La noche en el manicomio

Capitulo I: Un día antes.

El profesor Antony se quedó dormido. Teníamos que hacer silencio si queríamos que no despertara. Me paré de mi asiento con mucho cuidado, intentando no hacer ruido, necesitaba hablar con los chicos. Cuando logre pararme sin hacer ruido, me acerco a donde está Max, un rubio al que considero mi mejor amigo.

—Psss, Max,—intento llamar la atención del rubio—. Joder Max, no te hagas el tonto.

—¡¿Qué quieres imbécil?!—exclama en susurro molesto.

Creo que alguien despertó de mal humor.

—¿Por que estás molesto? ¿Te hice algo?—digo haciéndome el confundido; se muy bien que hice.

—Dime, ¿hacer que nos dejen en detención es hacerme algo? Yo creo que sí.

Me hago el ofendido:—Yo no hice nada de eso. ¡Lo juro!

—¿Enserio? A ver...—se pone a pensar—¿Quién fue el que dijo: "¡Hagámosle una broma al profesor Tony!"?

—Ups, atrapado—dije.

—Entonces no preguntes por que estoy molesto.

—Pero...—alcé la voz un poquito.

—¡Callaté Tomás!—dice mi argentino favorito también en un susurro.—Aparte de que nos llevás a detención, querés despertar al profesor.

—Lo siento Manuel.—me disculpo con una sonrisa inocente.

Manuel, un argentino pelinegro que llegó al pueblo hace más de un año.

—Es que quería decirles una idea que tenía para halloween.—digo con voz entusiasmada.

—¡Ay no!—exclama Max con voz ahogada.

Lo veo de nuevo ofendido.

—¿Por que dices eso?

—Porque cada vez que tenés una idea, terminamos castigados.—dice Manuel.

—¡Mis ideas no son malas!

—¿Quieres que te recuerde donde estamos?—ironizó Max.

Aveces odio a ese par.

—Bien, como mis ideas son tan malas, no les diré lo que tenía preparado para halloween.

—Uff, que bueno.—dice murmura Max.

Nos quedamos en silencio unos minutos. Enserio quiero decirles mi plan, pero ellos no lo quieren saber. ¡Diablos! Tengo que buscar amigos nuevos.

—Está bien, dinos el plan.—dice Max.

Sabía que la curiosidad les ganaría.

—Recuerdan el hospital abandonado que está como a una hora de aquí.—les digo y ellos asienten.—Pues podemos pasar la noche allí.

Los chicos se miran entre sí y dicen al mismo tiempo:—¡No! ¡Ni loco!

Los quedó mirando como si me fueran dicho una estupidez.

—¿Por qué no?

—En primer lugar—empieza a decir el pelinegro,—Es un día de halloween en la noche, nuestros padres no nos van a dar permiso.

En eso tiene razón.

—Y en segundo lugar,—continúa—, ¡estás loco!¡No podemos ir, es peligroso!

¿Porqué siempre el pelinegro tiene razón?

Mire al rubio que ha estado muy callado.

—Estás con él, cierto.

El chico solo asiente.

—Es muy peligroso, Tom, siempre estamos de tu lado. Pero está vez no.

Tengo que convencerlo de algún modo.

—Vamos hombre. ¡Donde quedó tu sentido de la aventura!—le doy una palmada en la espalda.—Será breve, solo entrar y salir.

Los chicos se quedaron pensativos unos momentos. Lo estaban considerando.

—Aunque vayamos, ¿que haremos con el permiso?

Buena pregunta Max. ¡Ya sé!

—Mi primo está en el pueblo, podemos decir que dormiremos en su casa.—digo rápidamente.

Manuel seguía dudando.

—Iremos nosotros solos, osea, sin compañía.

—Tal vez, mi primo se sume. Así tendremos el permiso de un adulto.—digo encogiéndome de hombros.

—Tu primo no es un adulto. Es un chico grande más irresponsable que nosotros tres juntos.—comentó Max.

—¡Oye!—quería defender a mi primo, pero luego lo pensé bien.—Tienes razón.

Volvió el silencio, los chicos lo estaban pensando. Los conozco, están dudando mucho.

—Por favor, será divertido.

—Si tu lo decís—murmuró Manuel.

—¿Irás?—le pregunte sorprendido. El asintió.—¡Si! ¿Que dices Max?

Miré al rubio, aunque dudaba un poco, al final asintió.

—¡Si! ¡Los tres mosqueteros tendrán algo de aventura!

Y así nos quedamos hablando un rato hasta que termino la detención.

***

Al fin salimos de detención, y con los chicos estábamos de camino a la casa de mi primo Noah. Al llegar al edificio tuvimos que tomar el ascensor para poder llegar a su piso.

Cuando llegamos al  piso, buscamos la puerta de su apartamento, y al final la encontramos, apartamento 4-D. Tocamos la puerta y nos abrió nuestro compañero de aventura.

—¡Hola Noah!—lo saludé animadamente.

El chico me miró de arriba a abajo, luego miro a mis amigos para verme fijamente.

—¿Que vas a hacer ahora?—me preguntó.

—¿Qué? ¡Ahora no puedo visitar a mi primo favorito!

—Claro, siempre y cuando no me metas en problemas.—dijo.

¡¿Porqué todo el mundo piensa que lo meteré en problemas?!

—¿Por que piensas que lo haré?—pregunto.

Los chicos comparten una mirada, y se que me dirán todo lo que he echo.

—Mejor no digan nada.

Pasamos a la sala, y Noah trae una cerveza y unas Coca-Cola.

—Ustedes no pueden beber, recuerdan.

Empezamos a hablar de diferentes cosas por un rato. Estar con mi primo era divertido. Aunque era solamente dos años más grandes que nosotros, parecía tener nuestra edad.

Estábamos hablando del partido del fin de semana, cuando recuerdo por que venimos.

—Oye Noah,—le llamó.—Recuerdas el hospital que está a una hora hacia el este.

Mi primo asiente dudoso.

—Pensamos pasar la noche de halloween ahí.

La expresión de mi primo cambia drásticamente.

—No irán.—dice serio.

Lo veo raro.

—¿Por qué no?

—Ese lugar es peligroso.

Suelto un bufido:—Yo desayuno peligro. Literalmente. Mi papá hace el desayuno.

La comida de papá es peligrosa, no sabemos si sabrá rica o terminaremos intoxicados.

—No importa,—sigue negándose,—Tienes dieciséis años, no irás. No sabes que cosas encontrarás ahí.



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En el texto hay: miedo, manicomio, y locos

Editado: 06.05.2022

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