El jueves me levanté un poco más temprano de lo habitual porque escribí un mensaje al grupo de familia que tenemos en WhatsApp para desear a mamá y papá un excelente viaje con las mejores vibras.
Yo: ¡Disfrútenlo mucho! Se divierten en la playa y no olviden traerme algo de por allá.
Papá: ¿Te gustaría un poco de arena? ¿Eh?
Papá: Es una broma, hija. Traeremos cosas para ti y Sophi.
Sophia: ¡No se olviden de las fotos! Manden muchas. Los quiero. (Sé que estoy al lado suyo pero quería decirlo, jaja).
Mamá: Claro que sí. Daphne, te cuidas mucho, por favor. Una semana y media, eh, ya Sophia está a cargo en casa así que no hagan muchas travesuras. ¡Limpian!
Yo: Sí. De ese me encargaré al llegar.
Papá: Cuídense mucho. Estaremos en contacto. ¡Besos!
Yo: ¡Igualmente! Los quiero mucho ❤️.
Papá nos prometió encargarse de cuidar los nervios de mamá y comunicar al grupo cuando el rato hubiese acabado. Les pedí no se preocupasen por mí ya que todo marcharía bien.
Una vez finalizada la conversación en el grupo me dedique en preparar un desayuno nutritivo —había tiempo suficiente—, darme una ducha y vestirme sin estar sobre la hora. En realidad solo iba a la universidad por tres calificaciones, una de ellas era la del profesor Gómez, después iría a "Rico y Selecto" para trabajar hasta tarde. ¡Por fin era la última semana de clases! Y todo salió de maravilla este semestre.
Cuando llegué a la oficina del profesor Gómez no había ningún otro estudiante. Él se encontraba sentado frente a su escritorio con la mirada metida entre las páginas de un libro; estiró una mano para indicarme tomar asiento sin apartar los ojos de su lectura. Hice caso un tanto acongojada por estar sola con el profesor más serio de la facultad en un ambiente tan silencioso que hasta odié hacer ruido al caminar.
—Buenas tardes..., vengo a recoger el proyecto final, profesor.
Lentamente él se fijó en mí, bajó el libro y sacó un fólder con los trabajos que aún tenía.
—Lisboa, Lisboa... —buscaba mi trabajo pasando de hoja en hoja —. Lisboa.
Extrajo las dos hojas engrapadas que lleve y me extendió el trabajo. Eche un vistazo mordiéndome la lengua a causa del pánico, asombrosamente encontré una calificación que no esperaba:
"100. Aprobado".
Las manos me temblaron como consecuencia de la emoción que sentí al ver que había sacado la calificación más alta en esa materia. Con uno de los profesores que tenía costumbre de no leer todos los trabajos. El que leyese el mío significaba mucho. Quise gritar, aunque me contuve.
—Excelente trabajo, Lisboa. El de mayor puntaje y de los mejores que he leído en mis años como profesor de esta facultad.
—¿De... de verdad?
El profesor Gómez me miró con la ceja derecha arqueada.
—Seré sincero. Al principio no esperaba mucho de usted ya que en contadas ocasiones alzaba la mano y opinaba, por lo que creo su trabajo sería deficiente. Sin embargo, logró sorprenderme desde el primer párrafo por cómo planteó la pregunta. Me atrevo a decir que usted va para el periodismo.
Mis mejillas se entumecieron. No había pensando en dedicarme al periodismo de lleno, en especial por la rama tan extensa que comprende el ámbito de la comunicación. El que me interesa ahora es la fotografía.
—Tiene talento, Lisboa. Solo falta que usted lo crea y empiece a confiar en sus conocimientos.
—Muchas gracias, profesor.
No supe qué más decirle. Él me indicó con la mirada que podía retirarme de su oficina después de desear éxito a mi carrera y decir que confiase más en mis capacidades intelectuales. Asentí de manera afirmativa deseando tener tal seguridad algún día.
***
Para celebrar "el éxito" con el trabajo del profesor Gómez, Mandy y Nico me invitaron un café y pastel en la cafetería cuando tuve mi tiempo libre. Fueron rápidos porque ambos no querían perder tiempo para arreglarse antes de su tan esperado concierto que sería esa noche.