La Noche Que Curó El Alma

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No sé ni cómo, pero se había nublado y estaban empezando a caer las primeras gotas. Raro, sinceramente, y más en esta ciudad en la que la lluvia brilla por su ausencia en el ochenta por ciento del año. Aquí solemos pasar del invierno al verano directamente. Es lo que pasa cuando vives en el sur de España, y para ser exactos, en la preciosa ciudad de La Alhambra, Granada.

Cuando entré al bar y busqué con la mirada a Juanjo. Aún no había llegado, por lo que saludé como de normal a los camareros. La chica del mediodía no estaba en ese momento. Estaría por las mañanas hasta después de la hora de comer, por los turnos que Manolo tan a rajatabla llevaba, y que cambiaban para no extender la jornada laboral durante demasiadas horas y ayudar a sus trabajadores con descansos de calidad. Pese a ello, conocía a la plantilla que había. Demasiados años yendo, y demasiados años conociendo a Manolo y a su familia.

Me atención Sergio, un hombre muy elegante, con su camisa blanca totalmente pulcra y pelo blanco muy bien peinado. Estaba a punto de jubilarse. Trabajó con el padre de Manolo cuando estaba a cargo del bar. Siempre me alegraba verlo.

– ¡Hombre, Jaime, me alegra verte por aquí, chaval! ¿Cómo estás? –Me hablaba alegremente, haciendo testigo la confianza que había después de tantos años conociéndonos.

– ¡Hola, Sergio! Menudo recibimiento me das, eres todo un galán como siempre –bromeaba alegremente con mi conocido– He quedado aquí con un amigo, estará a punto de llegar.

Mientras nos poníamos un poco al día, haciendo muestra de nuestro lado extrovertido y bromista, apareció Juanjo por la puerta, cerrando su paraguas morado.

Tras buscarme con la mirada, se dirigió hacia la mesa donde estaba. Le presenté a Sergio, y ya de camino, dada su reacción al ver que nos tratábamos con mucha confianza, le comentamos un poco nuestra historia, le hablamos un poco de Malolo, de algunas tardes que íbamos de adolescentes al bar… En fin, anécdotas de esas que tanta alegría traen al pecho cuando las recuerdas.

Tras la conversación con Sergio nos acomodamos y pedimos para cenar. Nos decantamos por las hamburguesas de la casa, cuya receta era secreta. Tenían una salsa secreta dulce que les daba un toque increíble, además de llevar carne empanada de pollo, lechuga, tomate, pepinillo, bacon, queso y algunos ingredientes más que seguramente olvide, y junto a ella, el refresco y patatas cortadas en gaufrette acompañadas de una salsa de trufa. Menudo manjar nos estábamos metiendo para acabar el lunes. 

Cenamos a la par que Juanjo hablaba sobre las experiencias que había tenido en el circo, y también en la calle, mientras hacía su número en el semáforo. Como él decía, "era un saco de experiencias andante, con mucho mundo recorrido y mucho mundo por recorrer, y que pese a todo, era feliz". 

Adoraba su vida, la cuál compartía con su pareja, Rosalie. A quién conoció en el circo en su segunda temporada. Ella era acróbata, muy buena por cierto, según me comentaba Juanjo. Además ejercía como profesora de yoga y pilates online, en su propio negocio, además de ofrecer talleres presenciales en su academia cuando sus temporadas en el circo terminaban. 

Me enseñó una foto que se hicieron de su último viaje a París para que pudiera ponerle cara, y parecía una chica muy vivaracha. A simple vista, risueña, y ojos verdes, y con una mirada muy penetrante, como pocas veces había podido ver. Seguro que es de esas personas que cuando conocen a alguien captan las intenciones al vuelo, de esa mirada es difícil escapar –Pensé mientras me enseñaba la foto.–

De repente, Juanjo cambió de tema. También cambió su rostro.

– Debo de contarte algo, amigo mío. –Su mirada, seria, coincidía con la mía, dejando claro que lo que iba a contar era algo que debía ser tratado con sumo cuidado–

Rosalie, además de ser acróbata y profesora, tiene otros muchos dones. Uno de ellos es la clarividencia. Y no sé porqué, pero lleva unas semanas soñando contigo. Sí, contigo. 

No sabía si eso era una cámara oculta o no, pero desde luego no me esperaba nada de lo que me estaba diciendo Juanjo, y desde luego, si eso era una cámara oculta, lo estaba haciendo genial. Con total sinceridad, jamás me había planteado si creía o no en fantasmas, en la magia o si la rama del esoterismo era algo serio o simplemente un sacadineros del que la gente vivía muy cómodamente, o incluso podría catalogarse como fantasía. 

– ¿Y cómo sabe que soy yo el que sale en sus sueños si no nos conocemos…? ¿Qué sucedía en el sueño?  – Tenía demasiadas preguntas que hacer y mi mente iba cada vez a más revoluciones.

– Sé que puede costar creerlo, pero me dio una serie de pistas que me hizo saber que eras tú. Para empezar, describió totalmente tu coche, también acertó refiriéndose a ti como "ese chico con quien tanto hablas en el semáforo", y por último, habló de tu librería. Dijo que esa persona con quién soñaba tenía un negocio que tenía que ver con los libros. Al rato habló de una librería. Por lo que empecé a atar cabos y me cuadraba. Se refería a ti, sin duda alguna.

Se hizo el silencio. Yo seguía atónito escuchando, tratando de darle explicación a aquello a lo que me estaba contando. Seguía en mis trece, y de un momento a otro se me vino  a la cabeza lo sucedido aquella tarde. La llamada. Até esos cabos y llegué a la conclusión de que aquello debía de ser una cámara oculta. Sin premeditación alguna rompí el silencio, enfadado.

– ¿Y qué tengo que ver yo en ese sueño? –Dije serio, intentando hacer mi papel de persona a quién se la han colado. No quería que se dieran cuenta de que yo me había dado cuenta. Seguro que lleva un micro y puede que una micro cámara o una cámara espía. Manolo malo, de repente ésto… No pintaba muy normal–

– Me ha dicho que últimamente hay dos personas que te visitan en casa, y no son tus sobrinos. Son dos personas, chicas, que te echan de menos

– Vale, ya lo pillo. Ya basta. Os he pillado. ¿Dónde está la cámara? Manolo, sal, venga, dejad los juegos… Entiendo que queráis asustarme por estar cerca de Halloween, que os vayan las bromas inocentes pero por favor, no bromeéis con temas donde mi mujer y mi hija estén de por medio… Os habéis pasado…  –Dije en voz alta, levantándome de la mesa, con un enfado muy notable, y esperando a que alguien saliera para decir que era una cámara oculta. –




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