que tal vez encuentre respuestas a las preguntas que llenan mi mente y oscurecen mi futuro en este extraño lugar y de paso tengo la orden de sacar hierbas a secar de camino al encuentro con el general.
No obstante, mientras estoy absorta en mi tarea, un destello repentino en el cielo atrae mi atención. Levanto la vista para presenciar una bola de fuego fugaz cortar el cielo diurno en su rápida travesía. Mi corazón late con fuerza ante el espectáculo inesperado, preguntándome qué podría haber causado semejante fenómeno celestial, creyendo que puede tener que ver con el Dragón Rojo. ¿Y si es…?
Antes de que pudiera recuperar la compostura, una flecha ardiente se clava en el suelo cercano con un estruendo sordo. El terror me invade de inmediato y mis ojos se abren desmesuradamente mientras miro el proyectil en llamas, el calor que desprende me llega cerca…
Entonces, como si el cielo mismo respondiera a mi angustia, otros destellos como el anterior adornan el cielo cortando la imagen de las escasas nubes que corren encima de mi cabeza cuando descubro que más flechas encendidas en llamas comienzan a acercarse desde el cielo con un pitido aterrador primero, aunque al captar que estoy a punto de ser incinerada con una lluvia de fuego desde el cielo, el pavor absoluto me deja petrificada hasta la última célula de mi ser al tiempo que una sirena ensordecedora se enciende en toda la comuna blindada y quedo expuesta ante la llamarada incinerante en ciernes sobre mí.
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Editado: 29.10.2024