La oficina que nos han concedido para hablar es una suerte de biblioteca exclusiva en la delegación gubernamental del pueblo.
Afuera, mucha gente aguarda expectante mientras Zaha y yo deliberamos. Ignis juega en el suelo con libros y cochecitos, lo cual da un momento de solemnidad infantil a los temas densos que son tratados ahora entre ella y yo.
Zaha es asombrosa, su cabello es rojizo en ondas abundantes y sus facciones afiladas, tiene una belleza indiscutida y una presencia imponente que sería muy difícil pasar por alto. Muchos nos han concedido el poder de deliberar entre las dos siendo Caitnella la siguiente en proceder con la toma de decisiones, no sin que antes la mismísima Dragona Roja (¡hembra!) y yo, madre de Ignis, El Niño de Fuego, tomemos determinaciones.
Zaha me ha planteado si me considero con el valor suficiente para afrontar el mando en la toma de decisiones de un pueblo que requiere de tregua para sobrevivir, si me creo buena para negociar o si tengo algún talento que pueda aportar para salvarlos, lo cual es una responsabilidad vital, más aún considerando que mi propio hijo depende de la supervivencia de este pueblo.
Así que, lo desee o no, los voy a proteger.
—¿Serías una líder que nos lleve al precipicio para despegar en vuelo o para caer sobre rocas afiladas, Kelen? Tienes a un montón de personas detrás que estás dispuestas a andar a ciegas tras de ti sin importar si llega una nave a salvarlas de ese precipicio, total las rocas afiladas ya están a la expectativa.
Sí, el pueblo ya está muerto, por lo que es necesario tener una salvación fortuita y cuanto antes. Ante la desesperación de un pueblo, eligen el coraje.
Me adelanto a Zaha y la miro a los ojos cuando le respondo:
—He probado de primera mano el sabor de la traición y, créeme, no ha sido satisfactorio. He vivido años junto a un hombre que creía que era una persona, cuando en verdad sí, lo era, pero también llevaba una vida paralela en tanto otra persona, haciendo mucho daño y que me pedía sumisión. Cuando salí de ese círculo vicioso en el que me tenía encerrada, descubrí un costado suyo que no era en absoluto amigable, que no era tampoco empático y que yo era una suerte de mascota para él, aislada del mundo. O aislada de su mundo. No acepté esas formas, me dejó librada a mi suerte e intentó hacerse de mi voluntad una vez que le resultó a su conveniencia. Lo que más deseo en la vida es que mi hijo crezca con principios, sea cual sea su naturaleza, para que el día de mañana tome elecciones en beneficio del bien común y sepa de la lealtad, sobre todo, la lealtad a sí mismo.
Una media sonrisa se esboza en el rostro de Zaha.
—Ignis es una criatura fascinante.
—Es mi hijo.
—Es un dragón.
—No podría precisarlo.
—Tiene el porte de un niño de un año cuando apenas debe llevar ¿cuánto? ¿Un mes de nacido?
De hecho, un poco menos.
—No entiendo cómo es posible si yo nunca he… Oh, cielos.
Thorian.
Sí.
Sí “he…”
—¿Cómo fue eso posible si yo ya estaba embarazada de Ignis?
—El genoma de Thorian dentro de tu cuerpo buscó mutar la naturaleza de tu bebe. Es el padre al igual que es el padre Nazka. Un dragón cambiaformas necesita de la naturaleza humana y de la naturaleza animal de la mítica criatura.
—¿Y Thorian no es ambas?
—Necesitamos los dragones del genoma humano para sobrevivir. Nuestra naturaleza no es tan fuerte como miles de años atrás.
—Creí que todo eso eran leyendas.
—Cuando los humanos nos vemos amenazados por algo, convertimos a la amenaza en leyenda para hacerla desaparecer y restarle credibilidad. No tiene poder aquello en lo que no se cree.
—Ancestral estrategia de manipulación, me imagino.
—Dominación. Así se domina el mundo. Y primero es necesario el dominio de sí mismo, sino no puede salir al exterior sino para propagar la destrucción del mundo.
—¿Crees que los dragones harán perecer el mundo y por ello las milicias buscan atacarnos?
—Las milicias atacan lo desconocido, es lo contrario.
—No quedan muchos como ustedes…
—No. En efecto, no quedan muchos en el mundo. La literatura ha escrito mucho al respecto, pero lo importante es que criaturas como nosotros se han ido extinguiendo, pero aún las habemos y es necesario que juegues tus mejores cartas para protegernos.
—¿Por qué yo? ¿Por qué mi hijo?
—Porque eres una mujer valiente, Kelen. Porque sabes de principios y porque amas la vida en su diversidad. Y porque sabes qué implica la traición. En efecto, naciste para ser líder.
—¿Y con qué puedo salir a negociar cuando tenemos dos dragones, uno de ellos heridos y ellos son miles de militares y de guerreros?
—Porque hay una amenaza mayor para ellos: cientos de dragones que sentarán fuego eterno si no hacen un alto y es por el bien de todos frenar esta guerra cuanto antes.
—¿Cientos…?
—En todo el mundo. Y estamos dispuestos a ayudarnos.
Recuerdo cuando Ignis posó su mano en el rostro de Theresa para enseñarle que su hijo está vivo.
Sí, hubo algo solidario ahí, aún con una criatura tan pequeña como es él.
—Madre mía—farfullo.
—¿Estás con nosotros?
—No puedo ir con Ignis a confrontarlos, pero tampoco me apartaré ni por un instante de mi hijo.
—Seré tu guardiana si las cosas se complican, Kelen. Tendrás más escoltas a escondidas. No puedo prometerte que estaremos a salvo, pero ya estamos muertos y eso nos da el coraje para hacer lo que sea necesario.
Cielo santo.
Entonces, ya tenemos una dirección precisa y solo queda actuar.
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Editado: 29.10.2024