Una vegetación muy alta, demasiado alta, me está sofocando. Se eleva por encima de mi cabeza. No logro ver nada a mi alrededor, y se me dificulta respirar.
Levanto la mirada, encuentro la luna, iluminándome con su gran tamaño. Mi respiración se acelera demasiado, las bocanadas de aire no son suficientes. Una desesperación enorme se apodera de mí.
Comienzo a correr frenéticamente, las hojas me golpean fuertemente. No miro hacia atrás, la idea de hacerlo me estremece.
Noto como mis pasos se vuelven lentos. Una acumulación de barro se forma en mis zapatillas.
Seguir este ritmo se vuelve cada vez más difícil, el peso de los pies es demasiado grande y mi respiración no ayuda. Aún así continúo un tramo largo de camino.
Los minutos pasan y esto parece no tener final. Me siento encerrado al aire libre, y no llegar a ver bien mis pies es muy angustiante. La luz solo se asoma por el borde de la vegetación y se pierde antes de llegar al suelo.
Un par de hojas más se deslizan sobre mi cara, hasta que de pronto, queda totalmente descubierta, puedo sentir un cambio en el aire. Me topé con un área despejada. Hay un pequeño círculo, en el que un charco no permite crecer ningún pasto. Me acerco y comienzo a retirar todo el barro, con ayuda del agua.
Me tranquilizo un poco, el trabajo que estoy haciendo en mis pies me distrae, hace que poco a poco mi respiración sea lenta. Noto que entre el barro, se encuentran pedazos de plantas, no puedo ver bien pero siento un aroma: flores de narcisos. Aprendí a reconocer su suave perfume, casi imperceptible.
¿Dónde estoy? No es el mismo lugar de siempre, pero sé que está cerca.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por un sonido, que tiene como origen un lugar al costado de mis pies. Bajo la mirada rápidamente. Hay algo ahí.
Comienzo a correr desesperadamente mientras mi cuerpo se sacude de miedo y asco. Estoy seguro de que era una serpiente.
Me adentro nuevamente entre la vegetación. Automáticamente el sofoco vuelve, es mucho más difícil respirar, y todas las hojas dejan rastros de agua en mi ropa. Estoy empapado, aterrado y perdido. No sé qué hacer ni hacia donde ir.
Continúo corriendo varios metros más, mi rostro sigue siendo azotado. Todo esto parece nunca terminar.
Perdí la noción del tiempo, no sé hace cuánto estoy en este frenesí. Cada vez que descanso, el miedo me invade y no me permite quedarme quieto. Necesito avanzar constantemente. En algún momento sé que lo voy a encontrar.
A lo lejos se escucha una corriente de agua, voy dirigiéndome hacia ella, siguiendo el sonido.
Continúo rápidamente, me estoy acercando, escucho como el ruido se intensifica.
Mis pies frenan de golpe, el cuerpo me reacciona y se espabila. Estoy en el borde del terreno, miro hacia abajo. Casi dos metros, separan una fuerte corriente de agua, de mí y una posible caída. La tierra forma una especie de rampa hacia ella. Puedo ver que el agua es profunda, si caigo sería un gran problema.
No sé nadar muy bien, si no hubiera tanta, y menos movimiento, quizás tendría una oportunidad de salir de ahí, sin ahogarme. Dadas las circunstancias, le doy prioridad a evitar que esto suceda, tengo que encontrar la forma de ir en otro sentido, sin volver por donde llegué.
Visualizo el recorrido del agua y retomo mi camino en otra dirección, ir por el borde es demasiado peligroso. La sensación de caer me aterra.
Mis pies se aceleran, intento correr lo más rápido que puedo. Quiero que esto termine ya. ¿Dónde está Narciso?
Se torna muy difícil respirar. Me mareo, comienzo a ver todo negro. Se entumece todo mi cuerpo, siento un hormigueo que acaricia mi cráneo.
Caigo al suelo de rodillas, se hunden. No puedo mantener mi posición y vuelvo a caer. Mi cabeza queda apoyada en el suelo y parece ser succionada. No puedo moverme y los brazos dejan de responder, caen muertos. El barro me tapa completamente la mitad de la cara, junto con el agua sucia se hacen lugar por mi boca y nariz. Comienzo a toser, el dolor es insoportable, se siente como cuchillos en los pulmones. Me retuerzo en el suelo sin poder ver nada, ni lograr levantarme. La agonía es enorme.
Nuevamente puedo sentir el suave aroma a narcisos. Me desvanezco.
Vuelvo a abrir los ojos, una sensación de mareo me atrapa. Los oídos me zumban, tengo los labios agrietados y estoy muy débil. Me doy cuenta que estoy en mi habitación. Esto no debería ser posible. Mis pensamientos son muy lentos, pero aún mas lo es mi mano, que está por revisar la mesa de luz.
Tanteo bruscamente la superficie hasta que encuentro mi caja de pastillas. Me cuesta mucho acercarla a mi cuerpo, con movimientos erráticos. Sé que es por la dosis alta que tomé horas atrás, todavía están presentes sus efectos. Aunque tengo que asegurarme de volver a dormir, necesito una conclusión.
Comienzo a llevar una pastilla hasta mi boca, la coloco en mi lengua, necesito otra más. Cierro los ojos. Me cuesta tragar la primera, pero se ve empujada por la segunda. Embriagado, mi mano se mueve torpemente desde la caja hacia mis labios.
Entro en trance, ya no entiendo mi entorno.