Una vez dentro del uber no dejaban de temblarle las piernas, las manos y esa noche mi corazón lanzaba más erupciones que el volcán Popocatépetl cuando está activo. Traté de controlar mis nervios desviando la vista hacia el urbano e iluminado paisaje.
Salí corriendo de la cafetería hasta llegar al apartamento con esperanza de encontrar a Nico y Mandy e irnos juntos, pero cuando llegué la casa estaba vacía y no me dio tiempo de decirles que esa noche entrevistaría a The Nowhere Boys. Decidí no avisarles por mensaje, hacer de esto una sorpresa y después llamar a Mandy. Era lo correcto, pues al meditarlo mientras me daba una fugaz ducha pensé que ella enloquecería al grado de querer colarse al camerino del grupo con tal de ver a su amado Klaus. Al salir del baño me vestí con los jeans más "decentes" que tenía, una blusa oscura de manga larga por encima de una playera de tirantes interior y un blazer gris; para los zapatos opte por un par de botas negras con tacón de 2 centímetros. En un bolso-mochila de cuero sintético metí el celular, la cartera, un lapicero, la cámara fotográfica, papel, y mi estuche de maquillaje en caso de que hiciera falta un retoque. Me colgué el gafete de Sebastián y salí justo cuando el chofer del uber se estacionó frente al apartamento.
Durante el trayecto al Gran Teatro Moliere, en los alrededores de la colonia Polanco, no hice más que repetirme dos cosas: 1) No pierdas los estribos y 2) Se amable. Además de otros aspectos que eran importantes cuidar durante la entrevista, donde el primer obstáculo que debo vencer es el miedo. Sí, los entrevistados son cuatro hombres jóvenes con pinta liberal y las preguntas que formuló Sebastián eran claras y sencillas, pero eso no me daba esperanzas de nada. En especial porque no había tenido tiempo de investigar mucho sobre ellos para no verme tan inexperta o ignorante de la trayectoria del grupo.
Una maestra nos dijo en primer semestre que las primeras entrevistas que realiza el reportero son significativas porque sirven como punto crítico para aprender de nuestros errores y avanzar. Me prometí no defraudar su palabra al igual que no me decepcionaría yo misma.
Al chofer le costó encontrar lugar para estacionarse cerca, debido a la conglomeración de automóviles que circulaban la zona. Me baje media calle antes y caminé con prisa hasta llegar al sitio, que resplandecía por las letras con luz neón anunciado "GRAN TEATRO MOLIERE", sobre un aparador color rosa. Había más letras neón anunciando títulos pero las perdí por completo al fijar mi atención en la fila de chicas y chicos que había desde la entradas hasta casi acabar la acera. En su mayoría, el público era femenino y el 90% de los presentes vestían a lo alternativo. Ellos debían esperar por el concierto mientras la firma de autógrafos llegaba a su fin, por la hora.
Me abrí paso entre las personas mostrando el gafete hasta llegar a la entrada donde había dos guardias de seguridad. Ahí también estaban alrededor de cuatro reporteros con su equipo de camarógrafos profesionales detrás. Sentí que era una oveja a punto de adentrarse en la boca del lobo.
—Disculpe señor —llamé su atención, mostrándole el gafete —. Tengo cita previa para realizar una entrevista.
El oficial enarcó una ceja en gesto sobrio. Temí de que no fuera a creerme hasta que hablo por una radio especial con otra persona en clave. En menos de dos minutos llegó otro oficial y me hizo una seña para que le siguiera. Tragué saliva y le seguí.
—¿Por qué ella puede pasar? —escuché las quejas de los otros reporteros.
—Tiene previa cita —argumentó el primer oficial.
Por dentro, el teatro era grande y más espacioso de lo que aparenta su fachada. Limpio, moderno, al ingreso se hallaba un mostrador de ventas que estaba en función y había pasillos que te conducían por diferentes zonas, una llevaba a la cafetería del lugar que esa noche tenía el patrocinio de Heineken. También se escuchaban gritos de jóvenes a cierta distancia, aunque por más que buscaba de dónde provenían no los encontré.
El oficial se detuvo de golpe al llegar frente a una mujer madura, alta, de cuerpo esbelto y cabello rubio. Vestía de negro sin perder la elegancia que me dejó estupefacta.
—Aquí está quien esperaba, señora Sparks —habló el oficial.
La mujer asintió.
—Oh, usted debe ser la reportera que estábamos esperando del periódico —dijo contemplándome de manera esporádica.
—Así es. Soy Daphne Lisboa y vengo del periódico que dirige Iván...